El Ángel de la Guarda
Este cuento lo leí cuando era niña, hace ya muchos años, y me apetece contarlo.
Había una vez una niña muy pobre que vivía en una casa vieja y llena de goteras.
Sus padres eran trabajadores del campo, vivían con lo poco que cosechaban y con lo poco que el padre ganaba haciendo arreglos domésticos a quien se lo pedía.
La niña, a la que llamaban Alba, era la pequeña de cinco hermanos, todos varones. Era una niña inteligente, que no entendía como otras niñas tenían zapatos, lindos vestidos e incluso una muñeca para jugar. Ella no tenía nada de eso, sus pies calzaban alpargatas rotas y vestidos con remiendos, pero era feliz. Sus padres la adoraban y sus hermanos la protegían cuidándola y mimándola.
Un día Alba enfermo y nada se pudo hacer para sanarla. Murió ante el desconsuelo de su familia. La mortaja era un viejo camisón que cubrieron de flores silvestres. Estaba tan linda y parecía tan feliz, que sus padres ya la veían en el cielo como un angelito más.
Un hermoso ángel la tomó en sus brazos y la elevo sobre el campo, los pueblos y una pequeña ciudad.
-Tengo que hacer una cosa que no pude hacer antes-dijo el ángel-Ves aquella casa tan vieja y pobre, ahí vivía yo. Y ves aquella maceta con la flor casi mustia, eso es lo que vengo a recoger. Era mi amiga y al morirme se quedó sola, como lo estaba yo.
El ángel descendió, tomo la maceta y nada más cogerla, la flor se puso hermosa y llena de vida.
-No hace falta grandes cosas para ser feliz, solo saber apreciar lo que tenemos y ser buenos de corazón.
M.J.C.C.O.
(CHUS)