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Categoría: Historias Pasadas

Conociste El Tranvía?

Recuerdos :El Tranvía


Para aquellos que no lo conocieron.........

Extraño medio de transporte que influyó en mi niñez, parecía mucho más seguro que los trepidantes ómnibus coloridos que recién surcaban la ciudad....
Según nuestros viejos, eran mas lentos, menos riesgosos, mas respetuosos del usuario y ¡Ja!...menos ruidosos.
Cajas con ruedas metálicas que producían chispas al frenar, y chirriaban como goznes de portones herrumbrosos que se abrían a la imaginación.
Sus filas de bancos de madera lustrosa eran un aula llena de vidas palpitantes, llevando sueños de trabajo y progreso entre sus filas...
Circulaban por cintas metálicas brillantes vías que iluminaban con su reflejo de luna el adoquinado de la calle.
Colgaban del “trolley,” un endeble caño, parecido a una caña de pescar, que se soltaba robándoles la energía y desatando la furia del tano motorista que balconeaba su uniforme generalicio, tratando de encauzar la esquiva ruedita.
En su interior el guarda, mezcla de fisgón y cumplidor cajero del ”tranway” paseaba haciendo sociales en dialecto y un castellano ininteligible, cobraba el boleto, ayudaba al anciano, sostenía a los pequeñuelos y retaba a los escolares que corrían por los pasillos.
En las madrugadas un olor a encierro, humo, y sudor llenaba el tranvía que cabalgaba sobre el terraplén, rumbo a la destilería, el puerto, o el embarcadero y el astillero naval, destino final de tres ciudades, Ensenada, Berisso, El Dique... ciudades de trabajadores, obreros, técnicos y alumnos que iniciaban su jornada diaria.
Rumbo a Ensenada, perdida en un rincón del asiento lateral, pensaba en el abuelo, en su casa de chapas y madera que me esperaba con ansiedad y saboreaba de antemano la exquisita “late dolce” con que endulzaba mi estadía de vacaciones.
Pero no todo era dicha en mis sueños, también recordaba los relatos sombríos alrededor del tranvía, que se escuchaban en ruedas de adultos como el del changarín que se quedo dormido sobre las vías y fuera levantado por la siniestra reja curvada que pendía en sus extremos exteriores, precisamente para levantar obstáculos sobre ellas. O bien cuando encontraban la muerte algunos colados que se colgaban de sus escalones y pasamanos, viajando gratis o escapándole al “chancho” como llamaban al inspector con su maquinita pica boletos que controlaba el pasaje abonado.
Sin duda el relato que mas acicateaba mi angustia era el de la trágica madrugada en que uno de ellos envuelto en la niebla del Riachuelo se precipito al río con todo su pasaje al no ver que el puente se encontraba levantado.......................

Vencida por el sueño olvidé mi destino y quedé instalada en el rincón hasta el fin del trayecto, en el que el sacudón del guarda sobre mi hombro y el olor a frigorífico me indicaron que había olvidado bajar en mi parada provocando la desazón de mi abuelo y un gran revuelo en el pueblo, quienes no atinaron a pensar que por la misma vía volvería el carismático tranvía con mi personita a cuestas. En la desesperación y el miedo olvidé mi canastilla de víveres ,mi muñeca y el bolso que acompañaría mis vacaciones en Ensenada, ¡Toda una aventura para mi primer viaje sola a los siete años!.....................

El progreso los sacó de circulación pero yo, años mas tarde, tuve la oportunidad de dar clases en un taller montado en un viejo tranvía en desuso que mantenía aún ese olor mezcla de hierro y madera de años, tan valioso a mis recuerdos.
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