Miró hacia el cielo de verano y sólo acertó a divisar a una gaviota solitaria.Le pareció a Juan de Dios que así fué el firmamento al principio de los tiempos:sin nubes,ni viento y la tierra cara a cara con el sol y las demás estrellas que le miraban desde el infinito.
Pero no se sentía equilibrado porque cierta desazón le decía que algo iba a suceder pero no acertaba a saber ni remotamente de qué podría tratarse.
Con sus ojos ancianos observó a la gaviota hasta que se le borró de la visión y pensó que la pobre ave se había perdido de la bandada de las cinco de la tarde,esa que siempre se dirige hacia las rocas del Galileu allá en el islote de los marinos.
Como no tenía nada que hacer se fué hasta el acantilado de Joan Breu en que que solía habitar el farero con su mujer siempre enfadada.
Cuando se aproximó a la orilla del acantilado observó que por el norte nacía una extraña nube tan negra que le peturbó el ánimo y aún le aumentó el desasosiego que venía fabricando en su interior.
-!Que nube más rara!-se dijo en voz alta porque sabía que nadie le escucharía.
la nube venía hacia él engrosando poco a poco y su sombra navegaba sobre las aguas tranquilas del mar como si de velero fantasma se tratase.
Recordó que cuando niño su madre le había dicho que el día en que en medio del azul del cielo veraniego viese una nube tan oscura que le peturbase el alma,ese día sería su último y que no temiese porque ella le esperaría más allá de la orilla de la eternidad.
-!Son bobadas mías!-se dijo queriendo aserenar el alma con tan inquieto recuerdo.
Cuando la nube le tapó el sol que le daba en los hombros sintió que perdía el equilibrio y dando traspié con una pequeña piedra se precipitó irremediablemente roca abajo hasta cubrir los doscientos treinta y cinco metros de altura del acantilado.
Pasados quince días un pescador solitario descubrió a Juan de Dios flotando,como si estuviese vivo,mar adentro y sobre su pecho reposando una gaviota blanca.
Cuando subió el ahogado a su barca el cielo se puso tan denso y oscuro que pensó que le había llegado la hora final.
La gaviota emprendió vuelo hacia el sur.