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Llevo sólo dos días en el centro de preparación D y sigo con muchas preguntas sin respuestas. Cuando llegué Bryand me presentó ante 22 sujetos en la sala de entrenamiento. Era enorme: constaba de cuerdas que colgaban del techo, paredes para realizar ejercicios de escalada, dos zonas de agua con troncos de madera, una zona de arena en medio de la sala en la que parecían haber manchas de sangre y baúles con armas en los extremos del gigantesco habitáculo.
-Esta es D23 y la encontramos hace unos días en la zona de exterminio, no importa lo que le preguntéis o hagáis para saber sobre ella, es como vosotros: no recuerda nada, ni siquiera su nombre. Pertenecerá a este Centro durante tres meses, que es la mitad de tiempo que vosotros. No es radioactiva ni porta ninguna enfermedad, está sana. Ya sabéis el protocolo. Os veo en 3 días.
Vaya forma de presentarme, ni que fuese un experimento. Bueno, tampoco sé si lo soy o lo era, no sé nada de mí. Bryand se va y me deja sola. Un chico de unos 16 años y con una camiseta que pone D12 se acerca a mí.
-Hola, ¿sabes de qué va el protocolo?
-No, no tengo ni idea.
-El protocolo se basa en que durante tres días tenemos que hacer que pases un infierno aquí. Lucharás con todos en el campo de arena y haremos que llegues a tu límite. Aquí no harás amigos ni entablarás ningún tipo de vínculo emocional con nadie. Que el señor Ures no te haya dicho esto delante de todos se debe a que más de uno de nosotros ha intentado huir cuando lo explica, cuya consecuencia es una brutal paliza delante de los demás defectuosos. – Es muy siniestro hablando, pese a que se esfuerza por mantener una leve sonrisa que da escalofríos. Me mira fijamente, como si me desafiase.
-… ¿Defectuosos? – Logro decir.
-Sí, la D que va antes de nuestro número es de “defectuoso”. Somos personas o “cosas” de las que no se sabe nada, que no recuerdan nada. Que tienen alguna capacidad extrasensorial o especial. Aunque somos pocos los que tenemos “poderes”, así me gusta llamarlo. Aquí nos dividimos en tres grupos: “Los normales”, “Los experimentos” y “Los fuera de clase”. En estos tres días debemos hacer que encajes en unos de esos grupos. Yo te adelanto que soy un experimento. Los únicos fuera de clase son D1 y D...
-Doce, cállate. – Un hombre joven, alto y robusto mira amenazante al chico que tengo delante, que obedece y se retira. Es D1. Debe ser el líder, probablemente todos le temerán por ser un “fuera de clase”, aunque no sé muy bien qué significa.
Ya era tarde y todos salieron de la sala de entrenamiento excepto D3 y yo, que nos obligaron a quedarnos.
-Estoy cansada, quiero irme a dormir, ¿porque nos encierran aquí? – Me dije a mí misma en voz alta.
-Ah, ¿Qué no lo sabes? Quieren que luchemos. Quieren saber qué eres, etiquetarte y darte un uso. Pronto averiguarás que estás a merced de ellos y no tiene sentido que huyas o que te resistas, porque no sabes quién eres ni adónde ir. Nunca serás libre.
Esas palabras me hirieron como si una espada afilada atravesase mi pecho y diera vueltas, originando un profundo vacío.
-Yo… no quiero luchar.
-Da igual lo que quieras. Si no te defiendes y luchas por tu vida, morirás.
Empecé a notar cómo mi cuerpo ardía y se preparaba para el combate. Quería saber si D3 tenía un nombre, si realmente recordaba algo o sabía por qué nos retenían, así que intenté hablar con ella.
-¿Cómo te llamas? –Se dio media vuelta y se dirigió a un baúl para coger un arma, ignorando mi pregunta - ¿recuerdas algo antes de que te trajeran aquí? – cogió un palo de madera con el extremo de metal. Quise hacerle una última pregunta - ¿Tanto te han manipulado como para que no puedas contestar unas preguntas tan simples como estas?
Se quedó quieta mirándome fijamente. En su mirada se podía palpar odio, rabia y… tristeza. Frustración por no saber quién es. La entiendo. Comprendo que se mueva por el mero impulso de sobrevivir; de averiguar quién es y por qué la detienen aquí.
-Empecemos. – Dijo.
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