A José Paralitici, por su entrega...
Vicenta tiene la mirada acusadora, vacilante, se encuentra en un estado catatónico y sufre fatiga intensa, dolores de cabeza. Tiene, además, delirios de persecución. En su mente unos enormes peces aparecen dispuestos a tragársela después de haberse bebido la cicuta negra del Prestige desde su playa azul en las Asturias. Este tormento se apoderó de ella en su último encuentro con Julio Viernes en la Riviera madrileña cuando la historia oficialista le indicó que Cristóbal Colón había desembarcado por Vieques....
Los psiquiatras sin embargo, le han dicho que su amistosa simpatía con los sueños es una ilusión potencialmente peligrosa.
Gabrielle tiene 37 años de edad, en su último viaje a París anticipó la persecución de la disentería y veía a Micky Mouse cambiándole el culero a un marroquí de 24 años en plena miseria que procuraba robarle su cartera cerca de la Torre Eiffel. Sin papeles ni siquiera para limpiarse el trasero no pudo redactar su obitario, en cambio prefiere huir de 66 buques viejos. Ocho de los cuales son petroleros, otros ocho tanques químicos, 49 son transportes de granel y uno es un barco de pasajeros enemigos. (Y éstos aunque son de los más peligrosos pudieran ser en realidad 66 veces más de lo que nos han informado.) Gabrielle preferiría huir de la barcaza de neumáticos planchada muy cerca del litoral puertorriqueño desde donde celebraron el Cincuentenario de la Constitución del ELA. (En este litoral nadie sabe que con los neumáticos ya los ingleses construyen casas entrenadas hacia la armonía ambiental)
Los psiquiatras, sin embargo, le afirman que su desorden de personalidad es producto de la pérdida parcial o total de algo muy importante para él, en este caso el contacto con la familia y los amigos, la lengua y la cultura propia, su tierra, su posición social y la seguridad física.
Ulises está en estado depresivo y estrés crónico que puede derivar en enfermedad mental desde que le dijeron que Rhodas había sido el causante de la angustia malnacida de don Pedro. Su informante tiene registrado con discreción desde mil novecientos veintiocho los cadáveres de por lo menos ocho puertorriqueños bañados en cáncer. En su consultorio se encuentra una carta donde el doctor señala que en el trópico parece sufrir la soledad de una cultura inferior. Pero no se equivoquen Ulises vive en Vieques y hay otro hermano grande que siempre lo vigila.
Los psiquiatras, sin embargo, definen el duelo de Ulises como un proceso psicológico de reorganización de la dura carrera de obstáculos que supone su viaje a una tierra extremadamente peligrosa, la lejanía del entorno y de la familia, las dificultades para encontrar trabajo o el rechazo racista que ha padecido y por supuesto las bombas.
Este año los psiquiatras lo”reprogramarán” para que piense en Puerto Rico como un lugar mítico, plagado de peligros y una concentración de masas que se mueven entre historiales clínicos, carpetas indecorosas, y políticos peloteros que corren como a lechón de a peso y huelen a carne abombá a la hora en que se descubre quién le robó el ratón al queso. ¿Y quién se lo robó? “Ese barbarazo se quedó con tó...”
Y Dios desde su cuarto propio le dice que luche para resistir la indefensión, la persecución policial, la de su padrastro o la de su abuelo, la explotación sexual y laboral, la política de la marginación social y la miseria, la regularización de sus horas de oficina, de sus almuerzos, de hacer el amor, de conectarse al Web, de masticar catarros, de pagar el alquiler o el carro, de levantarse siempre a las 5:00 para llegar donde pueda. Para resistir temblores. Para resistir insomnios. Para resistir fatigas. Para resistir adversidades. Para resistir penurias. Para resistir tristezas. Para resistir ansiedades, para resistir los siquiatras que facilitan papeles y una vida mejor con Proxac, Toraxine y Haloperidol.

Belia E. Segarra Ramos