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DESENGAÑO FATAL

-No las conoces, son esas moscas que no dejan en paz a los caballos y éstos las espantan con el rabo.

Así había comenzado una de aquellas charlas más etílicas.

-No entiendes nada, pareces inglesa-le decía Frank.

Ella suponía que la trataba de yegua pero él decía que era toda una guayaba sabrosa.
En todo caso el caballo seria él. Y pensó que con un buen potro estaría bien.
Mariel se dedicaba a la escultura. El David de Miguel Ángel, eso sí que era una belleza. Aunque si le ponía unas gafas cambiaba, claro.

Esculpía la madera, tenía mucha obra pero aún no la exponía. Era una especie de afición.

A Frank le ocurría algo así con la poesía, pero sólo escribía cuando necesitaba decir algo- le aclaraba-.Era un aficionado y a ella le parecía algo aburrido, poco divertido. Afirmaba que había cosas más divertidas como amar de madrugada oyendo el cantar de un gallo mezclándose con los gemidos de una unión.
Eso era lo más dulce y estimulante oír a una mujer cuando se siente amada, explicaba él. Gime con tal belleza de felicidad porque se siente complacida. Llora o ríe no se sabía bien eso era de una gran belleza: el gemido de una hembra encelada.
Él le expresaba que el otro día había tenido la ocasión de oírlo en un hotel, hacía unos días, a él le apasionaba oír esos gemidos. Decía que casi todo el mundo se reprimía pero que aquella pareja estaba a sus anchas. Sí esa pareja que él observaba mientras se masturbaba detrás de un espejo. Esa pareja donde estaba el ser que tanto amaba.
Mariel era insómnica y sonámbula,su compañero trabajaba de noche era travesti, aunque no lo sospechaba.
Ella lo esperaba despierta en su apartamento. En un rato tomaría un baño y descansaría como una reina y luego saborearía un desayuno de película junto a su hombre.
Antes de conocerlo pensaba que los hombres eran un rollo y solo servían para quitar el sueño. No lograba relajarse estaba nerviosa y tensa. Se suponía que la felicidad estaba encerrada dentro de sí misma. Ese pensamiento sería bueno para curar su insomnio...tal vez...
Luego solía dormiese y se soñaba en una ciudad en ruinas donde alguien la buscaba intensamente; estaba embarazada, y un Arcángel le anunciaba la Nueva Buena. Por eso no quería dormir. Siempre esos sueños extraños en blanco y negro: una ciudad ruinosa, escombros, niños llorosos y heridos tratando de subir a una nave extraña. Y Aquel, ese Arcángel que le hablaba de un imposible.

-Tienes que reír más-aseguraba él. Más, mas jamás se río demasiado. Sólo la ciudad se le meaba de risas oliendo a bacalao
Debía tener tanto cuidado de no enamorarse de un gato que regresara a su casa muy cansado y cayera de las escaleras. Sin embargo, le sucedió esa vez.

En ocasiones ella parecía toda una inglesa que no podía entender lo que él trataba de decirle
-No digas cosas que no puedes explicarme-le aclaraba
-Gatos-decía él porque por las noches están follando y vuelven reventados.

Y qué iría Mariel a hacer, hacerle que cumpla? No podía... Su plan consistiría en cortarle los alimentos por largo rato hasta que se cansara de no oír más sus gemidos. Así descansaría por los siglos de los siglos.

Él le insistía y le aconsejaba que se buscara otro nuevo, ese no le servía ya. Tenía sueño, estaba aburrido, no la olía, ni la abrazaba.

Frank estaba pasando el Atlántico y sabía más de su vida que ella misma.

Acerca de su compañero, Mariel sólo pensaba que le había dado demasiada caña y ya lo tenía exánime y atontado. Hasta lo había llevado a una cabaña con jacuzzi... pero seguía perdiendo el tiempo a su lado.
Le revolvía las entrañas saber que no existían recuerdos de abrazos o luchas contra las corrientes ventiscas de mar.

Estaba tonta, no podía comprender nada de lo que pasaba. Eso de que un gato tiene sólo una mujer porque cuando se ama hay que ser sincero y hacerlo con ternura y que así la pasión se potencia.
Pero sentía que los gatos no amaban. Eran tan independientes!
Frank sólo le manifestaba que sentía rabia que la engañaran.
Sintió tanto dolor, tantísimas ganas de llorar con las cosas que ahora le revelaba. Aquel tipo le tiraba sus fardos y luego la dejaba herida y pensativa.

Antes de partir le aconsejó:
-Búscate un gato que cuando te huela se sienta el rey del mundo a tu lado.
Qué cruel era con ella. Nadie nacía sabiendo de ciertas cosas. Su autosuficiencia parecía tan falsa. Su crueldad encerraba otros objetivos. Podía dudar de su hombría de bien y cuando ella dudaba no era en vano... era porque intuía algo. Nada de lo que le dijera iba a cambiar sus sentimientos, sin embargo, ya la había hecho penetrar en el sendero de la duda.

Finalmente para despedirse él le transcribió unos versos:
“Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos”

Decía desear su felicidad, desinteresadamente, porque sabía lo que era eso. Pero ella sostenía que nadie desea algo para otro sin interés de por medio, jamás. Todo en la vida giraba tras los intereses materiales o espirituales, pero intereses al fin.

Frank dominaba la acidez de su poesía, pero ella poseía la sapiencia de moldear. La poesía sólo mostraba lo que vivía o pensaba.
Moldear algo era crearlo como se te daba la gana hacerlo a tu imagen y semejanza, con tus manos hacedoras de amor.

Él intentaba que ella abriera sus ojos y espabilara sin acritud, en el fondo y en la superficie él decía valorarla y apreciarla pero ella sabía de desconfianza y que nadie que no te conociera bien podría valorarte y apreciarte sino por algún interés.

Así él trabajaba su mente, de manera fina, muy sutil, metiendo su dedo y hasta su mano en la llaga de su dolor para entristecerla más de lo imaginado y afirmando que no deseaba que sufriera pero ingresándola en un camino de aprensiones y dolor; agregaba sólo más tristeza a la que deseaba erradicar.

Estaría feliz ahora?
Dicen que las lágrimas son balsámicas. Se veía como una masoquista por no cerrarle la puerta en su propia cara. Sus cosas de poca monta haciéndola sentir con una vida breve y aconsejándole que no perdiera el tiempo sintiendo pena de sí misma. Y en verdad, ella ya sentía que la pena podía terminar con una muerte de lo menos esperada.

Mariel era hermosa por dentro y por fuera.Casi una princesa.
Su tragedia se podía encontrar a la vuelta de la esquina(aunque ese pensamiento era de mediocres).
Ella reflexionaba que lo que importaba no era la tragedia en sí sino su felicidad. Esa era su única obligación.

Sólo se podía ser feliz sino no se daba todo a cambio de nada. Cuál sería la intención de aquel hombre del viejo mundo que ahora le hablaba largas horas.

Finalmente pasados unos meses lo descubrió todo. Sí, cuando aquel que decía ser europeo y le hablaba de gatos salió de la mano de su compañero de un departamento de Montserrat. Ambos juntos, tan enamorados.

Los trabajos finos eran netamente más valederos en ciertas situaciones...acaso ésa no era una buena intención para que ella perdiera su amor?
Aún le resonaban sus palabras de despedida en aquella tarde de charla tonta:
-Adiós bonita, te deseo lo mejor.
N.C.N (Nunca Confíes en Nadie).Quedó sola sin un amor. Sola en la inclemencia de un cuarto solitario y frívolo.

©Norah Mabel Peralta. Fecha de creación 13/09/03 09:10 P.M.
Datos del Cuento
  • Autor: Norah
  • Código: 4361
  • Fecha: 14-09-2003
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 3.91
  • Votos: 32
  • Envios: 0
  • Lecturas: 5965
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