“Brindo por la mujer, más no por “Ella”
Hasta ahora había pensado que lo peor que una mujer le puede decir a un hombre es “Tenemos que hablar”; pero la verdad es que en el repertorio femenino cuando de acabar con uno se trata, el diccionario se extiende.
“No eres tu, soy yo”. Esta frase la había escuchado antes pero sólo hasta hace poco conocí su significado.
No creo en el amo a primera vista, pero si creyera, diría que me enamoré de “Ella” desde el primer momento en que la vi. Fue por unos pocos minutos, pero me bastaron para sentir un cosquilleo que me cubrió todo el cuerpo, cuando sus ojos y los míos se encontraron y para que nunca pudiera olvidarlos, a pesar de que no la volví a ver. Si, no la vi más y jamás supe su nombre o número de teléfono y por más que quise encontrarla no lo logré.
Vivía con cierta frustración por no haberme acercado a ella y conocer algo suyo, al menos saber cómo verla nuevamente; siempre que salía a caminar miraba el rostro de las personas que pasaban junto a mi esperando ver el suyo, pero no sucedió. Hasta que un día… 5 años después…¡La volví a ver! Y es que a pesar de ser una ciudad tan grande, la vida me daba una segunda oportunidad y estaba decidido a aprovecharla.
Me acerqué a ella y… empecé a vivir, a soñar ya amar. Me encantaba su rostro, me fascinaba su voz, me moría al verla sonreír, me gustaba su mirada y me mataban sus ojos… oscuros como la noche, pero brillantes y penetrantes como el sol más ardiente.
Pero la felicidad no era completa porque llegué a su vida en un mal momento ya que “Ella” acababa de terminar una relación y su corazón no estaba listo para empezar algo nuevo. Aún así, yo no estaba dispuesto a perderla otra vez, así que continué a su lado tratando de no ser su amigo, sino algo más. Todos los días inventaba algo para “Ella”: Secaba el mar, bajaba estrellas del firmamento, creaba constelaciones, le guardaba la luna en una caja de cristal, la subía en una alfombra mágica hasta las nubes para que jugara con el arco iris, me convertía en viento para acariciarla suavemente y llegar hasta lo profundo de su ser; en lluvia para ocultar sus lágrimas, rodar por todo su cuerpo y aprenderme hasta el más mínimo detalle de su piel; fui estrella fugaz para concederle sus deseos más profundos, y si me lo hubiese pedido, habría sacado el corazón de mi pecho para mostrarle como palpitaba de amor loco y desesperado.
Es que ella era todo para mi: la mujer de mi vida, mi camino, mi sol , mi luna, mi cielo, la luz de mis ojos… la mitad que me faltaba.
Pasaba el tiempo y con el, yo sentía que por fin había logrado entrar en su corazón. Llegó nuestro primer beso…AAAAHHHH….probar sus labios… fue algo indescriptible y se me acelera el pulso de sólo recordarlo (Suspiro muy, muy, muy hondo)… fue como tocar el cielo. Había una lluvia incesante y mientras los demás corrían para refugiarse de ella, en la mitad de la calle, como si la lluvia no existiera, “Ella” y yo uníamos nuestros labios lentamente. No importaba la lluvia, no importaba el tiempo, sobraban las palabras… sólo los dos como en un sueño; le entregué mi alma en ese beso y “Ella” también, lo sé, lo sentí así y lo confirmó mi corazón.
Pasó más tiempo, más unidos, más cosas sucedieron entre los dos que me hicieron estar seguro de tenerla. Lo sentí el día que solos en mi habitación, con todo a nuestro alrededor cubierto con pétalos de rosa , a la luz tenue de las velas, y como fondo musical su cantante preferido: Luis Miguel, interpretando “hasta que me olvides” y otras más, pude recorrerla toda con mis manos, con mi boca, con la rosa que aún conservo y que guardo en un libro que jamás terminaré de leer, como testigo mudo de una noche en la que pude descubrir los secretos de su cuerpo… una noche en la que la amé con ternura y suavidad, pero también con locura, pasión, deseo… amor. Al llegar al clímax sentí que moría, y resucitaba para ser el rey del universo. La amé con intensidad como si no hubiese una segunda vez. Y menos mal, porque efectivamente, no la hubo.
Todo parecía estar bien, pero algún tiempo después ya era difícil encontrarla, me evadía, y un día ya no la vi más. Jamás me dio una respuesta a la pregunta ¿por qué?. De vez en cuando nos encontrábamos por casualidad… un saludo, unas palabras… como si nada más hubiera existido entre los dos.
Hace poco la hallé nuevamente; no aguanté más y le pregunte en qué había fallado. Me aseguró que yo no había fallado en nada; me juró que nunca nadie la había tratado tan bien como yo, que la hice sentir especial, que la hice vivir momentos muy lindos, que fui un príncipe para ella. Que yo no había tenido ningún error, que rea ella la que tenia la culpa por permitir que pasaran las cosas que sucedieron, pero que en el corazón no podía mandar y que no me lo podía entregar porque “Ella ” no podía hacer cosas que no sentía, “que no me podía engañar”.
Entendí en ese momento que yo siempre había sido su “otro clavo”, su amigo y que por amistad había ido hasta la cama conmigo. Entendí que la frase “No eres tu, soy yo” significaba que esa mujer, la dueña de mis sueños, mientras yo le daba mi vida, “Ella fingía”. Que esa era una expresión para hacerle sentir a una persona que mientras se ilusionaba, para la otra era un juego.
Me dijo algunas cosas más, pero me marché y no la quise escuchar más. Y así terminó algo que nunca debió empezar, aunque para ser sincero jamás la dejé de amar.
Ahora mi mundo sigue, tengo una nueva vida. Y pueden creer que es masoquismo pero a pesar de todo, aún la sigo amando; la amaré toda la vida, y si es verdad que existe una vida después de esta… entonces la amaré toda una eternidad.
Marcela Calderón: porque es mejor haber amado y perdido, que nunca haberse enamorado, y porque todo tiene un final. Este cuento es para ti.
non te preocupes, porque si una vaz amaste asi y no fuiste correspondido, llegará el día en que te correspondan con el mismo amor y entonces serás verdaderamente feliz. además, eres un gran escritor. ojlá que te vaya bonito... un beso irene