Sala velatoria “B” de Sepelios “Acá terminamos todos”
Ya eran casi las 9 de la noche y el velatorio estaba en su cúspide, no faltaba nada; estaba la clásica llorona (se dice que se trataría de una clienta que no llegó a tiempo para reclamar el kilo de papas que le vendió en mal estado) también una señora que estaba a un lado del cajón, sentada en una silla, con un pañuelito blanco en el cual depositaba sus lágrimas de dolor... alguien preguntó si era la madre del verdulero, y le dijeron que era otra de sus clientas que lloraba porque ahora la verdulería más cercana le quedaba a cinco cuadras de su casa y tiene la pata a la miseria...
La sala era un desorden debido al vaivén con la sala contigua (la “A”) para estar en el velorio de las victimas del doble crimen ( la otra victima era la esposa del carnicero) ambos velados a cajón cerrado, ya que los cuerpos eran irreconocibles y emanaban un fuerte olor debido a la descomposición.
El único detenido el esposo de la mujer (el carnicero) ya que se trataría de un crimen pasional.
Según los investigadores estaba todo muy clarito, en los cuerpos estaba la clave; a él le abrieron las “nalgas” para introducirle el “chorizo” le sacaron el “mondongo” las “achuras” y la “lengua” entre otras cosas.
A ella además y para dejar un claro mensaje del móvil del crimen (que era amante del verdulero) le cortaron los “melones” y le sacaron de lugar la “pera”. No había vuelta que darle, estaba todo muy claro, la investigación fue un éxito y no necesitaron pedir a los peritos de la ciudad.
En un rincón de la sala velatoria, un grupo de gente del pequeño pueblo se había reunido para hablar:
PEPE: ¡Pobre “Lechuga” che! La verdad que no se merecía tanta crueldad.
SOFIA: ¡Que desgracia!
SOLEDAD: ¡Desgracia con suerte!
SOFIA: ¿Por qué?
SOLEDAD: Porque se murieron los dos al toque, si alguno quedaba en coma unos días no podíamos aprovechar la oferta de 2 al precio de 1 de la casa velatoria.
CIRUJA: Y la oferta...¿era con servicio de lunch?
PEPE: ¡Lechuga! ¡pobre! El pensaba que iba a morir bien “alto”...
SOLEDAD: Y así fue.
PEPE: ¡No! Si terminó en un cajón de manzanas...!fijate!
Todos miraron el cajón.
SOLEDAD: Pero los encontraron en la terraza.
PEPE: ¡Pobre Lechuga che! Si me parece estar escuchando su voz melodiosa...
SOLEDAD: ¿Melodiosa? Si parecía que tenía una papa en la boca todo el tiempo.
SOFIA: ¿No les parece de mal gusto ese cartel de “sonría lo estamos filmando”?
ALMACENERO: lo que pasa es que ya se robaron un fiambre.
CIRUJA: ¿Dónde esta la picada?
SOLEDAD: Y a este...¿ para que lo van a querer? si no sirve ni para muerto.
PEPE: ¡Pobre Lechuga! ¡arrabalero viejo! Apenas se distinguía su voz con la del “zorzal criollo”, era casi...
SOLEDAD: Vaya tranquilo hombre...no diga nada para no llamar la atención, sea discreto y váyase para la sala “C”, ahí esta el “Lechuga” Espíndola, el cantante de tangos... este era un pobre infeliz, un verdulero posta. Por favor...váyase tranquilo y sin levantar la perdiz.
Y Pepe, casi sin hacer ruido al caminar, fue saliendo de la sala, y justo un paso antes de salir del todo escucha los gritos de Soledad:
SOLEDAD: ¡Pepe!!Pepe!-él se da vuelta- ¡Pepe se llamaba usted, no?-una vez que él movió la cabeza afirmativamente ella continúo- ¡mire que hay que ser pelotudo para equivocarse de muerto eh!
Luego de decir eso Soledad siguió a los gritos:
SOLEDAD: bueno... ¡vamos a poner orden! ¡acá estamos velando a un verdulero! Medio bolita, negro, petizo, gordo y feo; sucio como él solo y que te vendía todo medio podrido. El cantante de tangos esta en el “C”
Entre rumores se fueron yendo uno a uno, hasta quedar escasas 6 personas.
Eran Sofía, Soledad, el ciruja, el almacenero y las dos mujeres desconsoladas al lado del cajón.
Llegó la hora de ir para el cementerio.
En eso; Jorge Alberto, alias “El lechuga” o “Verdulero” ve su nombre en la cartelera de la casa de sepelios e intrigado entra para ver que esta sucediendo.
Mientras tanto Soledad le decía al ciruja que se apure a comer porque ya se estaban yendo, y fue en eso que vio entrar a Jorge Alberto, el lechuga o verdulero, y saco de entre sus ropas el objeto que la iba a defender si había asesino suelto, y del susto le tiró tres veces a quemarropa a quien daban por muerto; Jorge Alberto, “el lechuga o verdulero” que ahora si, sin vida quedó tendido en el suelo.
Luego llegó la policía, y el comisario del pueblo, ordenó la detención de Soledad, liberación del carnicero, y llamar a los peritos y forenses de la ciudad para que esclarezcan lo de los dos cuerpos, ya que la señora del carnicero estuvo el tiempo durmiendo en su casa, soñando este estúpido sueño.