Cierta vez, en Argentina y allá por la provincia de Neuquén, a orillas del lago Nahuel Huapi, había una comadrejita enana; su hogar eran las cavidades de los árboles, su alimento eran los insectos y los frutos. Un día se cansó de su vida rutinaria y se lanzó a la aventura. No tenía lugar previsto, así que tomó cualquier camino y comenzó a andar apresuradamente, sin detenerse. Pasaron las horas, estaba agotadísima, el sueño la venció bajo el alerce y su sombra la protegió de los dedos del sol, que luchaban por meterse entre las ramas de los árboles.
Ya el atardecer se hizo presente, cuando en el silencio del bosque se oyeron unos estampidos. Se despertó sobresaltada, su pobre corazón latía aceleradamente. De pronto vio correr un perro con un ave en su boca, lo escuchó luego ladrar, la voz de un hombre la estremeció. Se creía descubierta, lo que se le ocurrió fue meterse en el hueco del árbol más cercano, y desde allí observar todo sin que la vieran. El hombre y el perro se acercaron en dirección a ella, él era robusto y moreno, en su mano derecha llevaba un rifle; el perro era blanco con manchas marrones en su lomo. La comadrejita oyó cuando le dijo al perro: -¡Bueno, éste es el lugar! Aquí acamparemos, prenderé fuego así espantaremos a los animales salvajes que anden merodeando por aquí-
El perro asintió con la cabeza, estaba tan cansado que se durmió.
El hombre después de encender el fuego, se sentó y recostó su espalda en el árbol, justo donde estaba el hueco en que se había metido la comadrejita; él escucho gritos a sus espaldas, extrañado y desconcertado se levantó de un salto, ¿y qué vieron sus ojos? Una comadrejita diminuta, casi asfixiada y tambaleante, que salía del hueco; él alcanzó a decirle:
- ¡Vaya, qué susto me has dado, creía que eras una víbora!-
Y ella menos temblorosa le dijo: -¡Ah, no señor, por favor! Soy una pobre comadrejita viajera que quiere tener un destino mejor. Yo vivía a pocos kilómetros de aquí estaba tan aburrida de ver siempre lo mismo, que me fui de allí-
Y él le contestó con simpatía:-¿Y a dónde quieres llegar, sí es que se puede saber?-
Y con su cara ya alegre le comentó: - No tengo la menor idea. Pero sé que cualquier lugar me dará lo mismo con tal de conocer cosas que nunca he visto-
A lo que el hombre se apresuró a decir:- Tendrás que irte de aquí lo más pronto posible-
La comadrejita anonadada le preguntó:- ¿Por qué, señor?-
Porque en este lugar hay muchos cazadores y no podrás estar tranquila, tu vida sería agitada y peligraría a cada momento, además no podrías tener un hueco de árbol donde dormir y estar en paz, sin que tengas la visita de una víbora en la noche.
-¡Hazme caso, vete, regresa a tu lugar donde siempre has estado tranquila!
No puedo llevarte conmigo, porque siempre voy de un lado a otro de cacería, no podrías resistirlo.-
La comadrejita muy triste comenzó su marcha, justo, cuando el amanecer cubría con su luz rojiza el bosque y los pájaros comenzaban a trinar, dándoles más magia a ese lugar. Mientras encendía su pipa el hombre se la quedó mirando, para luego en un suspiro decir:
-¡Vaya animalito!. . .qué noche tan amena me hizo pasar-
Y dirigiéndose a su perro le expresó:- Alguna vez iremos a visitarla ¿Verdad, Tom?-
El perro lo miró y comenzó a dar saltos y a correr alrededor del árbol donde había estado la comadrejita enana, luego empezó a ladrar a su amo, dándole muestras de agradecimiento por la futura visita a tan simpático animalito.
A lo lejos la comadrejita continuaba con su camino triste y alegre a la vez, pero con la esperanza de volverlos a ver y pensando qué sorpresa les daría a los dos cuando la visiten. Su corazón empezó a latir de alegría al entender, que había ganado dos amigos en esta aventura, y que además no le había salido tan mal esta travesura suya.
Chachi Chachi, chachi chulo. Esta bien el cuento. Chachi.