La biblioteca era un lugar penumbroso, tú entrabas allí y sentías frío, te ponías a temblar como chancho de desierto abandonado en el ártico, te quedabas completamente anonadado ante la presencia de estos espíritus malignos que habitaban en los libros. Era de verla a la pobre damita que atendía allí, sin mentirles parecía la encarnación pálida de un espíritu, de estos que habitaban en los libros, era igualita al auténtico fantasma de la ópera abandonado a su suerte en una empolvada biblioteca, igualita a los muertos vivientes que actúan en las películas de terror más miedosas, se la veía en primer plano una columna de dientes cada colmillo apuntando en diferentes direcciones, y en segundo plano si te fijas bien ella, ¡qué miedo!, pero por lo menos era una mujer amable, apegándose al sentido estricto de esta palabra en ruso, ¡no mentira, mentira!, eso sí es cierto, era amable, incluso algo dulce usando un telescopio, buena gente la señora no les miento. Tú podías vislumbrar la existencia de muchos pasajes con libros a ambos lados, eran penumbrosos, cada vez que la señora desaparecía en la oscuridad volvía al rato como una fantasmal ánima haciendo hervir tu sangre en adrenalina, pegabas el grito de la vida, como si te fuera cargando el diablo, tienen que imaginar el efecto producido por el vaho de este polvo fantasmal emergiendo de las mazmorras, aparece de pronto el semblante de una calavera apenas identificable con una hilera de monstruosos punzantes dientes, amarillos como espadas oxidadas, estremecedores, uno de ellos resulta ser su garra sosteniendo un libro, ¡qué miedo carajo!, ¡ni que uno fuera de palo! Yo no sé porqué, no sé, yo odiaba las bibliotecas, resultaban para mí peor que un suplicio, las odiaba al nivel de inflarme de alergias, ni siquiera me acercaba, evitar prefería el tratamiento indispensable por haber visto al cuco, pero aveces se presentaban emergencias, y cuando la cosa se tornaba negra color de hormiga, entonces sí con todas las precauciones del caso ingresaba en las mazmorras. Un día con unos compañeros fuimos sometidos a la tortura de hacer una consulta sobre las "células"; funciones, tratamientos, otorrinolaringología, antropología, o algo así. Ese día en la mesa de alado alguien admiraba asombrado un libro ilustrativo práctico sobre las enfermedades venéreas, inmediatamente dejamos a un lado la tortura para reunirnos, curiosos como murciélagos en cueva, a admirar las magníficas fotografías ilustrativo - prácticas - desconcertantes de órganos sexuales "podridos", "¡guau... guau...!, ¡qué feo, qué asco, qué chucha acribillada, qué verga desmembrada!, ¡ya ven por traviesos!". Divertido estuvo hasta que se terminó el recreo y fue necesario devolver el libro, hubiera sido capaz de regresar todos los días si hubiera tenido las esperanzas de verlo aunque sea una sola vez más, jeje, quizás jeje, me quedé muy "picado". Al día siguiente, a primera hora, ya estábamos allí parados frente a los dientes terroríficos del espectro bibliotecario. "Emm, emm, emm, emm,...", "¿QUÉ QUIEREN?", "emm, emm, usted tiene un libro sobre las enfermedades venéreas, emm, nos mandaron a consultar un trabajo...", "¿y ustedes qués quieren ese libro?", "...emm... emmfermedades venéreas trabajo de geografía", "aquí está, tenga, pero me lo devuelve al terminar el recreo", "gracias, gracias, gracias...". Ush, ush, UHHHHHSSSSSHHHHHH, atatai, sopa de huevos despellejados, chuchas en salsa de granos purulentos, verga anillada, ush, pimienta sifilítica en el chancro, gonorrea agusanada, ushhh, muy educativo, sobre todo las fotos, muy educativo, hasta podría pescar algo de gusto por las mazmorras, hasta eso, si conociera la existencia de otro libro como este...