Alberto, era un niño ambicioso, desde pequeño el sabía que tenía su propio mundo, un mundo a su manera donde él y solamente él era el dueño de ese mundo que por cierto, como todo mundo, también tenía su cielo. Así Alberto fue creciendo, y con él simultáneamente, crecían su mundo y su cielo. Pero un cielo transparente, inocente, un cielo completamente azul, libre de impurezas y maldad. Pero un día Alberto pensó en adornar su cielo, para que se pareciera a todos los cielos, que nunca estaban solos; fue así como sacó los ahorros de su añeja alcancía y salió a comprar, nubes de algodón, metálicos luceros y la majestuosidad de la luna. Pero Alberto no tenía suficiente dinero para comprar todos los adornos que su cielo necesitaba, así que optó por comprar cinco nubes y veinte luceros y cómo no le alcanzó para comprar la luna entera, tuvo que conformarse con comprar media luna. Por eso cuándo veamos el cielo adornado por la luna partida por la mitad, pensemos en Alberto que tuvo que conformarse con ella para adornar su cielo.
Una vez más permiteme felicitarte, este cuento esta buenísimo, muy creativo.