Escucho el galopar de los caballos, las ruedas del carruaje rozando la calle adoquinada, cubierta por un colash o alfombra de brillantes piedrecillas, arrimadas una a otra, esperando día a día volverse polvo o nada...
Mientras escribo estas líneas, la imagen de aquel cochero alumbra mi conciencia. Me siento palpitar al unir la ansiedad del desenlace entre el galopar de los corceles y los latidos de mi corazón, mientras los escucho acercarse más y más hasta pisar el capítulo siguiente…
He intuido en la obra la visión de una oscura imagen, un ruido apurado, esperando que todo fluya como un galopar de caballos desbocados, como una página más… que muy pronto he de esbozar con las huellas delineadas de mi sangre… De pronto, todo se detiene, todo calla. Salto del sillón, cojo los papeles y corro hacia la ventana, hacia el testigo del mundo exterior. ¡Dios! Allí están los corceles, las ruedas del carruaje y un exquisito personaje cubierto por una capa negra, agitando unas manos enguantadas de blanco, señalando que me espera…
No resisto aquella seducción, aquel paisaje de oscuros secretos a punto de bullir. Desfallezco, se desgarra la hoja en donde se agita mi aliento… Siento que algo me ayuda a saltar por la ventana, y caigo, caigo, sintiendo desinflar la bolsa en donde guardo mi obsequio más querido. Llego al suelo adoquinado de bellas piedrecillas y siento que me cuentan que muy pronto seremos polvo, nada…
El elegante cochero se me acerca, y con brazos fuertes me sube a su carruaje. Partimos sin pasaje ni pasajeros, como si viajáramos muy lejos sin pasaje de ida y de vuelta. Alzo el rostro y casi agonizando pregunto al cochero el lugar a donde vamos. Me escucha y pronuncia un nombre extraño que ni un ser vivo lo puede repetir, sin embargo, cada vez que lo recuerdo siento plenitud mientras abrigo este aliento…
Me abandono. Cierro los ojos y oídos. Soy una piedra adoquinada uniéndose al todo, a la nada al mismo tiempo, sin embargo, tengo algo que decir, aún muriéndome me siento más vivo, y sé que es para siempre…
Lince, Enero del 2005.