Dormía, cuando sintió una pequeña molestia en el cuello que lo despertó...
Pero sin siquiera abrir los ojos, sin molestarse demasiado por lo que creyó una pequeña molestia emitida por el subconsciente, Elio volvió a caer en el trance provocado por el sueño. Y siguió durmiendo.
Al día siguiente, ya con el astro Sol en lo alto, se levantó... Y el sólo ver la luz diurna le provocó un rechazo tal que tuvo que bajar la persiana.
Recordando su molestia en el cuello la noche anterior, pasó sus dedos por el costado y sintió dos pequeños estigmas.
Horrorizado por eso (y por su nueva sensación frente a la luz del sol), salió corriendo al baño: el espejo no lo reflejaba.

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Cintia ese día se levantó con unos tremendos dolores de cabeza. A pesar de eso, fue a trabajar.
Cuando llegó a su oficina, en el departamento 10º A, encontró sobre su escritorio una muñequita de trapo que intentaba imitarla: pelo rubio corto y ondulado, ojos negros, vestidito gris largo (el que usaba seguido). Pero algo la horrorizó: 4 alfileres estaban atravesando la cabeza de la muñequita.
¿Quién podría odiarla (o envidiarla) tanto para desearle el mal?
Histérica por lo que vio, decidió ponerle fin a eso, y tomando la muñeca de trapo entre sus manos, se dirigió a la pequeña hornalla que tenía en el kitchenet de la oficina, prendió el fuego, y allí lanzó a la “pequeña Cintia”. Grave error.
A la hora y cuarto, llegó a la oficina la compañera de trabajo de Cintia –Ana-. Y se quedó petrificada cuando vio el cuerpo calcinado –y sin vida- de Cintia en el suelo.

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Parada en el medio de la vereda, sacó el espejito que llevaba en la cartera, y lo llevó hacia su cara para arreglarse ese mechón de cabello que le estorbaba.
Dios... como si fuera un espejo retrovisor el mismo le devolvió la imagen de un hombre que estaba parado atrás suyo. No tuvo tiempo a reaccionar. El tipo enseguida le atravesó un puñal por la espalda.
Fue perdiendo la conciencia y las fuerzas... ya no se podía mantener en pie. Empezó a caer al piso lentamente, muy lentamente... como en la cámara lenta de una película.

De pronto se despertó agitada en su cama. Uff... todo había sido una pesadilla. Pero en ese caso ¿por qué se sentía tan débil? Se sentó en la cama –casi sin fuerzas-, corrió las colchas y sábanas, y vio una enorme mancha de sangre sobre el colchón.
Y en su camisón.
Ah, después de todo no había sido sólo una pesadilla.

Cayó entonces –ya sin vida- sobre la cama.