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Conversación de mayores...

- ¿Tu me odias?
- ¿qué?, anda, vaya pregunta, hummm, pues no.
- entonces ¿te caigo mal?
- Pues tampoco.
- ¿y porqué nunca tienes tiempo para mi, porqué no quieres estar conmigo?
- Pues.. no sé.

- No, eso no es una respuesta.
- Ya, pero es que no se me ocurre qué decir...
- No, no, ¡algo tienes que decir!, volvamos a intentarlo...

- repito: ¿porqué no quieres estar conmigo?
- Hummm, pues... porque... eres tan cría...
- Anda quién fue a hablar. ¿tú te has mirado al espejo?
- No me hace falta, ya sé lo que soy, yo soy mayor, soy responsable, serio, adulto, tengo muchas obligaciones y soy muy muy responsable.

-Has dicho responsable dos veces...
-bueno, porque lo soy... vale, pues lo cambio:

- Yo soy como soy, ya me conoces, ¿no?.
- Ya veo, ya...
- ¿qué quieres decir?
- No nada, responsable claro.... mira, ¿tú responsable? vives siempre de fantasías, ¿tú responsable?, venga no me hagas reir, es que no te conoces para nada...
- Sí que me conozco, ya salió la lista, pues tú eres... tú eres... como una niña, muy infantil, así no se puede ir por la vida, claro, así te va como te va...
- Oye, no me digas esas cosas que me vas a hacer llorar.
- Ya estamos con lo mismo, siempre llorando, claro como una niña, lo dicho, si es que no sabes comportarte de otra forma, contigo no se puede hablar.
- Sí que se puede, pero no me gusta cómo dices las cosas, siempre tan brusco, tan así, tan breve. Pues que sepas que yo soy también responsable, seria y adulta, y también simpática, y... ¡una persona muy muy maja! le caigo muy bien a mucha gente.
- Já.
- ¿cómo que já?
- Pues eso, já.
- Anda ya, contigo no se puede hablar, siempre en tu mundo, siempre sin explicar nada, todo ambiguo, dos letras por respuesta a cómo me siento, ¿tú crees que eso es normal?.
- Vale, pues te digo dos frases más. Tú eres una cabezota, todo a tu manera, todo a tu tiempo. Y el resto estamos siempre equivocados y lo hacemos todo mal.
- Pues tú, tú... mira que como hable... ¡te digo cuatro cosas bien dichas!
- ¿bien dichas?, lo dudo, si tú no sabes ni hablar, te pones nerviosa y como mucho solo dices... bah, bobadas y luego, claro, te arrepientes... me voy, no quiero perder más el tiempo...
- Calla, por favor, no me gusta lo que dices, me vas a hacer llorar... otra vez, tú, tú es que no me quieres.

Silencio

- Pero ¿qué dices mi vida? pero, pero... si yo te quiero mucho, no quiero que te sientas mal, no seas tonta, mujer, ven, mira, deja que te dé un abrazo, ¿mejor así?
- Ay, gracias, sí, sí, gracias. Yo a veces es que me pongo muy sentimentalona pero... gracias, hoy necesitaba que alguien me abrazara, no era más.
- A veces soy muy bruto, lo reconozco, no quería hacerte llorar, te prometo que a partir de ahora seré más delicado, ya lo verás.

Dos personas se fundieron en un enorme abrazo...
cuando de repente una voz interrupió el momento:

A comer!!!, quitaos esas ropas y colgadlas en el armario y venid a comer que se enfría la sopa.

- ¿qué tal he estado en mi papel?
- Pssst, has estado normalito, ni fú ni fa. ¿Y yo, qué tal?
- bah, nada especial, pero sí ha habido un momento en que creí que te habías enfadado de veras conmigo, es que ponías una cara tan tristona... y buf, cuando te pusiste a llorar me desarmé, de veras.
- Pues a mi me ha pasado igual, pensé que me había pasado diciendote algo porque fruncías el ceño de una forma...
- Menos mal que estábamos intepretando, ¿verdad?.
- Sí, menos mal.

Anda, venga, vayamos a comer que tenemos que contarlo...

Al llegar a la mesa, dos pequeños niños saltaron con sus inocentes vocecitas de satisfacción al unísono, diciéndoles a sus padres:

Mami, papi, ya sabemos porqué estáis enfadados, os hemos oido discutir, nos hemos puesto tan tristes que hemos tenido una conversación de mayores y estas son nuestras conclusiones:

Tú papi piensas que mami se hace la lista cuando habla y eso le hace llorar. Y tú mami, crees que papi es tonto porque te responde con palabras y frase muy cortas y eso te hace llorar, así que hemos pensado que si tú mami no lloras y le dices a papá lo que necesitas, él, que es bueno, te dirá frases más largas y luego te abrazará y así os escucharéis y no discutiréis nunca más.

Los padres se quedaron boquiabiertos, se miraron entre ellos y recogiendo en brazos a sus dos hijos, los cuatro se fundieron en un gran abrazo.

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A veces dos niños jugando a ser mayores son mucho más coherentes y sensatos que dos mayores jugando a ser niños...
Datos del Cuento
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