A las tres de la madrugada sonaba el despertador.
Era la hora de su programa radiofónico.Conectaba la radio y la sintonia inundaba la habitación, al momento sonaba su voz, era profunda y al mismo tiempo dulce, envolvente, parecía que le hablaba solamente a ella sobre todo cuando decía poemas de amor. El programa duraba hasta las seis de la mañana y durante esas tres horas la gente llamaba y participaba. No era un consultorio, pero algunas veces alguien abría una ventanita de su alma y dejaba escapar una queja de amor, de un amor imposible o un desengaño, entonces era cuando él decía uno de esos poemas que son como un bálsamo para las heridas. También había momentos muy divertidos.Aunque al día siguiente las ojeras fueran más profundas ella no dejaba de escucharlo. Lo que no se atrevió nunca fue a participar pero si le escribió, le escribió una carta tan hermosa que él la leyó en antena y le pidió que lo llamará que quería hablar con ella.
No había puesto remite y no podía contestarle.
Cada noche al abrir el programa él le pedía que lo llamara.
-No te vayas sin llamarme- le decía.
Y llegó el día en que ella se marchó no sin antes escribirle despidiéndose. Aquella noche no sonó el despertador a las tres de la madrugada.