Inés estaba acostada en el césped del jardín de su casa, mirando las nubes e inventando sus formas, sin poderse sacar de la cabeza que al día siguiente, cumpliría 15 AÑOS.
“Maquina de ilusiones”, le decían en su casa, porque llevaba a todos lados su vieja lapicera (ya casi terminada) que le había regalado su madrina cuando cumplió seis años y aprendió a escribir; junto con un cuaderno en donde cada vez que se inspiraba hacia volar su imaginación y creaba cuentos hermosos que te llenaban de pureza, inocencia y tal vez se podría decir,”picardia adolescente”.
A pesar de sus ilusiones, sabia que no podría tener la fiesta que siempre había soñado, con cantidades de globos colgados del techo, en un enorme salón lleno de luces de colores, con una gran pista de baile en el centro; pero por sobre todas las cosas el vestido color miel que cada vez que pasaba por la boutique de la calle Santa Fe, miraba a través de la vidriera.
El día se acercaba cada vez más, faltaban solo doce oras para que sea su cumpleaños, y había recordado que solo quería una cosa más: a la FAMILIA, toda reunida a pesar de las peleas y separaciones...
En realidad, ahora se daba cuenta de que solo eso era lo que más le importaba, y sobrepasaba todas las cosas que siempre había soñado. Al ver que esto no se podría realizar sin un poco de ayuda, busco su agenda y comenzó a llamar a todos sus familiares: abuelos, tíos, primos; amigos, conocidos y a todas las personas que en su momento la habían ayudado, ya sea desde un problema matemático a uno más importante.
Enseguida fue a la habitación en donde se encontraba su madre y le dijo “ Mamá, estuve pensando mucho y decidí que no quiero una gran fiesta para mí cumple, prefiero hacer una reunión con la familia y algunos amigos, porque son las personas que realmente me conocen y me aceptan tal cual soy.”
Al oír estas palabras su madre se levantó y corrió a darle un fuerte abrazo.
Después de unas horas de trabajo, Inés se sintió satisfecha, había colgado unas guirnaldas y también unos pocos globos; pero cada persona que entraba a su casa sentía un espíritu de fiesta y se llenaba de alegría y regocijo.
Aún todos recuerdan esa noche, la noche en la que Inés cumplió quince años, pero principalmente recuerdan el momento en el que Inés se subió a una silla, pidió silencio y dijo “Gracias, realmente muchas gracias”.
Ya que a esta historia la voy a finalizar acá, quiero contarles que yo soy Cintia, su mejor amiga, y ahora que cumplí mi promesa, (que era escribir su historia) quiero decirle esto a Inés, que desde el cielo me debe estar cuidando: “ GRACIAS, Gracias Por todo”.
Me encanta tu cuento, lo valore 10. Me gustó muchísimo!! Espero que no te moleste, pero copie la historia y la envie a mis amigas! Yo soy más o menos como ella, a decir verdad.