(Para Pame, Lian, Chellín,)
Es de noche estamos en El Ocotal. Hoy es dos de noviembre y todo está a oscuras, bueno, diría Norsi-Bo;
• Técnicamente ya es dos de noviembre porque aunque no han dormido por estar junto a la fogata y a pesar de que ya se terminó el horario de verano, sucede que ya hace algunos minutos que la campana del templo de San Cosme dejó escapar su último melancólico tañido lo que representa justamente que el día primero de noviembre hace honor a su nombre y ha emprendido el viaje a la dimensión a la que algún día todos alcanzaremos
• ¡Vaya que si que es rollero Norsi-Bo!
Algunos Lobeznos ya duermen pero si se despiertan y deciden caminar (y pueden hacerlo sin tropezar en una noche tan negra), y caminan por una vereda estrecha y pedregosa que se encuentra atrás del campamento, hasta llegar al lado de un cerro lleno de abedules, álamos y un sinfín de árboles enanos , y, al llegar a este cerro, volteas hacia la derecha -hacia el lago-. verás cómo cientos de pequeñas luces iluminan un terreno rodeado por un muro de piedra viejísimo, tan viejo como su primer inquilino. El muro conserva un arco en lo que seguramente fue la entrada ya que aun se observan a la pálida luz lunar, los restos herrumbrados de lo que fueron los goznes de un enrejado y en lo alto lo último que permitió el paso inexorable del tiempo, lo que seguramente fue una cruz.
Conforme te aproximes al muro, escucharás una mezcla de música, carcajadas y voces. ¡Hoy es dos de noviembre y en el panteón del Ocotal las calacas han empezado a festejar!
Las tumbas del panteón rebosan de velas de todas formas, las hay cilíndricas, de colores, amarillentas, blancas, se ven una en forma de estrella, esféricas y, de todos los tamaños, algunas como que lloran otras que apenas se consumen, otras que titilan alegremente, otras con una pequeñísima flama. El suelo se encuentra lleno de pétalos amarillos de cempasúchil que marcan el camino que han de recorrer las ánimas para llegar a juntarse con sus cuerpos, o lo que queda de ellos que por lo general es solo su osamenta.
De todas las cruces cuelgan adornos de papel de China y algunos pliegos completos del mismo material perforados con hábil técnica y que dejan increíbles diseños, de manera que el cementerio está repleto de esqueletos y calaveras sonrientes de papel.
¿Es que acaso hay calaveras tan amargadas que no puedan sonreír? ¡No, todas sonríen! Y lo interesante es que muestran su dentadura completa y blanca como espuma de mar.
Es imposible hallar un rincón sin calacas, las hay de todos las condiciones, oficios, profesiones y estaturas; panaderas, catrinas, futbolistas, beisbolistas, basquetbolistas, charras, abogadas, boticarias, ingenieros, médicos, contadores, diseñadores las encontrarás altas, bajitas, gordas, chaparritas y de todos los oficios y profesiones que puedas imaginar inclusive había dos con pañoleta de Scout.
Por una noche, los muertos han regresado a disfrutar de este mundo. ¿Sabes de un lugar mejor que El Ocotal y sus bosques para hacerlo? Una banda de esqueletos toca toda clase de ritmos; tropicales, rancheros, colombianos y hasta argentinos. A lo lejos se escuchó las notas melancólicas del Yepi-Yei.
El desfile incluía a esqueletos vestidos con guayabera, paliacate y sombrero, otros hacen sonar la marimba, la guitarra, el guitarrón y el arpa. Otros más viejitos suenan un teponascle y una chirimía. En medio del cementerio crujen los huesos de docenas de calacas bailadoras y otra que se arriesgan saltando una fogata. ¡A todos ha sorprendido que una calaca catrina mueva sus huesos a la hora del danzón con tan buen ritmo que anima todos a bailar y qué decir cuando empezaron a sonar los primeros acordes del “Son de la Loma”!
¿Por qué no bailan las dos calacas de aquel rincón? Son un pequeño niño gordo -aunque él prefiere decir: "soy de huesos grandes"- y una niña algo mayor que él. Un esqueleto con anteojos y barba larga, vestido con camisa, pantalón de gris y pañoleta rosa y apoyado en un bastón, ha llegado a donde los niños están. Los niños lo abrazan con ternura. Es el abuelo Norsi-Bo que toma de la mano a los niños y sale, con su espíritu aventurero, con ellos del panteón. Juntas, las tres calacas, una con camisola roja, otra de color azul y la tercera de color verde, se dirigen al Lago siguiendo la luz de las velas colocadas en cada esquina del embarcadero.
Allá van el abuelo y sus nietos postizos. A su lado pasan calacas en bicicleta, jugando carreras peligrosas; sin embargo, ¿Qué es lo peor que podría suceder a estos ciclistas? ¿Que se mueran de un susto? Más adelante, otras calacas pequeñas se divierten con canicas, yo-yos y trompos.
Llega un grupo de calacas charras, montadas en esqueletos de caballos, e inician a hacer sus suertes con la reata para impresionar a unas adelitas, que han llegado de Echegaray, que han adornado sus trenzas con moños multicolores. El charro más apuesto espolea a su caballo mientras grita: "¡Arre, costal de huesos!".
Un poco antes de llegar a la entrada, un esqueleto de perro -que disfruta de un jugoso hueso- ha reconocido las siluetas huesudas del Norsi-Bo y de los niños. Más tarda en dejar el hueso que en unirse al desfile de difuntos.
En el campamento también hay fiesta. Las calacas nadan, bucean, saltan una y otra vez. A un lado del lago se observa una casa con muros de adobe y techo de tejas rojas. Iluminada por velas que crepitan, la casa del banquete los espera: hacia allá van Norsi-Bo encabezando a claneros, troperos y lobatos.
Ahora díganme; ¿Qué diablos hace Norsi-Bo metido entre los Scouts?
Los cempasúchiles tapizan la entrada de la casa. El aire está lleno de copal y de incienso, un olor lleno de recuerdos que encanta al Norsi-Bo y a los Scouts, a los niños, e incluso al perro e incluso ahora se les unen Chellín y Lian que han llegado de Minnesota.
En el centro de la casa el banquete está listo para los comensales: pollo con mole rojo y mole verde, frijoles, tortillas hechas a mano, pescado "embarazado", que es un pescado ensartado en largas varitas de madera, barbacoa, chicharrón, chorizo de Toluca; todo se les antoja, todo los llena de gozo.
• Pame, Lian, Chellín, todavía no pueden comerse esas calaveras de azúcar. Primero vamos a cenar.
Dice Norsi-Bo, a tiempo para evitar que sus nietos agarren las calaveras que tienen sus nombres escritos en un pedazo de papel aluminio.
• ¿Por qué no, Norsi-Bo?, ¡Por favor!
Protesta los tres, hasta que obligan al consentidor viejo a responder:
• Bueno, pero sólo una mordida. El resto, para después de cenar.
Antes de sentarse a comer, las calacas observan el altar hecho para celebrarlas. Es el mejor que han visto en años, Los Bisabuelos, Munita, Bolita y Galito, felices porque sus familiares, los vivos, han cuidado una vez más todos los detalles: un recipiente lleno de agua para que los difuntos se laven las manos, platones cargados de frutas, pan de muerto, un libro de poesías, la muestra de estambres, una lupa, una fotografía de cada uno de ellos. Por supuesto que no falta el tequila para Bolita, la Biblia de Galito y la correspondencia de Munita para que se ponga al día.
Al lado izquierdo del altar está un precioso vestido con bordados huicholes, una camisa diminuta, un pequeño pantalón y un traje nuevo de manta, muy bien planchado: Pame, Lian, Chellín, cambian sus viejas ropas por las nuevas. Mientras cenan, Norsi-Bo cuenta miles de chistoretes de todos colores que hacen que Pame, Lian, Chellín, y hasta el perro se mueran de risa. Acabada la cena, Munita toma la correspondencia, la coloca a un lado de su silla favorita, escoge una carta, la abre y comienza a disfrutar de su contenido;
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Pame, Lian, Chellín, utilizan una caña con la muñeca como anzuelo para jugar con el perro que, ladrando felizmente, no deja de jugar con los niños.
Horas después, los bisabuelos se acercan al embarcadero. Suben a una lancha; redes, anzuelos y remos. Llaman a Pame, Lian, Chellín, y al perro y, todos juntos, empujan la pequeña embarcación adentro dentro del lago.
Es de noche en el Ocotal. Hoy es dos de noviembre y está todo a oscuras. Pero si te despiertas, y decides caminar, y cerca del embarcadero estás, y miras hacia el lago, podrás ver a tres esqueletos pescando en las hermosas aguas de este campamento.