Al principio: Agua y oscuridad.
Dios Creador había expulsado a Belcebú de su reino porque este se rebeló a sus preceptos de amor y bienaventuranza.
Guiado por la sed de poder, se apropió de uno de los nueve planetas custodiados por el sol y se autoproclamó “príncipe de la tinieblas”.
Nombró como colaboradores a sus incondicionales: Ambición , Miseria, Intriga, Traición, Codicia, Venganza y desvergüenza.
Entre todos se encargaron de obscurecer la Tierra.
La atmósfera se volvió densa y oscura.
La hidrosfera subió el nivel de las aguas y cubrió gran parte de la litosfera, dejando libre solamente las colinas y montañas donde se fueron a vivir los primeros animales de la creación.
Un día, estando Dios Creador en estado de profunda meditación se le presentó, brumosa y oscura, La Tierra.
Aquel bello planeta que el había creado para que se desarrollase la vida, estaba ahora en terrible problema de supervivencia.
Envió, de inmediato, a un ángel con un mensaje para su hijo sol.
Dile a mi padre, omnipotente y poderoso, que mis rayos no pueden iluminar a los seres que en la tierra viven. Allí todo es bruma y oscuridad.
De regreso, el mensajero dio sus noticias a Dios Creador.
- ¡ Ya lo sabia ¡, ese no es sino otro de los sabotajes de Belcebú para impedir en La Tierra el proceso de hominización- y ordenó a todos lo Ángeles de luz que iluminaran la Tierra. Pero estos no alcanzaron a llegar, porque fueron derrotados por el príncipe de las tinieblas y su séquito.
En la Tierra la vida era cada vez más escasa.
Las fuerzas del mal iniciaron una persecución implacable contra todo ser viviente.
A falta de luz las plantas iban muriendo lentamente y su extinción hacía muy difícil la supervivencia de los animales.
Los primeros en morir fueron los grandes dinosaurios, después le siguieron otros animales menores.
Conciente de que había que actuar con la mayor rapidez y eficacia posible, Dios Creador convocó a todas las fuerzas del bien.
- Como ustedes bien saben, es mucho más fácil destruir que construir. Belcebú es muy astuto y con sus poderes malignos se ha dedicado a acabar con la vida en La Tierra. Tiene que haber una forma de combatirlo con su propia estrategia. – Anuncio Dios Creador.
- Sabiduría, Paciencia, Voluntad, Ternura, Esperanza y Piedad se estremecieron al pensar que aquel Dios magnánimo iba a combatir el mal con el mal.
- No creo que eso sea lo que está pensando- se adelantó Sabiduría.
- ¿Por qué no esperar antes de adelantarnos a pensar nada? Complementó Paciencia.
- ¿Cómo se les ocurre pensar eso?, hermanos de mi alma – intervino Ternura.
- ¡Mejor pensemos en los sobrevivientes ¡ -Exclamó Piedad.
- ¡Construiremos un mundo mejor ¡ - sentenció Ilusión, y de no ser por Justicia, aquella reunión se hubiera prolongado por muchísimo tiempo.
- No seamos injustos. Primero debemos escuchar al Creador antes de dar un veredicto.
- Sí, nadie debe ser condenado antes de ser escuchado con suma atención - y se alegró de contar entre sus fieles con Justicia. Quizás, el más ecuánime entre todos sus colaboradores.
- Cuándo se ha visto que la noche se haya iluminado con la oscuridad. Una cosa muy distinta es combatir a Belcebú con sus propias estrategias y otra es utilizarlas para el mal.
Y pidió a sus Ángeles que se le acercaran y les susurró el plan.
Estaba Belcebú impartiendo órdenes a sus secuaces, quienes no cesaban de celebrar el triunfo sobre las fuerzas del bien.
- ¡Qué nos mande a todos sus Ángeles de Luz para derribarlos con nuestros misiles absorbentes! - dijo Codicia.
- ¡Y volverlos añicos y se revuelquen en el lodo para que respeten! - complementó Miseria.
- No esperemos y vayamos por ellos. - propuso Intriga.
- Lo mejor seria pedirles perdón y cuando estén confiados, ZAZ, los atacamos por sorpresa y fuera con todos ellos.
- concluyó Traición. Y acallando sus voces, intervino el Príncipe de las Tinieblas.
- Calma muchachos, la guerra apenas comienza - y los obligó a que ocuparan sus puestos de vigilancia.
Belcebú tenía una nueva incursión de liberación por parte de las fuerzas del
bien.
Ya en sus puestos de combate, cada unos de ellos vio aparecer en su zona cientos de miles de Aves Negras. En cuestión de minutos invadieron todo, haciéndolo todo más negro a su vez.
Y ellos, los secuaces de Belcebú, se felicitaron de tener un jefe tan listo como el que tenían.
Además, le agradecieron a Venganza la fabricación de aquellas aves que podrían en un futuro, contrarrestar cualquier intento de Dios creador y sus Ángeles de Luz. Hasta podían ocupar su tiempo en perderlo y no tendrían que vigilar nada. El más contento de ellos era Pereza.
Y el llamado de Ambición, secundado por Avaricia, no se hizo esperar.
- Ahora podemos atacar con nuestro gran ejército todas las posiciones del Dios Creador - le comunicaron a Belcebú, su jefe.
-¿Cuál ejército? -preguntó éste.
- ¿Cuál más? ¡El de las Aves Negras!
- ¿¡Aves Negras !?
- Claro jefe, si toda la oscurosfera está llena de cientos de miles de ellas.
- ¿Y de quién fue la idea? - preguntó Belcebú al borde de la histeria.
- ¿Cómo? , jefe... ¿Y no fue de usted con Venganza?
- ¡Diablos y más diablos! ¡Preparen de inmediato sus armas y ataquen!
Pero no hubo tiempo de cumplir la orden, porque en ese instante las Aves Negras se desprendieron de su plumaje y cuanto espacio era recorrido por ellas se llenaba de luz, obligando al Príncipe y a sus aliados a esconderse en las entrañas más oscuras de la tierra.
Y el hombre apareció fruto de la voluntad divina, y pobló el Planeta.
Como éste necesitaba dormir, Dios Creador, premiándolo por su obediencia y veneración hacia él, dio una esposa a su hijo Sol y la llamó Luna y juntos formaron el día y la noche, así el hombre podría realizar sus labores en el día y descansar en la noche.
Así fue como Luna empezó a brillar en el espacio sideral.
Desde el mismo instante que recibió la luz de Sol, fue para ellos como una explosión de amor.
Ella, radiante y bella. El, enérgico y gallardo.
Deseaban intensamente fundirse en un mutuo abrazo, Pero sin embargo, por más que lo intentaban no lo conseguían.
Cuando Sol la buscaba por el oriente ella estaba en el occidente y cuando ésta se devolvía a buscarlo, él ya estaba al otro lado, siempre aparecían por lados opuestos.
Dios Creador, omnipotente y todopoderoso, les concedió entonces, cada cierto tiempo, el permiso para que se pudieran encontrar. De esta manera; cada vez que ellos se buscan, la Tierra se eclipsa los ojos para no interrumpir aquél anhelado acto de amor.
Luego, todo vuelve a la normalidad, pero desde entonces Luna sufre cambios en su figura.
De Luna Nueva que siempre era, en Creciente se convierte hasta que llega a Luna Llena.
Aquí es donde empiezan a salir de su vientre miles y miles de estrellas y luceros que iluminan y adornan con su brillo y con su luz nuestro cielo. Y el hombre, siguiendo este bello ejemplo de amor, empezó a multiplicarse.
Los primeros años transcurrieron plenos de felicidad.
El hombre correspondía cabalmente con los preceptos de bondad y amor en comunión. Compartía los frutos de la tierra y se agrupaba para trabajar y defenderse de las inclemencias del tiempo y del ataque de las fieras salvajes.
Los Ángeles de Luz sobrevolaban la tierra cumpliendo órdenes de vigilancia. Y a medida que Dios Creador iba mandando a sus colaboradores a la Tierra, para llenar de virtudes al hombre, Los Ángeles de Luz volvían a la diestra de su trono.
Todo era felicidad.
El hombre asimiló las enseñanzas de Sabiduría y las utilizó en provecho de su comunidad.
Voluntad y Bondad también estaban con él.
Fue entonces cuando Belcebú y sus secuaces, en vista de que nada podían hacer contra El Creador, arremetieron contra el hombre.Al principio se les identificó con facilidad y fueron contrarrestados.
Y hubo la primera disputa. Y se sucedieron muchas más.
Dicen que Belcebú tentó a la mujer y ésta a su vez al hombre.
Dios Creador, desilusionado en un principio, quiso destruir a su máxima creación y con él, de una vez por siempre, a Belcebú y a todos sus secuaces.
Pero Dios Creador se había encariñado demasiado con el hombre y prefirió mandar a todos sus colaboradores a La Tierra, incluyendo a su hijo preferido, con el único fin de que algún día de estos se imponga de una vez por siempre sobre las fuerzas del mal y la Tierra pueda convertirse en el paraíso que él una vez soñó.