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Categoría: Historias Pasadas

Tardes de Glicinas

Llega septiembre; el viento arremolina en el patio hojas y pétalos de rosas, glicinas y jazmines.
Vagamente esta postal me remite a las tardes cómplices de infancia; la misma que abandone hace mucho, mucho tiempo...
Recuerdo al caminar este patio mío, otro; distinto, pero igual...
Aquel en donde junto a Gerardo tramamos nuestras aventuras de niñez...
-¡Piedra Libre! - decía en las siestas.
-¡Tenemos que encontrar el tesoro! - repetía una y otra vez -
-Al don, al don Pirulero...- danzábamos y cantábamos.
¡Ese patio! (testigo mudo de travesuras compartidas).
Juntos aprendimos a construir caravanas de hormigas, los bicho canasto eran los adornos de nuestro mundo...
Cada vez que lo recorro, veo en siluetas de sombras ahumadas a nuestra abuela, que en su mecedora pasaba las tardes entre puntillo y crochet, tejiendo nuestras vidas conjuntamente con las mantillas de hilo peruano...
Junto a ella, Gerardo y yo compartíamos la siesta bajo un cielo perfumado de glicinas.
Siempre, la tarde daba paso a una historia, a una enseñanza, a un recuerdo...
La abuela nos sentaba a sus pies y, sin saberlo; aprendíamos de sus vivencias, de sus historias. Sus relatos comenzaban con la entrega de una flor, dejaba sobre su falda aguja y mantilla; bajaba sus gafas y comenzaba a mecerse lentamente.
Nosotros (uno a cada lado) en el piso y con los rostros en sus piernas abrazábamos las palabras, las saboreábamos, las inhalábamos... poco a poco.
A pesar que siempre le pedíamos la misma historia; nunca mostró enfado, aburrimiento o desgano... Pues siempre existía un nuevo giro para el relato.
¡Cuánto lo disfrutábamos!
¡Que felices nos sentíamos al escuchar su llegada a esta tierra a principios de siglo (cuando las muñecas eran de medias) y con cuanto afecto trasmitía el amor a este suelo que la había recibido...!
-¿Como no iba a amar esta patria; si en ella tengo mis raíces?- era lo que siempre decías-
Y con una sonrisa Gerardo te respondía:
-¿Raíces; como la glicina?-
Entonces reías... Nos abrazabas sobre tus rodillas, nos besabas y comenzabas a lagrimear...
Entrecortadas brotaban las palabras:
-No, mis amores, ustedes son mis glicinas, pues perfuman mi vida cada tarde; en este patio, bajo este cielo-

Abuela... Partiste hace muchos años; Gerardo ya esta a tu lado. Y yo... en cualquier tarde iré al encuentro de ambos, como en la infancia; para correr en el patio bajo glicinas nuevamente; y decir:
-¡Piedra Libre!-
Datos del Cuento
  • Autor: Surilu
  • Código: 3050
  • Fecha: 15-06-2003
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
ananca
invitado-ananca 01-05-2005 00:00:00

me has hecho emocionar en el patio de mi casa existia una glicina ¿tienes mas relatos?

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