I.- EL MATRIMONIO
Lidia y Amalio constituyen el paradigma del matrimonio actual. Se casaron por amor, el que ha fructificado en una hermosa niña de ocho años. Ambos contribuyen por igual a subvenir a los gastos y también a los trabajos domésticos.
Se conocieron en la Universidad. La imprevista rotura del preservativo les implicó en un embarazo no previsto, por lo que decidieron entrar en la paternidad con un "conjuntio maris et femina" santificado por la Santa Madre Iglesia, para que su omisión no conturbara el devenir de la todavía non nata.
Al poco tiempo de contraer matrimonio acabaron la respectiva carrera, colocándose cada uno en su especialidad, él de abogado en un prestigioso bufete profesional, y ella de periodista en una revista semanal.
Como base fundamental del matrimonio establecieron el compromiso de ser mutuamente sinceros, sin que ninguna causa, motivo o razón interfiriese en esa norma de conducta libre y formalmente asumida por ambos.
II.- EL DESLIZ
La directora de la revista encomendó a los periodistas Lidia y Arturo la realización de un reportaje en una población lejana.
Ambos, Leila y Arturo, poco más o menos tienen la misma edad, sin que ninguno de ellos sobrepase los veintisiete años. Viajan en el Laguna de la empresa. Conduce Arturo, quién se muestra locuaz y dicharachero. Posee un caudal de chistes impresionante, además de envidiable gracia para contarlos. Lidia ríe a mandíbula batiente, de modo que cuando atisban una gasolinera le dice a Arturo que pare, a fin de evitar que cierto líquido corporal inoportuno manche la tapicería del asiento.
Al llegar al punto de destino, entre ambos ya se ha establecido una sincera amistad que rebasa el trato de simples compañeros que han mantenida hasta ese momento Cenan en el Hotel que les ha reservado la empresa para pernoctar.
Como la noche se muestra cálida y acogedora, deciden pasear por la ciudad para desentumecer el cuerpo después del largo recorrido en coche.
El trato que se dispensan ahora es el de dos amigos sin inhibiciones ni falsos pudores, de modo que se permiten en su conversación alguna expresión escabrosa y hasta leves contactos corporales, como el cogerse de la mano para cruzar la calle, o pasarse el brazo por la cintura mientras contemplan un escaparate
En una de las calles se topan con un cine, y puestos de acuerdo deciden entrar. La película, "Las edades de Lulú", cuyo título les ha pasado desapercibido al entrar, insensiblemente les despierta en ambos un estado de morbosidad, que sin apercibirse se encuentran abrazados y besándose con inaudita pasión.
Sin que medie palabra, ambos se ausentan del cine y enlazados, mientras menudean los besos, se dirigen al hotel. En la habitación de Arturo, ambos se lanzan a ese cabalgar sin bridas y sin espuelas, con los pechos anhelantes, que conduce a la meta en qué se vislumbra un atisbo de la mayor felicidad terrena
III.- LA CONFESION.
Al regresar a casa, Lidia le cuenta a Amalio todas las vicisitudes del trabajo realizado, sin omitir que por culpa de Almudena Grandes que se recreó en el concupiscente relato de "Las Edades de Lulu", tuvo un devaneo circunstancial con su compañero Arturo.
El rostro de Amalio, mientras se enteraba del anómalo comportamiento de su mujer, se mantuvo tan hierático, que ni yo mismo, que soy el forjador de esta historia, supimos apreciar con que talante se tomó Amalio esa confesión tan paladina.
IV.- LA SECRETARIA.
No había transcurrido ni tres meses del acontecimiento antes narrado, que un buen día, Amalio, como la cosa más natural del mundo, le contó a Lidia que durante su ausencia de la semana anterior, se había visto obligado a requerir los servicios de su Secretaria para que atendiera a la hija, que estaba en cama por enfermedad, ya que él tenía que realizar un trabajo urgente.
Al llegar a casa se encontró a la secretaria dormida, tumbada en el sofá. Su abandono era tan lascivo, mostrando parte del pecho, los torneados muslos con el minúsculo tanga que se introducía entre los gruesos labios, que no pudo vencer la tentación, y arrodillándose sobre el suelo procedió a rendir pleitesía con labios y lengua a tan atractivos parajes, hasta que ella despertó y se abalanzó en sus brazos como la más enfebrecida vacante, hasta que el éxtasis dio cima a tan sicalíptico embate..
Tampoco el rostro de Lidia, en esta ocasión, como antes el de Amalio, demostró cual era su estado de ánimo.
V.- DESENLACE
Cuan cierto es que en la actualidad existe una libertad sin límites en todo lo que se refiere a la sexualidad. Las costumbres mediatizadas por ese vehículo educador que es la televisión se muestran tan acordes con el sexo al descubierto, sin tabúes ni trabas morales, que hasta los niños pueden dar acertada contestación si se les pregunta sobre los alambicados ejercicios corporales para realizar la cópula que muestra el kamasutra.
Pero hay algo consubstancial al ser humano que escapa a toda ajena intromisión. Es algo que podrá más o menos domesticarse, pero jamás desaparecerá en su esencia; tal es el hambre, la sed, el frío, el miedo, el sentimiento amoroso o los celos.
Y Amalio y Lidia no eran una excepción entre los demás mortales. Y por eso, aquello que habían contado como intranscendentes aventuras pasajeras, fue cuajando en el interior de cada uno de ellos hasta desembocar en una desazón y desasosiego tan inaguantable, que un buen día acordaron de mutuo acuerdo romper su vida conyugal.
Lo que prueba la verdad del refranero: jamás cuentes lo que no quieras que se sepa, y por la boca muere el pez.
Angel comparto plenamente ese refrán, del mismo modo que uno que dice: el hombre es esclavo de lo que dice y dueño de lo que calla. Pero participo de la idea que no se rompe nada que, no estaba propenso a romperse.. Bellísima tu forma de expresarte y excelente a mi gusto el tema que trataste.