Mas que un cuento, el presente es una recomendación, para que enseñemos a los niños a comprender y a amar a la naturaleza, para que cuando sean adultos practiquen, precisamente, el amor hacia la naturaleza.
Empezamos:
Hijo mío, no temas a la noche porque la noche aunque misteriosa, es tan bella y serena, además, el día tiene derecho a descansar. Si no existiera la noche hijo mío, no podrías ver las hermosas estrellas ni la luna ni las luciérnagas, ni a los novios en las noches tiernas y cálidas de verano, paseando por las calles jurándose su amor. Por eso hijo mío; ¡ama a la noche!.
Hijo mío, no temas al viento; porque es el viento el que te refresca en las calurosas noches de verano. El viento es bello y es generoso. Es el viento el padre de las flores y de los arboles, porque el viento es el que transporta el polen y las semillas, y estas semillas germinan y dan vida a las flores y a los arboles, entonces hijo mío; ¡ama al viento!
Hijo mío, no temas a la lluvia; porque la lluvia, es la que te da de beber y es ella misma la que alimenta a las flores, a las plantas, a los animales, y a todos los seres vivos, incluso, la lluvia alimenta al mismo mar. Además, las tardes lluviosas son el alimento de los poetas, el regocijo de los enamorados y el juguete de los niños. Por eso hijo mío; ¡ama a la lluvia!
Hijo mío, no temas al mar, porque el mar es el hogar de los delfines, de las ballenas y de los peces; es la casa del pescador y del marino, es el espejo de la luna, y ella se mece sobre sus olas; el mar es el padre de las playas donde te diviertes y por donde también pasean los enamorados en las noches de luna. Por eso hijo mío; ¡ama al mar! Hijo mío: ama a la noche, al viento a la lluvia, al mar, ama a la naturaleza!, porque al amarlos; ¡ te amas a tí mismo!
Es un cuento precioso para los más pequeños. Con pocas palabras dice muchas cosas. Me ha encantado y supongo que a mis niños cuando se lo lea les gustará mucho, también.