Corre el amante, temeroso por oscuros callejones, irrumpe cuan tromba en el aposento de su amada, y tembloroso su cuerpo, trémula su voz, al verse al lado de ella le susurra:
"Mi amor, allá, a la vuelta de la esquina, me espera, no me dejes esta noche, es ella, la ladrona de esperanzas, aquella que sabe que mis deseos puestos en la balanza, no pasarían el mas leve intento de ser medidos contra mi fortaleza, no me dejes esta noche, buen lugar para dormir será el cojín aquí a tus pies, buen resguardo el sonido de tu pecho, buen escondite las curvas de tu cuerpo, buen calmante tus labios y tus besos. No me dejes esta noche, no sea que sucumba a mis deseos, que ella conoce por donde flaquea el cuerpo, solo esta noche, ampárame en tu seno".
Despues de una noche de larga agonía, sale el Sol de cada día y espanta con su brillo las sombras de la noche, se recorta la figura de la amada contra el marco de la puerta, el amante se retira calle abajo, con paso firme y frente en alto, mientras ella en una oración para con Dios y en abierta declaración contra el enemigo que huye en las tinieblas musita:
"Será que cree que podrá apartarlo de mi? No puede, ese demonio con cuerpo de mujer no puede, ni hacerme sentir un leve impulso.
Mira en lo que te has vuelto, eres la imagen viva del desprecio, ¿qué me darás? ¿carne? Ya tengo, lo que yo necesito tu no tienes, eso es espíritu, es lo bueno, de eso tu no conoces, de lo tierno, alli tu mundo termina, y comienza el nuestro".
A lo lejos, el amante también ora en silencio, y entre labios se le oye decir:
"Algún día, huiremos hacia ese mundo, donde todo ya ha sido creado para que podamos amarnos, una montaña, un lago fresco, hierba verde y tu cuerpo con mi cuerpo".
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