Angustias del exilio
Un día cambié mis veredas. Atrás quedaron mis flores, mis frutas, mis recuerdos, mis amores, mis amigos, mis olores.... en fin mi vida entera. Me sentí empujado de mi propia tierra al ventisquero más lejano de mis premoniciones. Huí, tras una multitud de ecos volcánicos que parecían exigir con su voz de trueno, mi partida. No tuve alternativas y partí, dejando con tristeza mis esquinas, mis orillas, mis senderos......y fui desapareciendo como humo que se lleva el viento.
Treinta años van desde entonces, en que en tierras de suelo verde, la nieve pinta de blanco en inviernos que no terminan. Allí nací de nuevo. Volví al abecedario de mis primeros pasos, mis ojos tuvieron que ir aprendiendo los nuevos paisajes y modelando nuevamente mis deseos, mis ambiciones y mi vida.
A pesar de todo, nunca me acostumbre definitivamente. He caminado ríos, he caminado la nieve, he jugado con el viento y me he reconciliado con la lluvia torrencial. Truenos y relámpagos me han hecho descubrir un nuevo cielo, sin embargo he perdido para siempre mis estrellas, mi sol y el canto de los caminos. He aprendido del silencio, pero necesito tu voz.
Qisiera volver, pero no quisiera hacerlo distinto. Tengo miedo de no llegar exactamente al lugar de donde partí. Y por éso, entre ligeras lágrimas y una profunda emoción, me voy quedando, aunque quisiera volver.
25 9 2003
Muy bellas, esas idas y venidas en el viaje emocional que describes con esmero y un notable sentido poético. Un saludo y enhorabuena.