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DOS SONRISAS

Mi puerta de personal está triste, la megafonía deja sonar unas notas musicales en el aire que nos desgarra el corazón como el zarpazo de un tigre de Bengala. Mi chicos y chicas pasan tristes, las miradas en el suelo sus caras compugidas.

Mi amigo David Cutillas lleva el paso lento, sus ojos enrojecidos, su cara refleja tristeza, su corazón, está herido por lo mezquino y criminal que los terroristas han sembrado hoy en Madrid.

Esta mañana, en su aula de la Univerdidad, se guardaron cinco minutos de silencio. La mano asesina del TERRORISMO ha dejado su targeta de visita, en sus dos caras pone muerte. No tienen sentimientos. No tienen el honor, ni la hombría de dejar una llamada en el contestador, aunque sea a cobro revertido, porque cientos de familias, cuando marchaban a su trabajo, en esos ferrocarriles de vía estrecha, sus bombas asesinas segaron las vidas de personas inocentes.

¿Qué delito habían comentido? ¿El de ganarse el pan con el sudor de su frente? ¿El de levantarse a las 5,30 de la mañana para cumplir con su trabajo, como personas honradas? No tengo palabras para condenarlo.
Cuando esa esposa ha besado, en señal de despedida, a su esposo e hijo, nadie sabía que no era un ¡hasta la noche!, sino ¡hasta la eternidad! los muertos serán enterrados mañana.
Los pésames serán infinitos, las lágrimas correrán por muchas mejillas.

Coronas de flores, abrazos llantos. Primero la tierra, las flores, después la fría lápida de mármol y , por último, el silencio en el campo santo. En su mente bullen recuerdos de vacaciones maravillosas, junto a su esposo e hijo, en esas playas de levante, donde pasaron días interminables de felicidad. No puede conciliar el sueño, sale al balcón, el aire es húmedo, como sí también hubiera llorado la pérdida de sus seres más queridos.

Esta noche el cielo es más brillante que otras. La luna semioculta por una nubecilla llora avergonzada la terrible tragedia. La ciudad duerme en calma. El día ha sido agotador, en carreras, lágrimas y sangre. Cómo una película de terror es proyectada en su mente. Jamás volverá a verlos. Esa risa tan peculiar de su hijo dejará de escucharla. Los brazos fuertes y musculosos de su esposo no abrazarán su cuerpo frágil y caliente en sus noches de amor.

¡Como es posible que en unas horas de una gran felicidad, se pase de la angustia al dolor, a la desgracia en una familia sencilla y trabajadora!
¡Señor qué pecado he comentido!

No tiene respuesta. Porque no la hay. El terrorismo es así. Sólo con la ayuda de todos se le podrá vencer. Pero en ella deja una herida que será imposible de cicatrizar, pase el tiempo que pase. Le han arrebatado de sus brazos, todo cuanto tenía en la vida. Los días serán más largos y penosos, y las noches interminables. Para las demás personas, el paso del tiemo lo curará todo. Para ella no. Cuando pase por la puerta de la habitación de su hijo, no escuchará el teclado del ordenador y una lágrima se deslizará por sus mejillas.

En el rimcón de su habitación, el olor fresco de la colonia de su esposo lo respirará en el ambiente. Su vecino con el paso de los días dormirá las noches de un tirón. Ella se desvelará muchas veces; tendrá pesadillas. Se abrazará a la almohada, la besará, la mojará con su llanto. Ya nada será igual. Mira al cielo con los ojos humecidos. Las estrellas titilean en rojo, amarillo, azul. La luna se oculta por completo detrás de una nube. No quiere verla llorar. Allá, en lo más alto, dos luceros tienen un brillo especial, es diferente a los demás. Parecen como si guiñaran sus ojos. Ella los miran, vuelve a mirarlos, se limpia sus lágrimas con su diminuto pañuelo. En sus labios se dibuja una media sonrisa.

Los luceros parecen que la miran. Si, son ello.... Dios los ha llamado a su paraíso. su cara es toda una gran sonrisa. Ya no llora sigue mirando la cielo y riendo. Ellos le guiñan sus ojos, titilean sus caras en colores, rojo, amarillo, azul. Está feliz y se mete en su cama, se queda dormida. Una luz brillante besa sus mejillas. Son su esposo y su hijo. En su cara queda una sonrisa eterna.

Que a la mañana siguiente será la que le dé fuerzas para seguir luchando en este valle de lágrimas.

AUTOR;Antonio Martínez.
Murcia, 11 de marzo del 2004
Datos del Cuento
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