Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Hechos Reales

Danzón dedicado a . . .

Ahora tenía bastante tiempo para cavilar sobre su ya lejana juventud o un más sobre su niñez. La tarde era algo fría, el viento soplaba del norte al sur. Al cabo de no tener obligaciones se orientaba fácilmente, en un principio con una brújula que compró en uno de tantos tianguis domingueros que solían situarse cerca de donde pasaba largas tardes a la sombra de un frondoso árbol, mismo que años atrás se había empeñado en derribar aunque considerando que las fuerzas de sus manos y pies los había dejado apretando tuercas de motores, suspensiones y diferenciales, trato de derribarlo regándolo con ácido muriático siendo que las raíces profundas de la Jacaranda doblegaron sus deseos de eliminar el árbol mismo que ahora le brindaba su sombra y por qué trató de derribar ese portento de la naturaleza, solo por que algún día amaneció con la idea de que pronto en alguna tormenta de esas que se estilaban por estos rumbos la frondosa copa sería blanco de un relámpago o rayo y de ese temor nació la idea de eliminarlo.

Afortunadamente la naturaleza es más sabia que lo que puede tener cabida en nuestra reducida disertación y no permitió que el trabajo de varios decenas de años, literalmente, se viniera por tierra.

Ahora los archivos guardados en la ya deteriorada memoria afloraban con la facilidad que habían ido sucediéndose.

Te veo Ventura con tu gorra vasca de lado, negra no sé sí por ser su color natural o por la mugre que habías adquirido en tus correrías como maletilla en tus ansias de aprender a torear, a enfrentarte cara a cara con el burel sin importar el tonelaje que sostenían cuatro patas y unos pitones que jamás te hubieras imaginado que fueran tan grandes y tan puntiagudos como los de la vaquilla aquella que en tus correrías junto con la palomilla de la Condesa quisiste capotear armado con mas valor que con la capa que tu mismo habías armado con remiendos de paliacate y cuanto trapo rojo cayó en tus manos.

Recuerdas que decían que para ser un buen torero se requería de haber burlado la vigilancia de los caporales y en improvisado ruedo hacerle una faena que te llevaría a presentarte primero en el Toreo de la Condesa y después a la gloria reservada a unos cuantos escogidos, la Plaza México. Pues si, tus ganas eran muchas y tus facultades espléndidas, pero tus conocimientos escasos, tan escasos que no te salvaste del revolcón que aquella vaquilla brava acertó a darte en la media noche y que sí no ha sido por la llegada de los vaqueros, aún estaría zapateando en lo que quedara de tu famélica humanidad. ¡Pero Ventura!, ¿De donde te salió la afición taurina?, ¿Solo porque tu abuela te había dicho que tenías cuerpo de torero?. No Ventura, la verdad es que estabas flaco pero ... ¡De hambre! Tus huesos se podían contar uno por uno pero muy diferente a tener cuerpo de torero, ¡Hazme el favor!.

Recuerdas cuantos días estuviste adolorido y escondiéndote de tu mamá mas que por temor por vergüenza, ¿No te dabas cuentas que nunca hay que tener vergüenza frente a una madre?, Sí habías tenido el valor de valor de plantarte frente aquella vaquilla que más parecía un ferrocarril en plena marcha hacía ti que un eral con incipientes astas. Mira que de haber tenido conciencia le hubieras platicado a tu madre tu aventura con sus consabidos resultados y ella con toda seguridad, con las maravillosa manos con que Dios dotó a las madres te habría de haber curado con más amor que el que te puede dar cualquier linimento o alguno de los remedio que tus cómplices de camarilla te aconsejaron después de tirar el miedo atrás de las magueyeras y de las nerviosas risadotas que vinieron como escape a toda la adrenalina acumulada desde el momento que te imaginaste como partida de plaza hasta el mismito revolcón.

¡Ja!, Ya te veías vestido de luces saliendo en hombros de la delirante afición, espera, espera, ¿Y qué pasó entre que te veías partiendo Plaza y saliendo en hombros?, Ah, eso no lo sabías, ¡Claro que no lo sabías!, Nunca habías estado frente a un burel de verdad, no es lo mismo el aparato que unos cuernos delante de un autentico toro de quinientos kilos, ¡Claro que no es lo mismo!.

Pero dime, ¿Qué te dolía más, los derrotes, los golpes con la testuz o los pisotones que te había acomodado aquella vaquilla que más parecía un ferrocarril que de pronto te arrolló?, o ¿Te dolía más la vergüenza del revolcón?, o ¿Que tu mamá se hubiera dado cuenta? Y aunque eres bastante moreno, pues se te notaban los moretones y esta bien que tratabas de caminar derechito – como un torero - pero tu lastimero andar denotaba que algo te hacía caminar con paso de Partir Plaza aunque bastante desfigurado y eso fue lo que te delató a la vista de tu madre, ¿Pero qué pensabas?, ¿Qué te escaparías a la vista cuidadora de ella?, ¿En qué cabeza cabe semejante aberración?, Sí ojos de una madre no necesitan estar abiertos para saber donde están sus hijos o cómo es qué están.

Recuerdas que tu calentura era más poderosa que un simple zarandeo de una vaquilla y después de que los dolores desaparecieron, pero no los de tu espalda o los de las piernas o los de los brazos, no esos no, los del alma, los de la vergüenza, los del rencor y que aparecieron nuevamente en ti los sueños de grandeza, los de verte convertido en un ídolo de la afición, la de sentirte partiendo plaza en medio de dos “mataores”, la de escuchar un Paso Doble que Agustín Lara te compuso después de que le brindarías la muerte de aquel burel, ¿Cómo se llamaba?, ¡Ah! Si, BERRENDO, de Piedras Negras, bragado, botinero, ancho de cornamenta y pesando quinientos cuarenta y tres kilos. Tu sueño era, como escribió el mismito Agustín, calmar tus ansias de novillero, calmar tus sueños por salir en hombros por la puerta grande y que te llevaran por toda la calle de Durango hasta la avenida de los Insurgentes y la multitud que te acompañara gritando, ¡Ventura!, ¡Ventura!, ¡Torero!, ¡Torero!, ¡Eres el León de los toreros! ¡Faraón de Tacuba!, ¡Ah que sueño!, Sueño del que no querías despertar a no ser por el brusco sonido de un claxon de un MAC que se te venía de frente como embistiendo, ¡Cuidado Negro!, alguien te gritó,

- Que aunque este no tiene cuernos, el que lo viene manejando es más buey que los que quieres torear.

Si que era más pesado que el toro de tus sueños y a no ser porque entraba al taller donde trabajabas como aprendiz de mecánico, se la hubieras mentado, mínimo.

- Hazte un lado “Maletilla”. Gritó el chofer del MAC.

Tu solo lo saludaste como agradeciendo a los tendidos los aplausos después de una soberana tanda de “Verónicas”.

Recuerdas que alternabas tus tareas en aquel mugroso y grasiento taller mecánico con tus escapadas a las afueras del Toreo de la Condesa donde diariamente a eso de las cinco y media de la mañana se reunían otra decena de soñadores igual que Tu, dizque a aprender el Arte de Cuchares y algunas veces te tocaba empujar el engaño, especie de carretilla con una rueda de bicicleta que entre todos habían ido armando hasta colocarle unos cuernos que se encontraron en las afueras del coso después de una tarde en la que pasaron agazapados desde las dos de la tarde hasta que por fin se abrieron las puertas ya en el último tercio del sexto de la tarde, el que cerraba plaza, el que deseaban ver aunque solo fuera un pedacito de faena, ver al “Mataor” con su traje de luces relumbrando como diamantes colgantes brillando a la luz de los reflectores que a lo alto de los tendidos encendidas rendían tributo luminoso a los valientes alternantes. Dos tres muletazos eran suficientes para calmar las ansias de la decena de maletillas que no había tenido la suerte de cargarle sus arreos a algún sub-alterno y de esa forma colarse a la barda de la Puerta de Cuadrillas. Esos breves momentos eran suficientes para embriagar todos los sueños de la semana y esperar nuevamente el próximo domingo para ver sí tenías suerte en cargarle sus arreos a algún sub-alterno y convertido en escudero poder ver, ¡y de gratis! Toda la corrida. Bueno no podría haber sido de otra forma porque los boletos estaban muy fuera de tu alcance ya que lo poco que te ganabas en el taller mecánico servía para ayudar a sostener el gasto de la casa. Ya ves Ventura, ¡Cómo se te ocurrió ser el mayor de tus hermanos!. ¡Que mala pata la tuya!. Hay que ser el menor y sobre todo cuando se tienen siete hermanos, siempre serás el consentido, pero no, fuiste el primero, el hermano mayor el que tenía que ayudar para “La papa”, el que se soba el lomo para que los demás coman y que puedan ir a la escuela porque esta de la patada sí no estudias, te quedas como trabajador y de los mal pagados porque aún como trabajador tendrás que saber leer y escribir si no corres el riesgo de que te hagan Güey con la paga y ya saliste bailando y ¿Cómo le explicas a tu mamá que no te dieron completo tu sueldo?, ¡Hay Ventura, con lo mula que eres seguramente va a pensar que te fuiste a echar una frías con tus cuates del taller, ¡Claro! Como es sábado siempre acostumbran pasar el bote y entre todos y alguna cooperación espontánea de algún cliente, de los que nunca faltan, pues se organizaba la “bistezisa” y de ahí la seguían con la Coronas y en un descuido hasta terminaban haciendo ya la forzosa “Cooperacha” y de ahí hasta que se acabara la botella de a litro de Bat man o lo que es lo mismo. Bacardí Blanco.

Recuerdas Ventura aquella primer borrachera que te pusiste después de que celebraron tu primer ajuste de motor, tu solito lo hiciste, y eso que apenas eras un Chalán, bueno el Maestro Memo siempre te estuvo viendo y supervisando aunque tú ni te diste cuenta. Mejor ni hubieras celebrado, al otro día regresó el GMC con el motor desbielado, habías puesto las cucharas al revés. Buen regaño que te llevaste, ese maestro Memo si que era duro con sus ayudantes.

- ¿Qué te pasó?, ¿En que estabas pensando?, Tu y tus sueños de torero, así no vas a llegar nunca a ser un buen mecánico.

- ¿Mecánico?, Yo no quiero ser mecánico yo seré; ¡Torero!

Buena te la pusiste te creías el mero Maestro y después de la tercer cuba te pusiste a torear cuanto MAC estaba en reparación y por más que citaste ningún desgraciado camión embistió. Lo bueno que Crispín el ayudante de los “Muelleros” te hizo el quite y le avisó a tu mamá que tenías que quedarte a velar porque se les había cargado el trabajo. Tu mamá iba a mandar a tu hermano a que te llevara un termo con café para que no pasaras frío. ¿Frío?, Frío es lo que menos tenías, si te la pasaste bien calientito hasta que te gano el sueño y te metiste a un camión a dormir y hasta las ocho de la mañana siguiente te despertaron la cruda, el hambre, la sed y las ganas de ir al baño, ¿Cuál baño? Si en el taller solo había un agujero en la tierra que disfrazaban con diesel para evitar los malos olores donde orinaban y para algo más aunque para mayor necesidad, pues se atravesaban la calle y enfrentito del taller en “La Imperial” al son de “Aventurera” pedían una cervecita y mientras la servían aprovechaban las instalaciones y a cumplir con el ciclo natural de la vida, claro que en muchas ocasiones después de la primer Corona bien fría le seguían otra y otra hasta que llegaba el Maestro Memo y después de un buen regaño delante de quién estuviera iniciaba toda una letanía de improperios y leperadas preámbulo de un verdadero castigo que en general consistía en lavar los motores que se iban a ajustar. Hay cuanta sed, la boca seca y tu sude que sude. Fue cuando llegó Crispín y te llevaba un Alka-Seltzer y un plato de enchiladas que devoraste, ¡Ah que picosas!. Pero que sabrosas y cuando empezaste a sentir los efectos del hierro que le da el picor al mole, en tu lengua de la bolsa de atrás de su overol, Crispín sacó una Coronita “Bien Fría”, ¡Ah¡, te supo a gloria. De ahí y sin decir ninguna palabra salieron del taller y como era domingo pasaron a un lado del Templo de Nuestra Señora del Pronto Socorro que por estar al otro lado de la calle del parque donde según alguien estaba el Árbol de la Noche Triste aquel donde dizque lloró el tal Hernán Cortés y por lo tanto se le conoce más como “La Iglesia del Árbol”, pues en la mera esquinita ahí mero se ponía una señora a vender café caliente y tamales, Ahí se reventaron un café bien cargado, como decía el Maestro Carlos, el Hojalatero.

- El café, como las mujeres, ... se debe tomar sin nada y bien caliente.

¡Ah!, Después de la cervecita, de las enchiladas y del cafecito, ¡Como nuevo!. Todavía hicieron algo de tiempo antes de llegar a tu casa y se fueron al Plan Sexenal a ver ... lo que hubiera. Primero estuvieron viendo el béisbol, te llamó mucho la atención pero como ya habías notado que la vista te fallaba para ver de lejos, pues con esa bolita y con lo recio que la aventaban y más como la lanzaba el cuate ese del montecito, -Loma. Te corrigió Crispín. No pues eso no era para ti, así que mejor otra cosa, del Parque de Beis se fueron a meter al Gimnasio donde estaba un torneo de básquetbol, ¡Ah!, Este si mira que balonzote, ese si que lo puedes ver desde aquí hasta allá.

¿Te acuerdas como te atrajo este juego?, Tanto que te hizo olvidar el toreo, ahora recuerdas haber visto el anuncio de la presentación de unos jugadores negros muy famosos, Los . . . ¿?, Ah si, Los Globe Troters, unos gringos morenos que de verás la movían. Desde que viste el anuncio aquel pegado con engrudo en el poste donde diario esperabas el camión de la Línea Panteones, te imaginaste vistiendo esos coloridos uniformes con los colores que tu sabías que eran los de la bandera gringa, nunca te has explicado cómo es que se atreven a usarlos hasta en los calzones, bueno cómo es que se los permiten, pero se veían muy bonitos y todos negritos, ¡Como Tú!, Bueno tu no estas tanto pero por algo te dicen los de la palomilla, desde la primaria, la Tresguerras allá por Golfo de California, bueno así se llamaba la calle, aunque todavía existe, y vaya que si le quedaba muy al centavo ese nombre porque había que verla cuando llovía, por chico que fuera el chubasco, siempre se inundaba y teníamos que caminar con el agua hasta las rodillas, ¿Te acuerdas?, Tú y Carlos siempre andaban chacoteando y siempre llegaban a la casa de Carlos allá por el Piojito ese mercado que tomó su nombre de un albergue que el que caía por ahí ya sabía a lo que se atenía. ¿Te acuerdas que todos tenían su apodo?. El Mascalagua, El Moco, El Caridedo, El Tartamudo, El Cocoliso, El Chino, El Glostora, El Patotas, El Jarocho y así hasta que a ti te decían El Negro, o El Joe Louis por aquel famoso boxeador de color que le pegó al tal Max Schemeling un alemán que se creía la mamá de Tarzán y al Primo Carnera, un masacote argentino que no le sirvió ni para el arranque, ¿Te acuerdas?. Tus Locuras te llevaron a querer ser boxeador, eras bueno para los moquetes, pero, ¡De por sí eras feo! Pues con tanto moquete ibas a quedar peor, ¡No!, Mejor no aquí le paro y fue que tu paso por el rudo deporte de las orejas de coliflor no fue un campo propicio para ti así que aquella pelea de entrenamiento fue tu debut y despedida así que siempre dijiste que te habías retirado con una sola derrota, ¡Claro!, Sí solo peleaste una sola vez.

Pues fue Carlos el que te animó a que se metieran a jugar al básquetbol y empezaron a jugar en el equipo de la Línea de los Panteones.

Pero, ¿Te acuerdas aquella tarde que salieron del básquet del gimnasio del Plan Sexenal y ya empezaban a poner las sillas plegables y el ring,

- ¿Y ahora que sigue?

- Sabe

Salieron, más que por gusto por los gritos que empezaron a dar unos gorilas vestidos de negro, dizque “Los de Seguridad”. Salieron y se percataron de que anunciaban tres peleas de Lucha Libre; El Temible Rata Blanca contra el Diamante Azul. ¿Te acuerdas que cuando iba llegando La Rata Blanca tu te acercaste sigilosamente y le asestaste un coscorrón de campana en la mera mollera, únicamente alcanzaste a ver como La Rata Blanca caía cuan chaparro era y hasta las patitas levantó. Y de nuevo . . . “Patas pa’que te quiero”.

¿Y te acuerdas de aquella vez en el “Venustiano Carranza” cuando el juego por el que tu equipo no perdía ni ganaba nada pero el contrario en caso de ganar amarraba el segundo lugar y sí perdía se caía hasta el quinto lugar?. Cómo no te vas a acordar sí el que se dijo representante del otro equipo se coló hasta los vestidores y les ofreció equipos nuevos y a ti, según sus propias palabras, “Un quinientón” osea ¡Quinientos pesos! De aquellos y que para verlos juntos tendrías que haberte ajustado no menos de diez Mac’s. Que lo mandas al diablo delante de todos tus compañeros y todos estuvieron de acuerdo. Le dijiste de la “A” a la “Z” y lo menos que le restregaste fue que sí no eran capaces de ganar en la duela no merecían jugar en esa ni en ninguna liga.

El asunto no paró ahí sino que durante todo el partido te estuvieron molestando, codazo tras codazo, faul tras faul y tu, “Aguantando Vara”, como decía Carlos, hasta que y como lo describe el recorte de periódico “La Afición”, que por tantos años conservaste . . .

“Gran Alboroto en el “V. Carranza”.

Al terminar el match entre las quintas “Tabasco” y “Rastro” , que se efectuó en la primera cancha del parque obrero Venustiano Carranza, se produjo una batalla campal entre jugadores y partidarios de ambos clubes y uno de los jugadores resultó gravemente lesionado.

El policía Ramón Chávez Torres, que estaba de servicio en dicho Parque, intervino y aprendió a tres de los rijosos, y conduciéndolos a la segunda delegación, se supo lo siguiente:

Al concluir el juego, Alfonso Fernández Cuevas, jugador de la quinta “Tabasco”, fue agredido intempestivamente por el jugador del cual únicamente se conoce como “El Negro Ventura”, jugador del “Rastros”, y al arrojarlo al suelo de un terrible gancho a la quijada, le fracturó la base del cráneo.

Porristas y jugadores se liaron a golpes, ocasionándole lesiones leves. Al llegar dicho policía, solo pudo capturar a los hermanos Mario y Gonzalo Lastra Garrido, porristas del “Tabasco” y a Fabián Montejano Martínez del “Rastros” y en cambio el sujeto conocido como “El Negro Ventura”, que lesionó de gravedad al jugador Fernández Cuevas, no pudo ser capturado porque emprendió la fuga.

La delegación puso en libertad a los tres detenidos, puesto que su delito se casatiga con pena alternativa: y al herido lo internó en el Hospital Juárez para su curación.

Y tu muerto de la risa. ¿Te acuerdas?. Que cuando te separaron, te querían llevar a la delegación y le dijiste al policía que te permitiera cambiar ya que aún conservabas tu uniforme, aquel que ligabas con unos calzonsotes que tu esposa te había hecho porque los del equipo los perdiste o te los robaron en quién sabe dónde. Pues bien el policía accedió a que te cambiaras y entraste a los vestidores donde te bañaste y te pusiste tu traje con todo y corbata y un sombrero beige que tanto te gustaba por su pluma al lado derecho, “Bien Padrote”, diría Carlos al mismo que le encargaste tu maleta ya que estabas resignado a pasar cuando menos una noche “Planchando Tolteca”, o sea detenido en los separos de la delegación.

Y cuando saliste enfrente del policía pues ni te reconoció así que con toda la calma del mundo te acomodaste tus lentes y hasta le diste las buenas tardes de ahí te fuiste a esperar a tus cuates a la tiendita aquella donde celebraban triunfos o derrotas.

Pero dime, ¿Qué pasó con tus ansias de novillero?. Ah, pues que la calentura por ser torero se te bajó pero no así la afición esa siguió hasta el grado de soñar despierto vestido de luces pero ya viendo los toros desde la barrera, bueno no precisamente desde la barrera ya que de cualquier manera primero estaba el estomago que la afición, bueno eso aplicaba perfectamente en tus hermanos pero no en ti ya que aunque fuera con la panza vacía tu te apersonabas en la entrada de cuadrillas y si no era de maletilla te escabullías y cual mejor espontáneo burlaste a los taquilleros y demás vigilantes hasta llegar a la inclinada barda de la puerta de cuadrillas. Pero de eso a tratar de saltar al ruedo a calmar tus ansias ya fue diferente.

Recuerda cuántas veces viste torear a Lorenzo Garza con todo y sus broncas que aunque en una tarde les mentaba la Madre a todo el público a los ocho días ahí estaban llenando el coso hasta las lámparas para verlo trastear una de las mejores faenas de toda la temporada y volcarse la afición como uno de sus mayores ídolos.

Bueno pues siguió el básquet alternado con los festejos que no eran otra cosa que pretextos para celebrar la victoria o alivianar la derrota, el caso era tener una buena razón para juntarse con la raza y en la tienda de la esquina surtirse de cuando menos un cartón de Victorias o Coronas y empezar a discutir los pormenores del juego hasta el cansancio o hasta que recordaban que era domingo y que por el Cuatro, Paco Malgesto con Carlos Albert transmitían desde la Plaza México, la corrida de toros y como en casa estaban estrenando televisión, que en esos tiempos era en blanco y negro, pues había que verla ya que después de los gastos propios de, Equipo, cuotas, arbitro y eso sin mencionas las cervecitas, pues ya no alcanzaba para el boleto de los toros, así que a correr para ver partir Plaza que las notas de Cielo Andaluz partían tu corazón y movían al gusanito del recuerdo que buía en tus adentros y pues acompañados de la barbacoa del Compadre Vega que ya parecía Chicharrón Aprensado pues le entrabas a los tacos con Salsa de Pasilla y con Agua de Limón que alguno de los muchachos había preparado. ¡Ah! Que magnificas tardes te pasaste frente al televisor y con tus hijos secundándote en tus exclamaciones taurinas de ¡Ole! a cada pase de Carlos Arruza, del Tal Procuna, el “El Berrendo de San Juan” y que no decir del Cordobés o de Paco Camino, pero claro que verlos por la tele no se comparaba con el ambiente que se aspiraba en la Plaza ya fuera del Toreo o de la México, ¿Te acuerdas cuando vino Manolete?, las faenas de Lorenzo Garza y así una tras otra tarde en que disfrutaste del olor a puro y los baños de agua que quién sabe de donde provenían o de las cabeceadas para evadir la “Media”, ¡Ah! Esas si que eran tardes taurinas, ¿Cuánto tiempo duro aquel sueño?, ¿Lo recuerdas?, Cientos de tardes una tras de otra, ¿Recuerdas la inauguración de la México?,¡Qué cartelazo!, El Soldado, Procuna y El Monstruo de Linares, ¡Manolete!, lo máximo que viste en tu larga vida de aficionado taurino, hasta ... la nefasta Corrida de los Jaboneros de Xajay, ¡Qué tongo!, ¡Que decepción!, ... Fraude, Fraude, los purgaron, los apalearon le dieron en toda su vacuna madre y tu que pagabas a la reventa, veinte pesos por un boleto que en la taquilla costaba tres. No entraste y te regresaste resignado a tu casita a oir la corrida por la radio, hasta ahí te duró la cuerda, la calentura, vamos, la afición por los toros o cuando menos por ir a las plazas de toros, cuando descubriste . . . el Danzón, ¿Te acuerdas? Fue en aquella fiesta en que te quedaste toda la noche empuñando tu vaso con cuba de Bacardí, tus amigos baile que baile y tu paradote en un rincón con tantas chamacas tan buenas en la fiesta y tu . . . paradote. ¿De qué sirvió que fueras con tu traje cruzado de color muy claro que contrastaba con el color ebenáceo de tu piel?, ¿De qué te sirvió que aquella tarde estrenaras tu Tardan haciendo juego con tu traje?, ¿Qué llevaras tu cigarrera dorada, aunque no de oro, pero por la que te habías gastado ciento treinta pesotes de aquellos, de los que sí valían, de qué sirvió?. Tus cuates divirtiéndose y tu . . . paradote. ¿Recuerdas que pocas veces has sentido pena por algo?, pero aquella fue una de las pocas veces, ¡Que mal te sentiste!, tanto que saliendo de ahí lo primero que hiciste fue irte al centro a buscar alguna Academia de Baile donde aprendieras a bailar lo que estaba de moda, lo que sentías, lo que te hacía palpitar aceleradamente el corazón.

- ¿Qué es o que deseas aprender a bailar?, Te preguntaron.

- ¡Lo de moda!, Danzón, Tango, Paso Doble.

- Casi nada, mira “Moreno” aquí lo que necesitas aparte de cuerpo de bailarín y la condición física para aguantar, necesitas mucha afición.

- ¡Como en los Toros!. Adelante que por mí no pararemos.

El cuerpo de bailarín, ¡Claro! Que lo tenías y ya que con el básquet te mantenías en forma, pues no tendrías problemas con la condición y ¿La afición por el baile?, ¡Te hervía en las venas!, pero dime, ¿Qué otra cosa no te herviría en las venas a tus dieciocho años?, ¡Todo!. A esa edad, sí te hubiera dado por estudiar, dalo por seguro que terminas la carrera que se te hubiera ocurrido, pero Negrito, tus inclinaciones eran hacía otros derroteros, pero te quedaste como un buen mecánico automotriz, te llamaba más la atención apretar tuercas y darle en toda su madre a los motores desde la vez aquella en que desbielaste aquel GMC y que te pusiste aquella tu primera borrachera con Bacardí, ¿Te acuerdas que en lugar de ponerte triste, te dio mucho coraje, y que le pediste al dueño de la Línea de los Panteones que te ayudara a poner tu taller, ¿Tu un chamaco de trece años, independiente?, Tal vez fue tu osadía o tu necedad o tu desconocimiento de las broncas en las que te estabas metiendo, que Don Julio, como todos lo conocían o mejor dicho todos trataban te dio chance de que dentro de los terrenos de la misma línea te apropiaras de un lugarcito para empezar tu pininos como “Maestro Mecánico”. Bueno algo mejor resultó de esto, ¿Te acuerdas? Tu gran amigo, Crispín se animó y puso su taller de Muelles ahí junto al tuyo. Buenas broncas en las que te metiste, ¿Te acuerdas?, ¿Cuántos motores echaste a perder antes de que fueras un buen maestro mecánico?, Que sí no hubiera sido por lo que te aguantó Don Julio te hubieran puesto de patitas en la calle y qué hubiera sido de ti, Negrito.

Lo bueno es que te aguantaron y tu con más coraje que conocimientos te fuiste fogueando, lo mismo te pasó con el baile, ¿Te acuerdas?, Empezaste tropezándote contigo mismo pero qué tal cuándo tus cuates te aventaron materialmente a bailar con Rosa Carmina aquella vez que fueron a festejar, ¡La primer Victoria en el básquet bol!. Fue tanto la euforia que se olvidaron de festejar con cervezas, como ya se había hecho costumbre, y les dio por ir a meterse al Margo un Teatro-Carpa allá por la calle de Aquiles Serdán en lo que ahora, estúpidamente llaman Eje Central o Eje Lázaro Cárdenas, por fin ¿Es uno o es otro?. Masquiña de Porra la que se formó cuando llegaron todos los integrantes del equipo. Recuerda que Rosa Carmina te puso un baile bailando rumba o no sabes que mugre de ritmo afro-antillano, pero qué tal desquite cuando le dijiste que mejor “Bailaban un Danzón”, hay hay hay, aquel Nereidas nunca se te va a olvidar.

Lo malo es que lo broncudo nunca se te quitó, bueno Tu no eras bravero pero desde que cayó en tus manos aquel pasquín de Carta Brava, te quisiste parecer a Él hasta te compraste un sombrero como los que usaba en los dibujos aquellos, de ala ancha aunque a ti no sentara ese estilo, el cigarro de lado y viendo por encima del hombro, pero ¡Ventura! Eso sucede solo en las caricaturas no en la vida real. Aunque sí que fuiste broncudo y más cuando te enteraste que tu padrino de bautizo era un generalote de esos que dejó la revolución el mismo que evito que te enjaularan por haberle disparado aquel sardo que quiso pasarse de listo cuando estabas tomándote un cafecito allá por los Llanos de Balbuena. ¿Te acuerdas que llegó medio pasado o hasta bien empolvado o al menos con dos que tres carrujos de “Juanita”?. Recuerdas que le aguantaste dos, tres mentadas pero cuando se empezó a burlar de tu traje y tu gorra, aquella que te había regalado Don Venancio el tendero toda amabilidad del tendajón de la esquina que cuando ibas a comprar algún encargo de tu mamacita, siempre les daba el “Pilón”, un pedacito de queso añejo que a eso de las dos de la tarde te sabía a gloria y no precisamente la Gloria del Hudson de la cual haremos recuerdo un poquito más adelante antes que se acabe estas breves memorias. Pues el tan mentado “Sardo” tendría la misma edad que tu, digamos unos diez y ocho años. No cumplió más. Te le adelantaste y antes que te madrugara le soltaste uno solo, uno solo y veintidós pero entre ceja y ceja. Las buenas influencias de tu padrino y el testimonio de la vendedora de café, testimonio que desde luego le valió el agradecimiento de tu padrino y le fue suficiente para instalar un Café en forma con mesas, sillas y hasta dos meseras que estaban bien buenas.

Hasta que en tus correrías por los arrabales de la Mixcoac y en tu afán por ser como Carta Brava se te quitaron las ganas cuando aquella bronca en la que le dieron un tiro al tipejo que estaba junto de ti, ¿Recuerdas cuando te salpicaron de sangre y el cuate ese salió botado hacía atrás como sí lo hubieran atropellado, Hay Ventura, aún resuenan en tus oídos el sonido hueco de la cuarenta y cinco al soltar su mortal mensaje sobre la humanidad del cuate aquel, nunca supiste su nombre, ni te importaba, sí saliste con todo lo que tus atléticas piernas pudieron haberte llevado, lo último que escuchaste fue el ulular de las sirenas de la patrulla que inmediatamente llegó al cabaretucho tan rápido como sí estuvieran esperando que sucediera algo o esperando a que sucediera lo que tenía que suceder.

Tu preocupación grande se debió a que después de correr y ya casi llegando al Jardín de San Sebastián te diste cuenta que no llevabas sombrero, en la confusión de la huida no te diste cuenta donde se había quedado. Lo mejor que te pudo haber sucedido fue eso, que aunque duraste varios días enfermo de la barriga y te la pasaste mas horas en el baño que componiendo motores, finalmente y para siempre se te quitaron las ganas de ser un héroe de pacotilla de esos que solo se dan en las caricaturas, eso Ventura no es real aunque a veces la vida se le asemeja muchísimo, eso no es real.

Te acuerdas cuando aquel tipejo vestido de Coronel se estaba meando en la puerta de Cooperativa donde tenías tu taller y tras de pedirle lo más decente y atento que pudiste, te manó al diablo y pues tu ni tardo ni perezoso que le acomodas dos guamazos, el primero un volado y el segundo antes de que cayera un oper que ni el Kid Azteca en sus mejores tiempos. De nuevo tu padrino tras de dos telefonazos hizo que casi te pidieran disculpas y eso que los de la PM o sea la Policía Militar llegaron muy sácale punta para ques’que arrestarte. ¿Te imaginas que hubiera sido de ti sí es que caes en el Campo Militar?

¡Ah!. Pero la calentura se te quitó cuando aquella vez te “Invitaron” a hacer una “Entrega” allá por los lúgubres callejones atrás del famoso y de tristes recuerdos “Palacio de Lecumberri”. El cuate aquel cuyo nombre ya ni recuerdas que te ensarta una cuarenta y cinco en la cintura y te dio una maleta que tu sin saber que contenía la cargaste como si fuera lo más sagrado. Te acuerdas el sustote que te llevaste cuando los emboscaron y rodeado de cuando menos ocho gatilleros sentiste habían llegado a su fin. Que sí no hubiera sido porque te reconoció el “Óyeme Cachita” aquel cuate que cuando llegaba a ver a una chamaquita que ayudaba a servir en una fondita que se ubicaba en la misma cuadra donde comías con toda la palomilla de los talleres de la Cooperativa, y pues cuando llegaba le silvaba las primeras notas de la tan guapachosa y cubanísima rumba que llevaba como título precisamente “Óyeme Cachita”. Pues luego de un rápido dialogo en “Caló”, o sea la extraña forma de hablar en el bajo mundo, desaparecieron tan pronto como llegaron. Te diste cuenta que estabas vivo porque sentiste que tu pantalón se mojaba. ¡Uf!. Que sustote.

No Negrito, eso no era lo tuyo, lo tuyo era el trabajo y el deporte y la diversión sana por eso le entraste tan duro al Danzón y buenas correrías te pasaste en el Salón México y sus diferentes etapas, a saber, “Cebo”, “Manteca” y “Mantequilla” que eran autenticas distinciones para los bailarines que sin importar su extracción social no se atrevían a pisar una superior sin haberse demostrado primeramente a ellos mismos que su capacidad para deslizarse por las pistas era merecedor de precisamente de escalar el nivel superior hasta llegar a “Mantequilla” donde la Danzonera de Acerina hacia de las delicias tanto de oyentes y mirantes, como de ejecutantes.

También conocido como “Consejo Valiente”, verdadero nombre de Acerina, la permanencia de su orquesta y para deleite de los asistentes al famosísimo en sus tiempos Salón México, se eternizó. Pues ahí merito te ganaste una medalla de plata o sea la correspondiente al segundo lugar en uno de los concursos anuales que la misma administración organizaba y para lo cual se reunía lo más selecto de los ejecutantes de danzón, sin importar que fueran bien trajeados o con sus yompas de mezclilla o con trajes de ferrocarrilero, eso si, muy almidonados. ¿Te acuerdas lo bien que bailaba el “Pisa quedito?, ¡Ah mendigo!, No pisaba la pista de baile, ¡Flotaba!. Solo él te pudo haber arrebatado el primer lugar. Claro que ni la mecánica, ni el básquet bol, ni el danzón te quitaron ni tantito lo mula que eras. ¿Te acuerdas cuando se los llevaron a cenar al Mont Parnasse allá por el Paseo de la Reforma?,¿Te acuerdas quién estaba cantando cuando llegaron haciendo más escándalo que una máquina de vapor de esas que salían de Buenavista la estación que estaba por la Guerrero, bueno sigue estando ahí pero un poco más pa’tras, como sí quisieran acercar un poquito la salida a cada una de las ciudades de destino de los ahora potentes convoyes que modernas máquinas eléctricas arrastran larguísimos gusanos de vagones algunas veces repletos de pasaje, sobre todo los de segunda, y otras algunos casi vacíos vagones Pullman o de Primera, ¿Te acuerdas que de ahí saliste cuando querías irte de bracero para el otro lado?. Buena arrepentida te diste, si tan solo llegaste a San Luis Potosí y de ahí a puro aventón te regresaste, pero ¿Qué andabas buscándole cinco pies al gato sabiendo que tiene cuatro?, Imagínate, Tu tan broncudo pues como que no me pasa que los güeros te dieran ordenes, si Tu estabas acostumbrado a dar ordenes, a que te obedecieran, a que lo que Tu decías se hacía, Tu eras el Maestro Mecánico, Tu eras el mero capitán del equipo de básquet y luego con todo lo que te contaron de la discriminación, de que no querían a los negros, de cómo los trataban, no pues no eso no era para ti, así que mejor dijiste, - Negrito, mejor nos regresamos.

Y pues ahí estabas festejando el campeonato con tus cuates, con tu entrenador, el famoso Rolfy, bueno eso para los cuates ya que a Él siempre le guardaron mucho respeto y siempre se dirigieron de Señor Rodolfo. Chaparrito, chaparrito pero ¡Que bueno era entrenando!, ¿Te acuerdas cómo los hacía saltar y de aire soltar el balón contra la pared?, eso si que era acondicionamiento físico, bueno todo fue a resultas de la vez aquella en que ya terminado el entrenamiento ustedes fingieron irse al vestidor y en lugar de obedecer las indicaciones del Señor Rodolfo se fueron a echar una cascarita y cuál no sería su sorpresa que había olvidado las lleves de su automóvil y los pescó en pleno veintiuno.

- ¡Ah! Les quedaron ganas de seguir haciendo ejercicio, vengan todos aquí en fila frente a la Pared, Van a saltar y de aire rebotaran y pescaran de nuevo el balón, empiecen con veinte veces.

- ¿Veinte?, Qué nos duran

Ni uno solo pasó de doce saltos cuando estaban exhaustos tirados en el pavimento de la cancha donde entrenaban. Hasta ahí llegaron sus cascaritas post-entrenamiento.

Bueno tan duro el Señor Rodolfo pero siempre cuidándolos y cumplidor como Él solo. Se comprometió a que cuando ganaran el campeonato Él disparaba una cena en donde ustedes escogieran, y ustedes escogieron el MontParnasse que era el cabaret de moda y que además ni en sueños hubieran podido pensar en cenar es más ni siquiera acercarse. ¿Te acuerdas que ese día todos se pusieron sus mejores trajes, aunque algunos fueron de chamarra y casualmente solo al Señor Rodolfo se le ocurrió ir sin corbata y su cortesía le dictó que precisamente Él fuera el último en tratar de entrar siendo detenido en la puerta por la falta de corbata?. Ustedes adentro seguían vacilando y comentando acerca de los incidentes del último juego de la temporada, el más importante, ¡El de Campeonato!, no se dieron cuenta del incidente y cuando les preguntaron sí tenían mesa reservada, se voltearon a ver todos entre si sin encontrar la cara salvadora del Señor Rodolfo. Mientras afuera negociaba la compra de una corbata y al no encontrar a quien recurrir le ofreció al acomodador de auto, de esos que ahora les llaman Valet Parking. El asunto fue rápidamente arreglado y el mozalbete aquel no resistió la oferta de ¡Cien pesos! Por su descolorida corbata. Ustedes ya no sabían que hacer cuando de pronto se apareció el Señor Rodolfo con una corbata descolorida y sin ninguna posible combinación con cualquiera de sus otras vestimentas. Se quedaron tan serios como el momento lo requería aunque al cabo de unos cuantos segundos todos al unísono saltaron la más estruendosa carcajada que jamás se hubiera escuchado en el lugar. Riendo, bromeando y haciendo comentarios acerca del incidente se dirigieron a la mesa ex profeso arreglada para esperarlos, eran once, diez jugadores y su entrenador. Ni siquiera se dieron cuanta de la variedad. Nada menos que mismita Lucha Reyes que entonaba con su voz ronca rallando en lo aguardientosa. interpretaba “La Tequilera”. Una vez que hubieron de haber tomado cada cual sus respectivos asientos notaron la consabida molestia que habían causado tanto entre los asistentes como en la propia interprete vernácula de la canción mexicana. Tratando de disculparse tomaste el arreglo floral que a manera de centro adornaba la mesa. Negrito con lo mula que eras la rociaste de cerveza y se lo ofreciste a Lucha Reyes, ¡Qué atrevimiento el tuyo!. ¿Recuerdas que ella olió el arreglo y se lo llevo ante el aplauso del respetable ante la ocurrencia de ambas partes?, Posterior a este incidente les dedico “Los Tarzanes”, canción muy popular en esos tiempos.

Ahí en ese lugar tuviste que salir al quite y nuevamente te lanzaste a bailar lo tuyo con una de las bice tiples que acompañaban el cuadro de respaldo de los números de complementaban el espectáculo y que en esa ocasión presentaban números combinados de México y España. Cuando te diste cuenta y al terminar la parte española, tus cuates ya se habían apalabrado con una bailarina que tenía de española lo que Tu tenías de Cardenal, pero que bailaba muy bien. En esa ocasión te lanzaste con un Paso Doble que ni el mejor tablao en México o España habían visto jamás. ¿Tu premio?, Un beso de tu improvisada pareja misma que por atención invitaron a que los acompañara. Cómo esto no estaba en la invitación del Señor Rodolfo, comentaron que entre todos se cooperarían para cubrir lo que la dama en cuestión consumiera, el Señor Rodolfo estuvo de acuerdo. ¡Cuál no sería su sorpresa que al solicitar la cuenta, desde luego separada, empezaron a rascarse en los bolsillos sin que pudieran cubrir siquiera la mitad de la cuenta!. La experiencia del Señor Rodolfo salió a flote y al darse cuenta que más parecían motores desafinados les propuso que Él los financiaría a condición que se lo pagaran y así sin poner plazo salieron de ese apuro, de su festejo y de una velada que recordarían por toda la vida.

Pero, ¿Por qué querías tirar la jacaranda?, ¿Qué te hacía?, Solo te daba sombra. ¿No sabes que es muy raro y casi imposible que caiga un rayo en la ciudad?, Y menos cuando había construcciones mucho más altas alrededor de tu casa. Pero en fin.

Bueno pero no todo era básquet o baile, también tuviste que darle duro a lo de la mecánica. Recuerda que después de tu aventura que inició a los trece años, tu osadía te permitió establecer un Taller propio aunque de taller solo tenía el nombre ya que se trataba de un corralón allá por el Pueblo de Tacuba, bueno a ti nunca te pareció que le dijeran “Pueblo”, para ti Tacuba es lo máximo ya que aparte de que ahí naciste y te desarrollaste hasta ser un hombre hecho y derecho, le tenías un aprecio fuera de lo normal más allá del amor que se le tiene al terruño donde uno nació, no, para ti el solo mencionar la palabra Tacuba te enchinaba el cuero y te hacía sentir algo así como cuando escuchabas el Himno Nacional o cuando veías tu Bandera ondear. ¿Te acuerdas las aventuras que te pasaste en los Barros bravos de tu queridísimo Tacuba o Tacubita “La Bella” como solías decir refiriéndote al lugar en que has pasado la mayor parte de tu vida . . . bueno, eso sin contar las correrías que en compañía de tus cuates te atreviste a efectuar y no tan solo en las cercanías de tu terruño si no hasta lugares tan distante, claro que en esos tiempos, tus tiempos eran bastante alejados como la vez que te fuiste de aventura hasta La Piedad Cabadas en el estado de Michoacán que para probar el Packard que recién había adquirido tu amiguísimo casi casi compadre Carlos, porque no a cualquiera le dabas el trato de “Compadre” ya que para ti eso es muy sagrado es algo así como un hermano pero algo diferente. Pues cuántas veces no tuvieron que hacer paradas para revisar el auto que primero; se calentó, después se le ponchó una llanta, después la otra, se tapó el tubo de la gasolina, se fundieron los fusibles de las luces altas y por último se desclochó y eso que ya estaba pardeando así que mientras tu desmontabas la caja de velocidades Carlos se fue a comprar un disco de clutch a Querétaro que según sus cálculos era la ciudad más cercana. Cuando Carlos regresó con las refacciones ya la noche había caído y aquello oscuro como boca de lobo o lo que es lo mismo como alguien decía; “Negro como mi Conciencia”, para colmo solo contaban con una lamparita que alumbraba que daba lastima. Pues con esa lamparita y unos cabos de vela que aparecieron por ahí. Carlos alumbrándote desde arriba del auto y tu tirado por abajo tratando de adivinar más que ver dónde colocar lo tornillos. ¿Te acuerdas que de pronto se te apareció el mismo Diablo? Y hasta se sonrió contigo. Tu saliste despavorido a esconderte pero, adónde te podrías esconder sí todo era campo y despoblado. Recuerda que Carlos se espantó más que tu mismo, se quemó con una vela y se golpeó la nuca al mismo tiempo que lanzaste aquel grito de espanto, ¿No crees que más fue tu conciencia?. Tuviste que darle un buen susto a la botella de ron Castillo con la que se habían aprovisionado y solo hasta después de un buen rato que te calmaste, te animaste a seguir so pena de que tendrías que pasar toda la noche en ese lugar y eso no entraba en tus planes, todo menos eso. Recuerda que cuando regresaste a seguir montando la caja de velocidades volviste a ver al diablo solo que en ese momento Carlos se quemo nuevamente con la parafina que escurría y movió la lámpara desvaneciendo las sombras que en su rostro se formaban con sus propios dedos al sostener la vela, Buen susto que te habías llevado y no era otra cosa que una jugarreta que formaron las luces cintilantes y tu imaginación. Desde entonces te referiste a Carlos como “El Diablo” y a nadie le dieron explicaciones, siempre fue una broma que solo ustedes entendían.

Pero no paró ahí la cosa, una vez resuelto el problemilla del clutch prosiguieron su viaje aunque no por mucho tiempo ya que a escasos diez minutos de recorrido el motor se detuvo, en esa ocasión fue la bomba de gasolina la que se calentó y dejó de funcionar. El incidente no tuvo mayores repercusiones solo que tu con gran imaginaciones te ocurrió aquel cuento de las brujas de La Piedad.

Regresando a tu Tacuba querido les contaste a tus cuates que al calentarse la bomba de gasolina, aquel paraje estaba más oscuro que la noche sin estrellas más oscura que recordaran y que el silencio era tan impresionante que cuando se te cayó tu pañuelo, resonó por varios minutos el eco envuelto en un halo de increíble soledad y que no habiendo más remedio que arreglar el auto, ya que después de tu experiencia con la aparición del diablo, por nada del mundo aceptarías pasar la noche en espera de la luz salvadora de la mañana, a decir verdad lo que más te preocupaba era le sensación que abrazaba tu estomago mas no por miedo o temor si no por ... hambre. Pues siguiendo con tu relato; al bajar del asiento de copiloto que era en realidad tu responsabilidad, unas amenazadoras bolas de fuego empezaron a azuzarte y la vez que bajaban rodando por la empinada ladera del cerro que se encontraba precisamente del lado donde tu deberías tratar de arreglar el desperfecto llegaban y se acercaban a unos cuantos metros del auto y lanzando un burlón grito se volvían hacía la cima donde permanecían por espacio de varios minutos para repetir una y ora vez su macabra corogreafía. Hubo necesidad de que Carlos ayudado con el “Cran”, manivela que se utilizaba para poner en marcha el motor, espantara y mantuviera a raya a las brujas que convertidas en llamas trataban de impedir a toda costa el que pudieras arreglar el auto.

Transcurrieron treinta largos minutos hasta que por fin pudiste dar por terminada la labor de mantenimiento correctivo y una vez que lograron que el motor funcionara nuevamente se dispusieron a salir del tenebroso paraje donde después se enteraron había sido escenario de varias volcaduras y que las bolas de fuego no eran otra cosa que las animas de los chóferes o acompañantes que habían encontrado la muerte en tan fatal paraje.

La forma tan convincente en que te expresabas y en la que contabas tu historia bastó para que nadie pusiera en duda el relato que tu llamaste “Las Brujas de Apaseo”. ¡Que bárbaro Ventura!, ¡Que imaginación la tuya!.

Bueno pero no todo era básquet o baile o mecánica, también te adentraste por los laberintos de la cuadricula y te encerraste en el Deporte-Ciencia ... ¿Cómo y cuándo te llamó la atención este entretenimiento?, Sería cuando viste por primera vez allá por el Bosque de Chapultepec cerca de la Fuente del Quijote a dos personas frente a frente, tablero de por medio establecer estrategias todo con el fin de inmovilizar a su oponente, ¡Lo máximo! Una lucha incruenta en la que literalmente había que darle muerte, o Jaque como después supiste, al Rey contrario que pese a ser el Rey dependía de la defensa que pudieran ejercer los demás componentes de cada equipo. Te preguntaste cómo era posible que en tan poco espacio se pudieran efectuar tal cantidad de movimientos sin repetirlas siendo que hasta ahora el básquet era lo que considerabas un deporte rápido para el tamaño de la cancha, esto lo superaba y con mucho. De esta manera fuiste dejando el básquet y te sumergiste en el universo del . . . ¡Ajedrez!

¿Cuántos fines de semana invertiste en aprenderlo?, y ¿Cuántas desveladas te costó tu afición por este juego?. Recuerda cuando te quedabas toda la noche jugando con tus compañeros de partida en el taller después de cerrar el changarro. Volteaban tres de esos barriles de petróleo, de esos que te regalaron de la gasolinería de enfrente a tu taller allá por el rumbo de los panteones, tu esposa ya les había preparado sendas ollas de café y ustedes, que normalmente eran seis, ya se habían provisto de sus respectivos pertrechos que no eran otra cosa que paquetes de cigarros de su marca favorita, claro que cuando escaseaban estos, no les importaba de cuales cigarrillos hubiere, el caso era echar humo pero sobre todo no dormirse ya que no era raro que se pasaran toda la noche jugando hasta que los sorprendiera la mañana siguiente, hora que muy a su pesar tendrían que retirarse cada uno a sus respectivas actividades, el Señor Ismael a manejar su taxi, Don Oscar a su Distribuidora de Máquinas Singer, Tu compadre Crispín a su taller de muelles, el Señor Lobatón a su imprenta, tu cuñado Carlos a darle a la hojalateada y tu pues a empezar a desarmar y armar motores, o carburadores, o suspensiones, o cloches, o diferenciales, o frenos, o lo que cayera. Tu nunca te arrugaste ante ningún problemita o fallo de motor, siempre dijiste que lo difícil lo resolvías inmediatamente y que lo imposible te tardabas un poquito en resolver. Con lo que no te mediste fue con aquel famoso letrerito de “Resérvese su opinión, no la pido”. Las noches de ajedrez, que normalmente eran los jueves, solo se veían interrumpidas por las carcajadas que rompían el silencio de la concentración a comentario de alguna buena o mal jugada o movimiento o a la terminación de alguna partida. Lo bueno es que normalmente se hacían al aire libre ya que así lo permitía el clima de esta bendita ciudad capital con su benévolo e imperceptible cambio de temperatura. Lo bueno es que francamente este juego no admite el acompañamiento de licor, caso contrario desde antes de un “Peón Rey cuatro” ya tendrían varios alcoholes entre pecho y espalda y que no decir cuando terminaran sus respectivas partidas. Claro que tuviste oportunidad de desquitarte de esos momentos de abstinencia etílica y ya fuera por angas o por mangas el pretexto siempre estuvo a la orden del día para levantar la copa, el vaso o la botella para brindar por . . . la terminación de algún ajuste de motor, cambio de frenos o que le habías pegado a la erradicación de algún fallo de esos latosos, pero estos eran simples pretextos ya que buena guarapetas pescaste en compañía de quien estuviera disponible. Pero ninguna como aquella vez en que le pegaste al Gordo y no precisamente al de la carnicería que de verdad que estaba pasadito de kilos que hasta lo conocían como El Qüinito aunque que buenos chicharrones hacía, ¿Los recuerdas?, ¡Ah!, Cuántas tardes de sábado te pasaste saboreando entre cubita y cubita, la botana placera con el consabido chicharrón, los aguacates, el epazote, la salsa molcajeteada que les mandaba tu esposa, pero no me refiero a eso Gordo si no al de la Lotería, ¡Le pegaste al Premio Mayor!, aunque no fue la serie entera pero los cinco cachitos bastaron para que el premio después de su respectivo descuento par la Asistencia Pública, ¿Asistencia Pública?, . . . ¡La Manga!, asistencia de la bola de mendigos que están apersonados en la Lotería Nacional que finalmente son los únicos que verdaderamente se sacan la Lotería, pero ¿Para que haces corajes?, El caso es que por primera y única vez ¡Te la sacaste!. Pero, ¿De qué te sirvió?, Lo botaste en una de aquellas y en algo de ropa, el cambio de algunos muebles y . . . el arreglo de los pisos de tu vivienda, pero ¿Para qué? La rentabas, no eras dueño de ella, así que al diablo cuando te cambiaste, ahí se quedó tu suerte. Mejor hubieras comprado más fierros para tu taller, pero no se te ocurrió, ni modo ya vendrían tiempos mejores. Pero esos tiempos mejores brillaron por su ausencia, nunca llegaron, nunca aprendiste que uno solo se saca uno se saca la Lotería una sola vez en la vida, pero ya ni llorar es bueno, te lo tomaste y parecía que no se iba a acabar el Bacardí Carta Blanca que por cajas te compraste para “Celebrar” tu suerte, ¡A que Negrito!.

Lo bueno es que encontraste en las profundidades de tu religión la quietud que te hacía falta desde muy joven, que te hizo falta. Aunque allá en tu juventud tuviste muy buenas charlas con el Padre Juvencio, aquel el de las regañadas interminables pero que a pesar de eso nunca te enojaste y nunca lo dejaste con la palabra en la boca. Sabía el señor como hablarte y era el único que aquietaba y en su rara forma de ser calmaba tus ímpetus. ¿Recuerdas las veladas aquellas en tus ritos nocturnos?, ¿O las asambleas anuales que siempre terminaban con una convivencia a base de tamales y champurrado que a esa horas de la madrugada te sabían a gloria y no precisamente a Gloria la dama aquella que cuando te preguntó sí era posible le fueras a arreglar su automóvil hasta su casa. Se trataba de Hudson que estaba estacionado en la cochera de su casa y que no se había movido en tres años, el mismo tiempo que tenía de viuda ya que su esposo había fallecido hacía ese mismo tiempo. Nunca aprendió a manejar, no le llamaba la atención primeramente la pena de haber perdido a su esposo y otra que no acababa de entrar de lleno a la modernidad, bueno eso te pasó en el treinta y séis, Tu con tus diez y ocho añotes y la dama en cuestión con su treinta y pocos. Fueron tantas las tardes que tuviste que pasar tratando de limpiar primero y después arreglando el Hudson. ¿Te acuerdas cuando por ahí de noviembre se soltó un fría que hacía tiritar los dientes?. Gloria, como después supiste que se llamaba la dama viuda, te invitó un chocolatito caliente “Para entrar en calor”, te dijo. ¡Y vaya que sí entraste en calor!, Te dio tu chocolate y . . . tu chocolate. Y de ahí aprendió a cambiar velocidad, “meterle” el acelerador, dar vuelta a la izquierda, a la derecha y echarse en reversa, bueno ya mejor ni seguir que el aroma del chocolate viene a tu memoria y pues . . . ahí queda, solo en recuerdo.

Y ahora, ¿Qué te queda?. La vida te arreglo como lo hiciste con los motores, te hizo driblins como en el básquet, te golpeó como en el box, te hizo pensar como en el ajedrez, pero finalmente, ¿Quién te quita lo bailado?

Damas y Caballeros, ¡Bienvenidos a este su Centro de Diversión SSSSSSSAAAALÓÓÓÓN MÉXICO! ... ¡Danzón dedicado al Negro Ventura, “Faraón de Tacuba” y distinguida palomilla que lo acompaña! ... ¡NEREIDAS! . . .


(Para ti Papá)
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 6.68
  • Votos: 103
  • Envios: 1
  • Lecturas: 11701
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.144.40.90

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033