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De amistades y lluvia

De amistades y lluvia

Por Daga

-¡Achú!
-Salud. Ya falta poco.
-Ajá.
Las cosas a veces no salían exactamente como lo había planeado Orión Black.
Tenía que partir esa misma noche en una misión que seguramente se iba a alargar bastante, justo cuando faltaban un par de semanas para que su hijo iniciara su primer año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Hubiera querido poder pasar con él esos días, pero no sería posible, así que cuando no quedó más remedio que llevar a Sirius a casa de sus padrinos por el resto de las vacaciones, había decidido que viajaran en sus escobas en lugar de usar los polvos flu, sólo para alargar un poco el viaje... y había empezado a llover.
Ambos habían quedado empapados en cuestión de segundos antes de que pudiera conjurar una burbuja que los aislara de la lluvia.
Ojalá Sirius no fuera a resfriarse. Lo único peor que estar enfermo en vacaciones era estarlo el primer día de clases en una escuela nueva. Pero Sirius no se había quejado ni una sola vez, más bien había reído bastante con el incidente. Orión lo contempló con orgullo, ojalá Diana pudiera ver a ese muchacho valiente en el que se había convertido el hijo de ambos...
Descendieron justo frente a la puerta principal de Godric's Hollow y ésta se abrió antes de que hubieran terminado de bajar de sus escobas. Harold Potter sin duda los había estado esperando.
-¡Por Dios, pero si están hechos una sopa! ¿Qué pasó, se transformaron en peces y llegaron hasta aquí nadando?
Sirius miró hacia arriba. El señor Potter era alto, todavía más que Orión, y siempre tenía una gran sonrisa, contrastando con la eterna seriedad de su mejor amigo.
-No te burles de nosotros, Hank -advirtió Orión suavemente.
Eso hizo sonreír a Sirius, era el tono que utilizaba su padre cuando planeaba alguna travesura. Y tampoco lo decepcionó esa vez. Orión atrapó a Harold por sorpresa y lo sacó a la lluvia de un tirón.
-¡Ey! -gritó Harold al encontrarse con ambos pies sumergidos en un charco.
-¿Qué pasa, Hank? -preguntó Orión con aire inocente-. ¿No te gustaba a ti saltar en los charcos? Si no recuerdo mal, fuiste TÚ quien me enseñaste a hacerlo cuando éramos niños.
Harold le dirigirió una mirada cómplice.
-Vale, pero que no lo escuche James o tendrá otra excusa más para desobedecerme. No tienes idea de lo que me costó hacer que entrara a la casa cuando empezó a llover.
Janice Potter enarcó una ceja al verlos entrar a los tres completamente empapados.
-¡Válgame el cielo, Orión Black! ¿Has traído a ese pobre niño bajo semejante tormenta? Ven acá, Sirius, hay que secarte antes de que pilles una pulmonía... ¡Y tú no estés chorreando agua en mi piso recién encerado, Harold! ¿Qué esperas para secarte? ¡Se diría que estuviste jugando bajo la lluvia con estos dos!
Orión contuvo una sonrisa. Janice hablaba como si estuviera enojada, pero era porque estaba tratando de no reírse, sin duda los había visto desde la ventana.
-No te quedes ahí en la puerta, Orión, voy a prepararles un buen té caliente...
-Gracias, Janice, pero ya me tengo que ir. Sólo me quedaba el tiempo justo de traerles a Sirius y marcharme.
-Oh.
Para entonces un Sirius ya completamente seco había encontrado a James y ambos estaban enfrascados en una discusión sobre las distintas Casas de Hogwarts y a cuál de ellas los enviaría el Sombrero Seleccionador. Orión sonrió al darse cuenta de que ambos habían considerado las cuatro, pero a ninguno se le había ocurrido la posibilidad de que pudieran quedar en diferentes Casas. Sin duda pensaban que no había fuerza en el mundo capaz de separar a dos mejores amigos, como ellos dos. Justo después de pensar eso, rogó al cielo por que tuvieran razón... no estaba de más un poco de ayuda desde lo alto, como solía decir su tía Matilde. Todavía sonriendo, dijo adiós al matrimonio Potter con un ademán y se preparó para salir otra vez a la lluvia.
-Espera -le dijo Harold en un susurro-. ¿No te vas a despedir de Sirius?
-Nunca nos decimos adiós, sería como admitir que estamos lejos -respondió Orión.
Por un momento, Harold estuvo a punto de decir algo, pero pareció cambiar de opinión.
-Gracias por cuidarlo -dijo Orión.
-Sabes que siempre puedes contar con nosotros, como una familia, amigo.
-Lo sé. Me hace muy feliz el que Sirius y James se lleven así de bien...
-Casi parecen hermanos, ¿no?
-Eso es bueno...
Harold advirtió la forma en que caían ligeramente los hombros de Orión. Nunca había sido una persona muy expresiva, excepto cuando se trataba de Diana o Sirius, pero él había sido su mejor amigo durante una vida entera y se daba cuenta de lo preocupado que estaba por esa misión en particular. Jamás había sido fácil luchar contra los magos oscuros y cada viaje de Orión podía ser el último.
-Sirius estará bien con nosotros, amigo. Lo cuidaremos como si fuera nuestro.
-Gracias.
-Para eso están los amigos, ¿no? Después de todo, no sólo somos Harold y Janice, tus cómplices de toda la vida, también somos los padrinos de Sirius.
Orión sonrió abiertamente, preparando su escoba.
-No habría podido conseguirlos mejores en ninguna parte del mundo. Algún día encontraré la forma de devolverles el favor por todo lo que me ayudan con el niño...
-¡Ni lo pienses! Será mejor que Sirius se encargue de eso cuando seamos abuelos.
Orión ya no era visible en la oscuridad, pero a Harold todavía le llegó el sonido de su risa.
-¡De acuerdo! Sirius sin duda cuidará a tus nietos tan bien como tú cuidas a mi hijo, palabra de Orión Black.
-¡Esa es una buena garantía! -gritó Harold hacia la dirección en la que Orión se había marchado, aunque no estaba seguro de si no estaría ya demasiado lejos para oírlo. Se quedó un poco más ahí afuera, contemplando la lluvia... aquella conversación que acababa de tener con su mejor amigo era similar a muchas otras, pero por alguna extraña razón, se sentía más tranquilo después de la promesa de Orión... Aunque fuera una tontería pensar en cosas que tardarían siglos en llegar. ¿Sirius cuidando de los nietos de Harold? ¡Si James apenas tenía once años!
Riendo a carcajadas, Harold volvió a entrar en la casa.

Fin
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Datos del Cuento
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