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EL PODER QUE NO FUE

Se veía venir el caos en la vapuleada República Argentina desde la cúpula del gobierno de entonces, año 2001. Pasando por los distintos organismos del estado, se lanzaban decretos y órdenes en contra del aguerrido y hasta entonces pacífico pueblo, provocando desniveles que se insinuaban  insostenibles.
Los cartoneros atravesaron la General Paz, miles de indigentes nativos y emigrantes deambulaban por doquier asaltando con su lastimoso "una ayudita por favor"  cargado de violencia, una nueva raza o generación se estaba gestando, saliendo de las alcantarillas, boca de subtes, y cuanto agujero sirviera de refugio. El lenguaje de los argentinos había entrado en crisis, todo de reducía a ¿qué tal... todo bien? y el paso acelerado ,evitando comentar cualquier situación de saturación y desánimo que a ellos los iba dominando.
Del sur venían los grupos rebeldes, invadiendo las calles y plazas céntricas, cortando el tránsito, reclamando justicia social. Todo era seguido por televisión, por la clase media y alta, como algo fuera de lugar, exclamando el clásico ¡pobre gente!, calmando sus dolencias y temor con fármacos, flores varias, y risitas nerviosas.
El calor de diciembre nos sofocaba a todos, en la city porteña la bolsa que dictaba el país del norte, marcaba el compás de los días previos a las felices fiestas. Es en este punto donde los nuevos ricos, tenían puesto sus ojos y ¡zaz! Se metieron con ellos, enfurecidos más que aquellos que  unidos por una causa justa hacían sus marchas, se lanzaron  a la calle, batiendo con fuerza "la olla" elemento primitivo que fue descubierto ese día por más de uno. Los encerraron en un corralito y como animalitos vociferaban reclamando su dinero lo que equivalía principalmente a: perfumes importados, celulares ,lugares exóticos, etc. nada más que frivolidades. Se seguían sintiendo distintos de aquellos desclazados que luego se les unirían para apoyarlos, desatándose el caos total.
La policía cómplice del estado, arremetió contra los manifestantes, la clase media y alta se retiró, quedando los trabajadores, siendo duramente castigados con una impunidad sin igual. Se tomó el Congreso de la Nación y la casa de gobierno y es la turba compacta y decidida la que ingresa a los sitios que encierran a la “manzana podrida”, que será arrojada de su lugar de privilegio.
La jornada dejó como saldo una considerable cantidad de muertos por balas de la federal, un nivel de reclamos igualitarios, un poder del pueblo "acéfalo” ya que éste no estaba preparado para esta revolución de los trabajadores con toma de poder...

Peroggi Marcelo Daniel, Morón, Buenos Aires.
Datos del Cuento
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