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Categoría: Historias Pasadas

VENTANAS ENCENDIDAS

*Son RELATOS:

"Durante el viaje se canta y charlotea;
los islotes están frente a la costa,
más allá de la Isla, y el viaje es largo".
Knut Hamsum.


VENTANAS ENCENDIDAS


La carretera que atraviesa Corvel secciona al pueblo con su trazado recto y deja ocultos, a ambos lados, las calles frías de este remoto puerto de montaña donde sólo el humo de las chimeneas parece dar señales de vida.
Pero para nosotros era distinto, nacimos allí. Dimos los primeros pasos y los primeros gritos entre sus calles polvorientas, de espaldas al tumulto, en la plaza de piedra donde las madres y los niños, siempre escasos, se citaban en consolador centro de reunión. Crecimos al amparo del bosque de mata baja, duros y sórdidos, y entre las peñas abruptas de aquellos roquedos inventábamos juegos propios de una infancia como las demás. Era un juego como otro cualquiera, la vara de un avellano o la vieja cachava de fresno a modo de improvisado fusil servían para entablar controvertidas batallas en el paisaje aislado del páramo o en la vuelta de la esquina, junto a nuestras casas. Dan y yo crecimos así y fuimos los únicos que, desde las desvencijadas aulas de la antigua escuela llegamos también a compartir los barracones del campamento en el ejército.
Al entrar en Corvel, la primera casa que uno se encuentra es la de Dan. Puedes pasar cientos de veces delante del pueblo sin encontrar nada de particular en su cuadrado armazón, revocada de blanco, con sus dos enormes ventanas asomadas a la carretera infinita. Pero para quienes hemos vivido allí, las dos ventanas iluminadas representan no solo la llegada de la media tarde sino la íntima certeza de que estamos en casa, en Corvel, nuestro hogar. Más adelante, algunas de las misiones militares a las que fuimos destinados sirvieron para estrechar más aún nuestros lazos y, además, para perfeccionar aquella técnica nuestra que empezó como un cómplice juego infantil. Era una de nuestras estrategias preferidas... Mano abierta en alto y cuenta atrás, el pulgar dentro y el puño al pecho! Era la señal convenida para que la patrulla saltase por sorpresa sobre la trinchera sin cesar de ametrallar al enemigo desprevenido. Constituíamos una unidad de choque de primera línea, experta en abrir vías de avance a las tropas allá donde lo complicado de la situación lo impedía y Dan era todo un veterano en estas lides.
Fue hace algunos años en el oriente asiático, formábamos parte de la avanzadilla y, parapetados a lomos del refugio enemigo, debíamos eliminar el fuego artillero que martilleaba el único acceso a la pista de tierra, arteria principal que permitiría el aterrizaje de nuestras tropas. En el campamento enemigo los soldados se relajaron en el puesto al caer la tarde, se acercaba el momento idóneo para el ataque. Un silencio tenso precedió la espera hasta que, como oficial responsable, alcé el brazo en alto con los dedos extendidos... Tres, dos, uno y el pulgar al pecho! Como en otras ocasiones, Dan saltó con el arma en ristre sobre las cabezas de los distraídos soldados, pero su dedo no apretó el gatillo. Fueron tan sólo unas milésimas de segundo las que permaneció colgado en el aire con la mirada fija en el campamento, en las dos ventanas encendidas del puesto vigía que se cruzaron en su salto, pero suficientes para que su cuerpo cayera muerto, acribillado por el precioso tiempo de una duda. No lloré, no podemos hacerlo quienes cuajamos todas las lágrimas en un disparo, pero recuerdo su rostro plácido, su semblante feliz de niño. Yo sé con lo que se topó en aquel salto, Dan vio las ventanas de su casa de Corvel... Aún hoy no puedo evitar un estremecimiento al recordarlo.
Los años transcurridos y los méritos otorgados me llevaron a desempeñar mis funciones militares desde un despacho del ejército en la capital, no muy lejos de mi localidad natal, a donde suelo retornar con mi familia por vacaciones. Puedes seguir miles de veces la recta irregular que atraviesa el pueblo sin que nada te llame la atención... Pero cuando uno llega a Corvel, la primera casa con sus dos grandes ventanales iluminados te da la bienvenida y parece decirte que llegaste a casa...


F I N


*”Es una Colección de Cuadernos con Corazón”, de Luis Tamargo.-
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