Unos fardos de paja aparecieron a su izquierda, junto a la vía. Stimmt no lo dudó ni un segundo y levantándose rápidamente se precipitó al vacío, en el mismo momento en el que Strumpfhose pulsaba el botón del mando.
El detective aterrizó violentamente contra la paja, mientras oía a sus espaldas la esperada explosión.
Luego se dio la vuelta. El tren, indiferente a lo que acababa de pasar, continuaba adelante, y con él, los terroristas.
Se levantó con esfuerzo y miró hacia la parte posterior del aparato. Aún quedaban algunos vagones, si se daba prisa podría volver a subir. Echó a correr en paralelo y llegando a una escalerilla que atravesaba de arriba a abajo una de las células, subió al techo.
Siguió corriendo y mientras lo hacía gritó:
- ¡¡Aunque sea arrastrándoos, vendréis conmigo!!.
Strumpfhose y los otros, en lugar de replicarle, se dieron la vuelta y avanzaron hacia la locomotora.
Stimmt fue detrás de ellos. Cuando estuvo cerca, volvió a gritar lo mismo.
- Te equivocas-le dijo Mulde. Y antes de que pudiera reaccionar los tres se tiraron a un río que en aquel momento pasaba por debajo.
Ante los atónitos ojos del detective, llegaron a la orilla y echaron a correr.
Éste no lo pensó dos veces y siguió sus pasos.
Durante horas, y a través de campos de cultivo y natura virgen, Stimmt persiguió a los nazis implacablemente, como el sabueso que sigue el rastro del zorro en una cacería. Cerca de Corlu, los perseguidos toparon con un aeródromo, donde robaron una avioneta. Stimmt, que tenía ciertas nociones de pilotaje, hizo lo mismo.
Y así, primero en tren, luego corriendo, y más tarde surcando los aires, es como el tenaz detective regresó a Alemania, tras la pista de los tres fugitivos.