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Había una vez un zoo en el que vivían muchos animales. Por las noches, cuando los guardias se retiraban a las casetas de vigilancia, algunos animales salían y se reunían en el espacio de la jirafa. Allí no podía verles nadie.
-Buenas noches, jirafa. ¿Qué tal estás? -saludaban los animales cuando llegaban. Pero la jirafa se limitaba a pasearse con el cuello bien estirado.
Los animales se empezaban a cansar de ella. Y hablaban entre ellos.
-¿Qué se creerá esta, estirando el cuello de esa manera? ¡Qué vanidosa es! Se cree que por ser la más alta es también la más elegante de todos.
Pero la jirafa seguía a lo suyo, con el cuello bien estirado, paseando de un lado al otro como si no fuera con ella.
Un día, la cebra oyó un ruido extraño.
-Jirafa, ¿puedes ver si ocurre algo? He oído ruidos extraños -dijo la cebra.
Pero la jirafa no le contestó.
-¡Eh, tú! ¡Larguirucha vanidosa y pomposa! ¡Qué si ves algo! -gritó la cebra.
La jirafa giró un poco la cabeza de lado a lado y respondió:
-No pasa nada, no pasa nada.
Pero el mono también había oído algo, así que se subió a lo alto de un árbol.
-¡Ladrones! ¡Ladrones! -gritó el mono-. ¡Están entrando ladrones! ¡Hay que pararlos antes de que rapten a alguno de nuestros compañeros.
Rápidamente, los animales salieron de la zona de la jirafa y fueron a avisar a los guardas de seguridad. Al verlos los ladrones se asustaron y huyeron.
Los guardias pensaron que los animales que estaban sueltos habían huído de los ladrones y, sin más, los devolvieron a su lugar.
Al día siguiente, todos los animales se presentaron donde la jirafa para pedirle explicaciones.
-¿Se puede saber por qué eres tan engreída, jirafa? -preguntó el elefante-. Tu vanidad nos podía haber salido muy cara.
-¿Qué dices? -preguntó la jirafa-. Pareces enfadado, ¿qué te he hecho yo, hipopótamo?
-¡Eh, sin faltar! ¡Soy el elefante! ¿No lo ves? Y, ¿qué es lo que no entiendes?
-No sé de qué me hablas. ¿Qué ha pasado? -dijo la jirafa.
-¿Eres tonta o qué te pasa? ¡No te has enterado de lo que pasó ayer! ¡Si nos llegamos a fiar de ti, quién sabe dónde estaríamos ahora? -dijo el cocodrilo.
-No sé por qué será tan vanidosa esta jirafa -decía el león-. No sé que se habrá creído. He conocido muchas, pero ninguna así de estirada.
-Esperad un momento -dijo el canguro-. Creo que el problema no es que la jirafa sea una vanidosa. Miradla. ¿Veis como mira? Ni siquiera se está enterando de que ahora mismo estoy hablando de ella.
-Ya, ¿y lo de llamarme hipopótamo? -dijo el elefante.
-Creo que no quiso insultarte -dijo el canguro-. Creo que te ha confundido.
-Pues no será porque tenga yo una trompa pequeña -dijo el elefante.
-Creo que el problema de nuestra amiga es que ni ve ni oye bien -concluyó el canguro.
Todos los animales se quedaron mudos. Atando cabos llegaron a la misma conclusión que el canguro.
-Misterio resuelto -dijo el canguro-. La jirafa no es vanidosa, sino tímida. Le da vergüenza contar su problema y de ahí vienen todos los conflictos que hemos tenido hasta ahora.
Desde ese día todos los animales se esfuerzan por ayudar a su compañera jirafa. Ahora la jirafa ya no tiene miedo y les dice la verdad cuando no ve algo o no oye. Así es mucho más fácil para todos.
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