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BORRADORES

La posesión de los Berona Castro comenzó una larga prosperidad incluso después de la muerte de ambos:Un lote inmenso de tierras sobre las colinas de un valle donde invierno y quebrada convertían en uno de los mejores lugares para la cosecha: siembras descomunales de mazorca y cacao, bosques de ciruelas cubrían de púrpura hectáreas de terrenos, luego el ganado pasteando en el prado cuyo verdor era infinito. Los arsenales de la casonas permanecían atiborrados de maíz,cafés, chocolates; la vacada producía litros de leche fresca al ordeñador en la alborada, los peones aguardaban en los amplios corredores, totuma en mano, la cuajada, el quintal de granos listos para la molienda, además de un salario suficiente para la familia, ganado con el sudor de la labor diaria. Simón Berona crecería con la reciedumbre del trabajo, unido a la chicura, rajando el vientre para sembrar la semilla milagrosa, la finca marchaba con la faena dura del campesino.
El cambio de toda esta bonanza empezó luego de las conversaciones sostenidas por el viejo Simón en la solitaria casa del Arrayán, propiedad dejada en herencia por los Berona Ramos al único hijo; los peones referían de un espíritu el cual lanzaba todas las noches tres piedras al alero del caserón reclamando sus pertenencias, al caer las guijarrillos los murciélagos volaban espantados girando en el tamarindo del patio, el color de las piedritas era negro, nadie dormía, una de esas noches Simón decidió cerrarse solo en la casona con aquella alma en pena y con el coraje característico reto al aparecido; Don Russiam había muerto, amigo de la infancia, decían las malas lenguas, medio hermano del patroncito, al entrar vió la figura fantasmal sentada junto a la mesa de los comensales,--¿Simón Adónde está el pago de la deuda,?-Sabes? Habrá un juicio de las almas,-Simón tendrás un hijo varón, ese hijo macho viene con un designio pero no será cumplido hasta no cumplir tú con el compromiso de los muertos, el compromiso seguirá existiendo en el universo etéreo como en esta materia y según los principios de la verdad, es la ley en los tramos de la creación, aquí y en el más allá, yo maldigo toda faena hecha en estos predios, no prosperará , juro bendito,--Simón noto la palabra distinta en la boca del difunto; nadie se enteraría nunca de la conversación, ni los verbos, ni los designios, o pactos consumados por ambos esa noche, las piedras no volverán a caer jamás sobre el techado, la desgracia sobrevino poco a poco en el entorno de las posesiones del viejo.
Una jornada cualquiera, mientras recogían las cosechas de ciruelas en la mañanita, Don Simón no pudo orinar, pujaba como un miserable con una fuerza extraordinaria, sujetando en la mano la verga escurría sangre desde la uretra, gota tras gota el rostro exangüe lleno de venas torcidas, endurecido, tosco, colérico, murmuraba, camino unos pasos sentándose sobre un guijarro, emitía gruñidos provocados por los espasmos agudos en el hipogastrio los cuales hacían encorvar las caderas, tiño la tierra de sangre, la despiadada hematuria hacía sudar las facciones y un escalofrío recorría la pelvis, el varón iba desvaneciéndose cayendo entre los matorrales con el dolor en la vejiga. La edad del viejo era ya avanzada pero tenía la consistencia en sus músculos del trabajo rudo del campo, sabía mandar muy a pesar de sus dotes de buen carácter y generosidad, todavía llevaba sacos de maíz sobre los hombros a los anaqueles sin sentir ningún cansancio. El constante trabajo en la finca le parecía riesgoso a Madre Elina, agobiante, pero Simón no aguantaba vivir sin él mugir de las vacas o las algazara de los labriegos en la siembra durante el amanecer; la labor de la finca solía ser para hombres, esto él lo disfrutaba. Esa madrugada salió a la sabana más temprano, iba sobre un alazán canela de trote gentil, aéreo, Elina lo despidió con un beso en los labios de anciano.
Simón con el dolor perdió el conocimiento bajo un chubasco repentino.
Don Simón despertó en el catre matrimonial donde solía hacer el amor con su mujer.
Esta vez enfermo, tambaleante, sudoroso, arropado con una frazada de lana, casi sin poder balbucear pronunciaba a Elina, quien intentando reducir la fiebre, ponía en las sienes compresas de agua, la sangre humedecía los calzones, la casa estaba repleta de jornaleros preocupados esperando una buena noticia: José Santiago, joven de veinte años dió la orden de ensillar las yeguas, y luego despejar la sala principal. Tres hombres de absoluta confianza obedecierón inmediatamente, era el hijo del patrón y se le debía obediencia, el viaje se tornaba largo más en las horas nocturnas, las tres jacas partirían casi a las una de la madrugada en la busca del hechicero. Elina quedo en la casa esperando retorno. Iba de un lugar a otro con la angustia de saberse sola con sus hijas. El quejido de Simón le dominaba, quería volver a verle arreando los caballos en las sementeras, enlazar los toretes, hecharles el maíz a las gallinas, recoger la cosecha de ciruela, cazar a los venados durante la oscuridad asombrosa en preciso momento de iluminarse los ojos del animal como linternas, en fin le saltaba el corazón como una potra. Elina arrodillada miró a la cima más alta de todas las montañas suplicando por la vida del patriarca, ella nunca había imaginado a Dios conviviendo cerca de los aldeanos en las alturas, sin embargo pedía con fe, gracia difícil de encontrar en los moradores del nuevo mundo, no la alcanzaría viva para enfrentarse a la verdad de toda forma en la última hora de existencia.
Elina entendió al pasar del tiempo la profecía del cacique la cual estaba relacionada con todos los eventos sucitados en un pedazo de tierra de la aldea, posteriormente vería como los cambios ocurridos desde la llegada de otros humanos a tráves de los espejos en el aposento de su hijo influían en el desarrollo del pueblo asimilando la sabiduría de ese otro mundo donde las maquinas alcanzaron sustituir el sentimiento del hombre, o donde este no supo comprender el precepto de la creación, Don Simón en cambio pensaba diferente,, el no se acerco en lo absoluto al aposento de Santiago, no lo vio hablar de una forma desconcertante con seres de otras épocas, discutir sobre el avance de la raza humana y su eventual hecatombe en el circulo de los múltiples regresos a la vida, ella paso sus últimos días encerrada con Santiago oyéndole predecir el futuro, rogar por la salvación del pueblo, resultaba increíble aceptar el milagro de tener en un hombre considerado humilde, y demente el secreto de la eternidad, el origen de la vida.
Durante unos largos años se crearon templos de alabanza al creador lo cual estaban distribuidos por toda la aldea y luego irían creciendo en número y suntuosidad a medida de la transformación de los poderes, económicos, religiosos, políticos, militares de los nuevos hombres, llegando ocupar la integridad del funcionamiento moral de los habitantes. Elina sabía el sentido del desarrollo de todos centros, el encierro al lado de Santiago le hizo comprender las verdad.
El viaje de Santiago tuvo una permanencia de 7 días. Durante esa semana de invierno al viejo le creció la ingle como un globo casi a reventar, el escalofrío lo atormentaba, a veces cubrían con más de cuatro frazadas al patrón, la cama originaba en él una especie de hastío, hombre acostumbrado a la faena, ahora junto a las estatuas de yeso, inmóvil, mirando el techo de tejas llenas de telarañas, el ruido de las mulas allá afuera entrando por los ventanales, los pasos de algún peón vigilante en el zaguán, y Elina sentada en una silleta de bejucos tejida por la comadre, haciendo guardia contra la muerte, ofreciéndole el tesito de manzanilla, poniendo en su vientre cataplasmas con ungüentos de hojas de fregosa, sentía alivio pero continuaba pujando en un esfuerzo de extraer de la vejiga el orín rancio, Elina espantaba con rezos la fiebre, plegarias aprendidas de antiguas papiros hallados en las arcas colocadas junto a la hamaca de moriche, no abiertas sino en el instante de descubrir las revelaciones. Los cascos de las yeguas empezaban a oírse a lo lejos en la penumbra de los matorrales, Simón se quedo dormido al amanecer
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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