Carta Universal para un amor no correspondido (de uso público)

“Un jardín prohibido, un atardecer de madruga, una mirada de mujer, un poema escrito y un verso de un adiós.” Alejandro Sanz


¿De qué sirve la luna si no te tengo? ¿Para qué amanece cada día si no estás? ¿Cómo guardo el sabor del último beso que nunca me diste? ¿Cuándo dejaré de sentir esta angustia que nubla mis deseos? ¿Es posible que pueda quererte como nunca y como siempre? ¿Es acaso blasfemo empezarte a olvidar?
Cada noche que veo las estrellas siento la soledad ingresar en el alma. No sé cómo explicar cada sensación que me obliga una lágrima. Ni como hacerle comprender a mis sueños que una vez te conocí, pero que no pudo ser como mi corazón quería. Tampoco sé cómo hacerte ver mis sentimientos. Quizás no fui demasiado elocuente y te confundí. No creas que tu amistad no alcanza, pero mis ojos te vieron de otra forma. ¿Cómo modificar lo inevitable? Cada segundo compartido me ilusiona, aunque a la vez me hace mal. Quisiera tomarte de las manos, pero con otro tipo de pasión, con otras ganas, no lo puedo negar. Pero así es el destino. Tal vez no sientas las mismas cosas que yo. Sin embargo te deseo. Mis ojos te extrañan. Mis pensamientos te buscan, te quiero encontrar, sentir tu presencia. Saber que estás, verte cada noche en cada estrella; escucharte en el silencio de las palabras que jamás me dijiste al oído.
Es una lucha imposible que estremece mis latidos. Pero entre tantas nostalgias existe una luz que no se apaga. La mantiene encendida la esperanza. La ciega convicción de que a pesar de que te hayas robado mis suspiros, nunca en mi vida te voy a olvidar.