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Ilustres Invitados.

Discurso pronunciado por el Presidente de la República de Cuba Fidel Castro Ruz, en el acto por el Día Internacional de los Trabajadores efectuado en la Plaza de la Revolución. La Habana, 1ro. de mayo del 2003



Ilustres invitados;

Queridos compatriotas:



CUBA Y EL NAZI-FASCISMO



Nuestro pueblo heroico ha luchado 44 años desde una pequeña isla del Caribe a pocas millas de la más poderosa potencia imperial que ha conocido la humanidad. Con ello ha escrito una página sin precedentes en la historia. Nunca el mundo vio tan desigual lucha.

Los que creían que el ascenso del imperio a la condición de única superpotencia, cuyo poder militar y tecnológico no tiene contrapeso alguno en el mundo, produciría miedo o desaliento en el pueblo cubano, no tienen otra alternativa que asombrarse ante el valor multiplicado de este valeroso pueblo. Un día como hoy, fecha gloriosa de los trabajadores, que conmemora la muerte de los cinco mártires de Chicago, declaro, en nombre del millón de cubanos aquí reunidos, que haremos frente a todas las amenazas, no cederemos ante presión alguna, y estamos dispuestos a defender la Patria y la Revolución, con las ideas y con las armas, hasta la última gota de sangre.

¿Cuál es la culpa de Cuba? ¿Qué hombre honesto tiene razón para atacarla?

Con su propia sangre y con las armas arrancadas al enemigo, su pueblo derrocó una cruel tiranía impuesta por el gobierno de Estados Unidos, que poseía 80 mil hombres sobre las armas.

Fue el primer territorio libre del dominio imperialista en América Latina y el Caribe, y el único país del hemisferio donde, a lo largo de la historia poscolonial, torturadores, asesinos y criminales de guerra, que arrancaron la vida a decenas de miles de personas, fueron ejemplarmente sancionados.

Recuperó y entregó totalmente la tierra a los campesinos y trabajadores agrícolas. Los recursos naturales y las industrias y servicios fundamentales fueron puestos en manos del único dueño verdadero: la nación cubana.

En menos de 72 horas, luchando incesantemente día y noche, Cuba destrozó la invasión mercenaria de Girón organizada por un Gobierno de Estados Unidos, lo que evitó una intervención militar directa de ese país y una guerra de incalculables consecuencias. La Revolución contaba ya con el Ejército Rebelde, más de 400 mil armas y cientos de miles de milicianos.

Se enfrentó con honor, sin concesión alguna, al riesgo de ser atacada con decenas de armas nucleares en 1962.

Derrotó la guerra sucia extendida a todo el país, a un costo de vidas superior al que pagó por la guerra de liberación.

Soportó inconmovible miles de actos de sabotaje y ataques terroristas organizados por el Gobierno de Estados Unidos.

Frustró cientos de planes de asesinato contra los líderes de la Revolución.

En medio de un riguroso bloqueo y guerra económica que han durado casi medio siglo, Cuba fue capaz de erradicar en un año el analfabetismo que no han podido vencer en más de cuatro décadas el resto de los países de América Latina, ni tampoco Estados Unidos.

Llevó la educación gratuita al ciento por ciento de los niños.

Posee el más alto índice de retención escolar ―más del 99 por ciento entre el preescolar y noveno grado― de todas las naciones del hemisferio.

Sus alumnos de primaria ocupan el primer lugar del mundo en conocimientos de lenguaje y matemáticas.

Ocupa igualmente el primer lugar mundial en maestros per cápita y alumnos por aula.

La totalidad de los niños con dificultades físicas o mentales estudian en escuelas especiales.

La enseñanza de computación y el empleo de medios audiovisuales de forma intensiva se aplica hoy a la totalidad de los niños, adolescentes y jóvenes, en campos y ciudades.

El estudio con una remuneración económica del Estado se ha convertido, por primera vez en el mundo, en una oportunidad para todos los jóvenes de 17 a 30 años de edad que no estudiaban ni poseían empleo.

Cualquier ciudadano tiene la posibilidad de realizar estudios que lo conduzcan desde el preescolar hasta la obtención del título de Doctor en Ciencias sin gastar un solo centavo.

La nación cuenta hoy con más de 30 graduados universitarios, intelectuales y artistas profesionales por cada uno de los que existían antes de la Revolución.

El nivel promedio de conocimientos de un ciudadano cubano alcanza ya no menos de 9 grados.

No existe en Cuba ni siquiera el analfabetismo funcional.

Escuelas de formación de artistas y de instructores de arte se han extendido a todas las provincias del país, donde cursan estudios y desarrollan su talento y vocación más de 20 mil jóvenes. Decenas de miles adicionales lo hacen en escuelas vocacionales, que son canteras de las escuelas profesionales.

Las sedes universitarias se extienden ya progresivamente a todos los municipios del país. Jamás se produjo en ninguna otra parte tan colosal revolución educativa y cultural, que convertirá a Cuba, por amplio margen, en el país con más conocimientos y más cultura del mundo, aferrada a la profunda convicción martiana de que "sin cultura no hay libertad posible".

La mortalidad infantil se ha reducido de 60 por mil nacidos vivos a una cifra que fluctúa entre 6 y 6,5. Es la más baja del hemisferio, desde Estados Unidos a la Patagonia.

Las perspectivas de vida se han elevado en 15 años.

Enfermedades infecciosas y transmisibles como la poliomielitis, el paludismo, el tétanos neonatal, la difteria, el sarampión, la rubéola, la parotiditis, la tos ferina y el dengue han sido eliminadas; otras como el tétanos, la meningitis meningocócica, la hepatitis B, la lepra, la meningitis por hemófilos y la tuberculosis, están totalmente controladas.

Hoy en nuestro país mueren las personas de iguales enfermedades que en los países más altamente desarrollados: cardiovasculares, tumorales, accidentes y otras, pero de mucho menor peso.

Una profunda revolución se lleva a cabo para acercar los servicios médicos a la población, a fin de facilitar su acceso a los centros de asistencia, preservar vidas y aliviar dolores.

Profundos estudios se realizan para romper la cadena, mitigar o reducir al mínimo los problemas de origen genético, prenatales o asociados al parto.

Cuba es hoy el país con el más alto índice de médicos per cápita; casi duplica el número de los que la siguen detrás.

Los centros científicos laboran sin cesar para buscar soluciones preventivas o terapéuticas contra las enfermedades más graves.

Los cubanos dispondrán del mejor sistema médico del mundo, cuyos servicios continuarán recibiendo de forma absolutamente gratuita.

La seguridad social abarca al ciento por ciento de los ciudadanos del país.

El 85 por ciento de la población es propietaria de la vivienda. Ésta está libre de todo impuesto. El 15 por ciento restante paga un alquiler absolutamente simbólico, que apenas se eleva al 10 por ciento del salario.

El uso de drogas alcanza a un ínfimo número de personas, y se lucha resueltamente contra él.

La lotería y otras formas de juego lucrativo fueron prohibidos desde los primeros años de la Revolución para que nadie cifrara su esperanza de progreso en el azar.

Nuestra televisión, radio y prensa no practican la publicidad comercial. Cualquier promoción está dirigida a cuestiones de salud, educación, cultura, educación física, deporte, recreación sana, defensa del medio ambiente; a la lucha contra las drogas, contra los accidentes u otros problemas de carácter social. Nuestros medios de difusión masiva educan, no envenenan ni enajenan. No se rinde culto ni se exaltan los valores de las podridas sociedades de consumo.

No existe culto a ninguna personalidad revolucionaria viva, como estatuas, fotos oficiales, nombres de calles o instituciones. Los que dirigen son hombres y no dioses.

En nuestro país no existen fuerzas paramilitares ni escuadrones de la muerte, ni se ha usado nunca la violencia contra el pueblo, ni se realizan ejecuciones extrajudiciales, ni se aplica la tortura. El pueblo ha apoyado en masa siempre las actividades de la Revolución. Este acto lo demuestra.

Años luz separan nuestra sociedad de lo que ha prevalecido hasta hoy en el mundo. Se cultiva la fraternidad y la solidaridad entre los hombres y los pueblos dentro y fuera del país.

Se educa a las nuevas generaciones y a todo el pueblo en la protección del medio ambiente. Los medios masivos de difusión se emplean en la formación de una conciencia ecológica.

Nuestro país defiende con firmeza su identidad cultural, asimila lo mejor de las demás culturas y combate resueltamente contra todo lo que deforma, enajena y envilece.

El desarrollo del deporte sano y no profesional ha conducido a nuestro pueblo a los más altos índices de medallas y honores a nivel mundial.

Las investigaciones científicas, al servicio de nuestro pueblo y de la humanidad, se multiplicaron centenares de veces. Producto de este esfuerzo, importantes medicamentos salvan vidas en Cuba y en otros países.

Jamás se investigó ni elaboró arma biológica alguna, lo cual estaría en absoluta contradicción con la formación y la conciencia en que ha sido educado y se educa nuestro personal científico.

En ningún otro pueblo se enraizó tanto el espíritu de solidaridad internacional.

Nuestro país apoyó a los patriotas argelinos en su lucha contra el colonialismo francés, a costa de afectar las relaciones políticas y económicas con un país europeo tan importante como Francia.

Enviamos armas y combatientes para defender a Argelia contra el expansionismo marroquí cuando el rey de ese país quiso apoderarse de las minas de hierro de Gara Yebilet, en las proximidades de la ciudad de Tinduf, al sudoeste de Argelia.

El personal completo de una brigada de tanques montó guardia a solicitud de la nación árabe de Siria entre 1973 y 1975 frente a las Alturas del Golán, cuando esa parte del territorio fue injustamente arrebatada a aquel país.

El líder de la República del Congo recién alcanzada su independencia, Patricio Lumumba, acosado desde el exterior, recibió nuestro apoyo político. Asesinado éste por las potencias coloniales en enero de 1961, prestamos ayuda a sus seguidores.

Cuatro años después, en 1965, sangre cubana se derramó en la zona occidental del lago Tanganyika, donde el Che, con más de cien instructores cubanos, apoyaron a los rebeldes congoleses que luchaban contra mercenarios blancos al servicio de Mobutu, el hombre de Occidente, cuyos 40 mil millones de dólares robados no se sabe en qué bancos europeos están guardados, ni en poder de quién.

Sangre de instructores cubanos se derramó entrenando y apoyando a los combatientes del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde que, bajo el mando de Amílcar Cabral, luchaban por la independencia de estas antiguas colonias portuguesas.

Otro tanto ocurrió durante diez años ayudando al MPLA de Agostinho Neto en la lucha por la independencia de Angola. Alcanzada esta, y a lo largo de 15 años, cientos de miles de voluntarios cubanos participaron en la defensa de Angola frente al ataque de las tropas racistas sudafricanas que, en complicidad con Estados Unidos y utilizando la guerra sucia, sembraron millones de minas, arrasaron aldeas completas y asesinaron a más de medio millón de hombres, mujeres y niños angolanos.

En Cuito Cuanavale y en la frontera de Namibia, al sudoeste de Angola, fuerzas angolanas y namibias y 40 mil soldados cubanos asestaron un golpe definitivo a las tropas sudafricanas, que contaban entonces con siete bombas nucleares suministradas o ayudadas a producir por Israel con pleno conocimiento y complicidad del gobierno de Estados Unidos. Esto significó la inmediata liberación de Namibia, y aceleró tal vez en veinte o veinticinco años el fin del apartheid.

A lo largo de casi 15 años, Cuba ocupó un lugar de honor en la solidaridad con el heroico pueblo de Viet Nam, en una guerra bárbara y brutal de Estados Unidos, que mató a cuatro millones de vietnamitas, aparte de la cifra de heridos y mutilados de guerra; que inundó su suelo de productos químicos que han causado incalculables daños aún presentes. Pretexto: Viet Nam, un país pobre y subdesarrollado, situado a 20 mil kilómetros de Estados Unidos, constituía un peligro para la seguridad nacional de ese país.

Sangre cubana se derramó junto a la sangre de ciudadanos de varios países latinoamericanos, y junto a la sangre cubana y latinoamericana del Che, asesinado por instrucciones de los agentes de Estados Unidos en Bolivia, cuando se encontraba herido y prisionero y su arma había sido inutilizada por un balazo en el combate.

Sangre cubana de obreros de la construcción que estaban ya a punto de concluir un aeropuerto internacional que era vital para la economía de una pequeñísima isla que vivía del turismo, se derramó combatiendo en defensa de Granada, invadida por Estados Unidos con cínicos pretextos.

Sangre cubana se derramó en Nicaragua cuando instructores de nuestras Fuerzas Armadas entrenaban a los bravos soldados nicaragüenses que enfrentaban la guerra sucia organizada y armada por Estados Unidos contra la Revolución sandinista.

Y no he citado todos los ejemplos.

Pasan de dos mil los heroicos combatientes internacionalistas cubanos que dieron su vida cumpliendo el sagrado deber de apoyar la lucha de liberación por la independencia de otros pueblos hermanos. En ninguno de esos países existe una propiedad cubana.

Ningún otro país en nuestra época cuenta con tan brillante página de solidaridad sincera y desinteresada.

Cuba predicó siempre con su ejemplo. Jamás claudicó. Jamás vendió la causa de otro pueblo. Jamás hizo concesiones. Jamás traicionó principios. Por algo hace sólo 48 horas fue reelecta por aclamación, en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, como miembro por tres años más de la Comisión de Derechos Humanos, integrando ese órgano de manera ininterrumpida durante 15 años.

Más de medio millón de cubanos cumplieron misiones internacionalistas como combatientes, como maestros, como técnicos o como médicos y trabajadores de la salud. Decenas de miles de estos últimos han prestado servicios y salvado millones de vidas a lo largo de más de 40 años. En la actualidad, tres mil especialistas en Medicina General Integral y otros trabajadores de la salud laboran en los lugares más recónditos de 18 países del Tercer Mundo, donde mediante métodos preventivos y terapéuticos salvan cada año cientos de miles de vidas, y preservan o devuelven la salud a millones de personas sin cobrar un solo centavo por sus servicios.

Sin los médicos cubanos ofrecidos a la Organización de Naciones Unidas en caso de obtener esta los fondos necesarios —sin los cuales naciones enteras y hasta regiones completas del África Subsahariana corren el riesgo de perecer—, los imprescindibles y urgentes programas de lucha contra el SIDA no podrían realizarse.

El mundo capitalista desarrollado creó abundante capital financiero, pero no ha creado el más mínimo capital humano que el Tercer Mundo desesperadamente necesita.

Cuba ha desarrollado técnicas para enseñar a leer y escribir por radio con textos hoy elaborados en cinco idiomas: creole, portugués, francés, inglés y español, que ya están siendo puestos en práctica en algunos países. Está a punto de concluir un programa similar en español, de excepcional calidad, para alfabetizar por televisión. Son programas ideados por Cuba y genuinamente cubanos. No nos interesa la exclusividad de la patente. Estamos en disposición de ofrecerlos a todos los países del Tercer Mundo, donde se concentra el mayor número de analfabetos, sin cobrar un solo centavo. En cinco años los 800 millones de analfabetos, a un costo mínimo, podrían reducirse en un 80 por ciento.

Cuando la URSS y el campo socialista desaparecieron, nadie apostaba un solo centavo por la supervivencia de la Revolución Cubana. Estados Unidos arreció el bloqueo. Surgieron las leyes Torricelli y Helms-Burton, esta última de carácter extraterritorial. Nuestros mercados y fuentes de suministros fundamentales desaparecieron abruptamente. El consumo de calorías y proteínas se redujo casi a la mitad. El país resistió y avanzó considerablemente en el campo social. Hoy ha recuperado gran parte de sus requerimientos nutritivos y avanza aceleradamente en otros campos. Aun en esas condiciones, la obra realizada y la conciencia creada durante años obraron el milagro. ¿Por qué resistimos? Porque la Revolución contó siempre, cuenta y contará cada vez más con el apoyo del pueblo, un pueblo inteligente, cada vez más unido, más culto y más combativo.

Cuba, que fue el primer país en solidarizarse con el pueblo norteamericano el 11 de septiembre del 2001, fue también el primero en advertir el carácter neofascista que la política de la extrema derecha de Estados Unidos, que asumió fraudulentamente el poder en noviembre del año 2000, se proponía imponer al mundo. No surge esta política movida por el atroz ataque terrorista contra el pueblo de Estados Unidos cometido por miembros de una organización fanática que en tiempos pasados sirvió a otras administraciones norteamericanas. Era un pensamiento fríamente concebido y elaborado, que explica el rearme y los colosales gastos en armamento cuando ya la guerra fría no existía y lo que ocurrió en septiembre estaba lejos de producirse. Los hechos del día 11 de ese fatídico mes del año 2001 sirvieron de pretexto ideal para ponerlo en marcha.

El 20 de septiembre de ese año, el presidente Bush lo expresó abiertamente ante un Congreso conmocionado por los trágicos sucesos ocurridos nueve días antes. Utilizando extraños términos habló de «justicia infinita» como objetivo de una guerra al parecer también infinita:

«El país no debe esperar una sola batalla, sino una campaña prolongada, una campaña sin paralelo en nuestra historia.»

«Vamos a utilizar cualquier arma de guerra que sea necesaria.»

«Cualquier nación, en cualquier lugar, tiene ahora que tomar una decisión: o están con nosotros o están con el terrorismo.»

«Les he pedido a las Fuerzas Armadas que estén en alerta, y hay una razón para ello: se acerca la hora de que entremos en acción.»

«Esta es una lucha de la civilización.»

«Los logros de nuestros tiempos y las esperanzas de todos los tiempos dependen de nosotros.»

«No sabemos cuál va a ser el derrotero de este conflicto, pero sí cuál va a ser el desenlace [...] Y sabemos que Dios no es neutral.»

¿Hablaba un estadista o un fanático incontenible?

Dos días después, el 22 de septiembre, Cuba denunció este discurso como el diseño de la idea de una dictadura militar mundial bajo la égida de la fuerza bruta, sin leyes ni instituciones internacionales de ninguna índole.

«...La Organización de Naciones Unidas, absolutamente desconocida en la actual crisis, no tendría autoridad ni prerrogativa alguna; habría un solo jefe, un solo juez, una sola ley.»

Meses más tarde, al cumplirse el 200 Aniversario de la Academia de West Point, en el acto de graduación de 958 cadetes celebrado el 3 de junio del 2002, el presidente Bush profundizó en su pensamiento a través de una encendida arenga a los jóvenes militares que se graduaban ese día, en la que están contenidas sus ideas fijas esenciales:

«Nuestra seguridad requerirá que transformemos a la fuerza militar que ustedes dirigirán, en una fuerza que debe estar lista para atacar inmediatamente en cualquier oscuro rincón del mundo. Y nuestra seguridad requerirá que estemos listos para el ataque preventivo cuando sea necesario defender nuestra libertad y defender nuestras vidas.»

«Debemos descubrir células terroristas en 60 países o más...»

«Los enviaremos a ustedes, a nuestros soldados, a donde ustedes sean necesarios.»

«No dejaremos la seguridad de América y la paz del planeta a merced de un puñado de terroristas y tiranos locos. Eliminaremos esta sombría amenaza de nuestro país y del mundo.»

«A algunos les preocupa que sea poco diplomático o descortés hablar en términos del bien y el mal: No estoy de acuerdo. [...] Estamos ante un conflicto entre el bien y el mal, y América siempre llamará al mal por su nombre. Al enfrentarnos al mal y a regímenes anárquicos, no creamos un problema, sino que revelamos un problema. Y dirigiremos al mundo en la lucha contra el problema.»

En el discurso que pronuncié en la Tribuna Abierta que tuvo lugar en la Plaza de la Revolución «Antonio Maceo» de Santiago de Cuba el 8 de junio del 2002, ante medio millón de santiagueros, expresé:

«Como puede apreciarse, en el discurso (de West Point) no aparece una sola mención a la Organización de las Naciones, ni una frase referida al derecho de los pueblos a la seguridad y a la paz, a la necesidad de un mundo regido por normas y principios.»

"La humanidad conoció, hace apenas dos tercios de siglo, la amarga experiencia del nazismo. Hitler tuvo como aliado inseparable el miedo que fue capaz de imponer a sus adversarios. [...] Ya poseedor de una temible fuerza militar, estalló una guerra que incendió el mundo. La falta de visión y la cobardía de los estadistas de las más fuertes potencias europeas de aquella época dieron lugar a una gran tragedia.»

«No creo que en Estados Unidos pueda instaurarse un régimen fascista. Dentro de su sistema político se han cometido graves errores e injusticias ―muchas de las cuales perduran―, pero el pueblo norteamericano cuenta con determinadas instituciones, tradiciones, valores educativos, culturales y ιticos que lo harían casi imposible. El riesgo está en la esfera internacional. Son tales las facultades y prerrogativas de un presidente y tan inmensa la red de poder militar, económico y tecnológico de ese Estado que, de hecho, en virtud de circunstancias ajenas por completo a la voluntad del pueblo norteamericano, el mundo está comenzando a ser regido por métodos y concepciones nazis.»

«Los miserables insectos que habitan en 60 o más naciones del mundo, seleccionadas por él, sus íntimos colaboradores, y en el caso de Cuba por sus amigos de Miami, no importan para nada. Constituyen los ‘oscuros rincones del mundo’ que pueden ser objeto de sus ‘sorpresivos y preventivos’ ataques. Entre ellos se encuentra Cuba que, además, ha sido incluida entre los que propician el terrorismo.»

Mencioné por primera vez la idea de una tiranía mundial un año, 3 meses y 19 días antes del ataque a Iraq.

En los días previos al inicio de la guerra, el presidente Bush volvió a repetir que utilizaría, si fuese necesario, cualquier medio del arsenal norteamericano, es decir, armas nucleares, armas químicas y armas biológicas.

Antes se había producido ya el ataque y ocupación de Afganistán.

Hoy los llamados "disidentes", mercenarios a sueldo pagados por el Gobierno hitleriano de Bush, traicionan no sólo a su Patria sino también a la humanidad.

Ante los planes siniestros contra nuestra Patria por parte de esa extrema derecha neofascista y sus aliados de la mafia terrorista de Miami que le dieron la victoria con el fraude electoral, nos gustaría saber cuántos de los que desde supuestas posiciones de izquierda y humanistas han atacado a nuestro pueblo por las medidas legales que en acto de legítima defensa nos vimos obligados a adoptar frente a los planes agresivos de la superpotencia, a pocas millas de nuestras costas y con una base militar en nuestro propio territorio, han podido leer esas palabras, tomar conciencia, denunciar y condenar la política anunciada en los discursos pronunciados por el señor Bush a los que hice referencia en los que se proclama una siniestra política internacional nazi-fascista por parte del jefe del país que posee la más poderosa fuerza militar que fue concebida jamás, cuyas armas pueden destruir diez veces a la humanidad indefensa.

El mundo entero se ha movilizado frente a las espantosas imágenes de ciudades destruidas e incendiadas por atroces bombardeos, niños mutilados y cadáveres destrozados de personas inocentes.

Dejando a un lado a los grupos políticos oportunistas, demagogos y politiqueros de sobra conocidos, me refiero ahora fundamentalmente a los que fueron amistosos con Cuba y luchadores apreciados. No deseamos que los que la atacaron de forma a nuestro juicio injusta, por desinformación o falta de análisis meditado y profundo, tengan que pasar por un dolor infinito si un día nuestras ciudades están siendo destruidas y nuestros niños y sus madres, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos destrozados por las bombas del nazi-fascismo, y conocen que sus declaraciones fueron cínicamente manipuladas por los agresores para justificar un ataque militar contra Cuba.

El daño humano no puede medirse sólo por las cifras de niños muertos y mutilados, sino también por los millones de niños y madres, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos que quedarán traumatizados por el resto de la vida.

Respetamos totalmente las opiniones de los que por razones religiosas, filosóficas o humanitarias se oponen a la pena capital, que los revolucionarios cubanos también aborrecemos por razones más profundas que las que han sido abordadas por las ciencias sociales sobre el delito, hoy en proceso de estudio en nuestro país. Llegará el día, en que podamos acceder a los deseos tan noblemente expresados aquí en su brillante discurso por el pastor Lucius Walker, de abolir esta pena. Se comprende la especial preocupación sobre el tema, cuando se sabe que la mayoría de las personas ejecutadas en Estados Unidos son afronorteamericanas y latinas, no pocas veces inocentes, especialmente en Texas, campeona de la pena capital, donde fuera Gobernador el presidente Bush y donde nunca se ha perdonado una sola vida.

La Revolución Cubana fue puesta en el dilema de proteger la vida de millones de compatriotas sancionando con la pena capital legalmente establecida a los tres principales secuestradores de una embarcación de pasajeros ―estimulados por el gobierno de Estados Unidos, que trata de alentar el potencial delictivo de carácter común para asaltar barcos o aeronaves con pasajeros a bordo, poniendo en grave peligro la vida de éstos, creando condiciones propicias para una agresión a Cuba, desatando una ola de secuestros ya en pleno desarrollo que había que parar en seco―, o cruzarnos de brazos. No podemos vacilar jamαs, cuando se trata de proteger la vida de los hijos de un pueblo decidido a luchar hasta el final, en arrestar mercenarios que sirven a los agresores y aplicar los castigos más severos a terroristas que secuestren naves o embarcaciones de pasajeros, o que cometan hechos de similar gravedad, que sean sancionados por los tribunales de acuerdo con leyes previas.

Ni siquiera Cristo, que expulsó a latigazos a los mercaderes del templo, dejaría de optar por la defensa del pueblo.

Hacia Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, siento un sincero y profundo respeto. Comprendo y admiro su noble lucha por la vida y por la paz. Nadie se opuso tanto y tan tenazmente como él a la guerra contra Iraq. Estoy absolutamente seguro de que nunca habría aconsejado a los chiítas y sunnitas dejarse matar sin defenderse; tampoco aconsejaría algo parecido a los cubanos. Él sabe perfectamente bien que este no es un problema entre cubanos; es un problema entre el pueblo de Cuba y el gobierno de Estados Unidos.

Es tan provocadora y desvergonzada la política del gobierno de los Estados Unidos, que el pasado día 25 de abril el señor Kevin Whitaker, Jefe del Buró Cuba del Departamento de Estado, le dijo al jefe de nuestra Sección de Intereses en Washington que la Oficina de Seguridad Doméstica, adscrita al Consejo de Seguridad Nacional, consideraba que los continuados secuestros desde Cuba constituían una seria amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, y solicitaba al gobierno cubano tomar todas las medidas necesarias para evitar hechos de esta naturaleza, cual si no fueran ellos quienes provocaron y estimularon esos secuestros y no fuéramos nosotros los que, para proteger la vida y la seguridad de los pasajeros y conociendo desde hace rato los criminales planes de la extrema derecha fascista contra Cuba, tomamos medidas drásticas para impedirlo. Filtrado por ellos ese contacto del día 25, ha creado gran alboroto en la mafia terrorista de Miami. Todavía no comprenden que sus amenazas directas o indirectas contra Cuba no le quitan el sueño a nadie en nuestro país.

La hipocresía de la política occidental y de un numeroso grupo de líderes mediocres es tan grande, que no cabría en el lecho del Océano Atlántico. Cualquier medida que Cuba adopte en aras de su legítima defensa, es publicada entre las primeras noticias de casi todos los medios de difusión masiva. Sin embargo, cuando denunciamos que bajo el mandato de un jefe de gobierno español decenas de etarras fueron ejecutados extrajudicialmente sin que nadie protestara ni lo denunciara ante la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, y otro jefe de gobierno, en un momento difícil de la guerra de Kosovo, aconsejó al Presidente de Estados Unidos arreciar la guerra, multiplicar los bombardeos y atacar los objetivos civiles, que causarían la muerte de centenares de inocentes e inmenso sacrificio a millones de personas, la prensa sólo dice: «Castro arremetió contra Felipe y Aznar». Del contenido real, ni una palabra.

En Miami y en Washington se discute hoy dónde, cómo y cuándo se atacará a Cuba o se resolverá el problema de la Revolución.

En lo inmediato se habla de medidas económicas que endurezcan el brutal bloqueo, pero no saben todavía cuál escoger, con quiénes se resignan a pelearse y qué efectividad puedan tener. Les quedan muy pocas. Las han gastado casi todas.

Un cínico rufián mal llamado Lincoln, y Díaz-Balart como apellido, íntimo amigo y consejero del presidente Bush, declaró a una cadena televisiva de Miami las enigmáticas palabras siguientes: "No puedo entrar en detalles, pero estamos tratando de romper este círculo vicioso."

¿A cuál de los métodos para manejar el círculo vicioso se refiere? ¿Eliminarme físicamente a partir de los sofisticados medios modernos que han desarrollado, tal como el señor Bush les prometió en Texas antes de las elecciones? ¿O atacar a Cuba al estilo de Iraq?

Si fuese el primero, no me preocupa en absoluto. Las ideas por las cuales he luchado toda la vida no podrán morir y vivirán durante mucho tiempo.

Si la fórmula fuese atacar a Cuba como a Iraq, me dolería mucho por el costo en vidas y la enorme destrucción que para Cuba significaría. Pero tal vez sea ese el último de los ataques fascistas de esta administración, porque la lucha duraría mucho tiempo, enfrentándose los agresores no sólo a un ejército sino a miles de ejércitos que constantemente se reproducirían y harían pagar al adversario un costo en bajas tan alto, que estaría muy por encima del presupuesto de vidas de sus hijos que el pueblo norteamericano estaría dispuesto a pagar por las aventuras y las ideas del presidente Bush, hoy con apoyo mayoritario pero decreciente, mañana reducido a cero.

El propio pueblo norteamericano, los millones de personas con elevada cultura que allí razonan y piensan, sus principios éticos básicos, decenas de millones de computadoras para comunicarse, cientos de veces más que al final de la guerra de Viet Nam, demostrarán que no se puede engañar a todo el pueblo, y quizás ni siquiera a una parte del pueblo, todo el tiempo. Un día pondrá camisa de fuerza a quienes sea necesario antes de que puedan poner fin a la vida en el planeta.

En nombre del millón de personas aquí reunidas este Primero de Mayo, deseo enviar un mensaje al mundo y al pueblo norteamericano:

No deseamos que la sangre de cubanos y norteamericanos sea derramada en una guerra; no deseamos que un incalculable número de vidas de personas que pueden ser amistosas se pierdan en una contienda. Pero jamás un pueblo tuvo cosas tan sagradas que defender, ni convicciones tan profundas por las cuales luchar, de tal modo que prefiere desaparecer de la faz de la Tierra antes que renunciar a la obra noble y generosa por la cual muchas generaciones de cubanos han pagado el elevado costo de muchas vidas de sus mejores hijos.

Nos acompaña la convicción más profunda de que las ideas pueden más que las armas por sofisticadas y poderosas que estas sean.

Digamos como el Che cuando se despidió de nosotros:

¡Hasta la victoria siempre!

(OVACION).
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