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Categoría: Sueños

Pesadilla Turbodiesel

Una vez, hace ya bastante tiempo, soñé que caminaba por una inmensa pradera cubierta de una verdísima hierba, y con pequeñas colinas por doquier. El cielo era de un azul brillante y ni siquiera la más mínima brisa soplaba por allí. Un completo silencio era lo único que percibían mis oídos.
De pronto, una de esas colinas se cruzó en mi camino. La subí despacio y desde la cima observé el otro lado, una carretera desierta se extendía de izquierda a derecha. Llegué hasta ella y miré a ambos lados. No había absolutamente ningún indicio de que un coche pudiera pasar por allí en los instantes siguientes, pero debía tener cuidado con la pronunciada cuesta abajo que había a la izquierda, pues podía jugarme una mala pasada. Comencé a cruzar la calzada, y en ese momento escuché un sonido de motor. Dos enormes coches aparecieron por la cuesta a toda velocidad. Yo quise apartarme, pero no sé cómo mis pies se habían pegado al asfalto. Viendo que el coche de la izquierda cada vez estaba más y más cerca, el otro no me importaba, empecé a temer por mi vida. Justo en el último momento, cuando restaban pocos metros para que me arrollase, logré echarme de un salto a la cuneta. Mientras me levantaba, otro coche pasó también a una velocidad de vértigo, pero ¿por qué diablos iban tan rápido?.
Después la carretera volvió a quedar en silencio.
Creyendo que ya no habría peligro, eché a correr buscando con ansia el otro lado, pero cuando estaba por la mitad me volví a quedar pegado. Bueno, es típico de los sueños eso de que nos quedemos vulnerables ante un peligro.
Miré hacia la parte superior de la cuesta, temiendo que otros kamikazes aparecieran en escena.
Pasaron los segundos y nada, no venía nadie, .....mejor. Pero después vi algo que iba más allá de mis temores: un trailer de esos de dieciseis ruedas o por ahí hizo acto de presencia. Al verlo, el corazón se me subió a la garganta y las piernas empezaron a temblarme como nunca. El monstruo motorizado avanzó sobre el asfalto mientras yo deseaba no haberme acercado nunca a aquella carretera. Con mucho esfuerzo conseguí liberar mis pies del maldito suelo y corrí a la cuneta opuesta. Pocos segundos después el camión pasó por detrás mío.

Deseando alejarme de allí cuanto antes, eché a correr y no paré hasta que topé con una alambrada. Al otro lado de ésta, una competición de motociclismo de máximo nivel estaba teniendo lugar. Como era mejor atravesar aquel circuito que bordearlo, entré en el recinto y me acerqué a la pista. Las motos zumbaban como abejas enloquecidas. En un momento en el que no pasaba ninguna moto, me puse a cruzar. Apenas habría dado tres pasos cuando el sonido de una moto que venía me asustó de tal modo que tropecé torpemente y me caí al suelo.
Desde mi nueva posición, pude ver que esa moto, y otras muchas más detrás, se acercaban a gran velocidad. De nuevo mi corazón se instaló en mi garganta, y me sentí como un explorador en África a punto de ser pisoteado por una estampida. Intenté moverme, pero no pude, tenía demasiada tensión en los músculos.
Ya estaban muy cerca, ya podía oler ligeramente el olor de los tubos de escape y de las ruedas desgastadas. Haciendo un último esfuerzo, rodé hacia el exterior de la pista. Apenas había dejado de rodar cuando las máquinas me dejaron atrás a una velocidad infernal. Me quedé tumbado boca abajo sobre la hierba, mientras intentaba recuperar el aliento.

Harto de todo aquello, me levanté y me fuí sin esperar ni un segundo. Salí del recinto y continué caminando. De pronto, y sin saber ni cómo, me encontré en mi barrio, a dos calles de mi casa. Pero era de noche, y a juzgar por la escasez de movimiento, debían ser las tantas.
Decidí ir corriendo, e instantes después llegué a la primera de las dos calzadas que rodeaban el paseo ajardinado que había junto a la entrada de mi calle. Ví que había varios coches esperando en el semáforo, pero aquellos vehículos no estaban de la misma manera que siempre, sino que parecía como si estuviesen a punto de tomar la salida de una carrera. Atravesé corriendo por delante del paso de cebra, mientras los coches se ponían en movimiento, y después de llegar al paseo, atravesé la otra calzada, que estaba vacía, y entré en mi calle. Desde ahí hasta mi casa ya era todo acera.
Respiré hondo e intenté olvidarme de aquel desagradable paseo.

(Este sueño no es una invención, lo tuve realmente).
Datos del Cuento
  • Categoría: Sueños
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