En el fondo de mi casa tengo una manada de triceratops, aparecieron esta mañana durante el desayuno.
Mi día comienza así: primero hago pis, me enjuago la boca, (esto posteriormente a pasarme con los dedos la amarga saliva nocturna por las verrugas) y luego sí, enfilo hacia la cocina para prepararme un rico capuchino, coloco el polvillo en la taza, agrego agua caliente y mientras lo revuelvo abro las ventilas, con lentitud, temeroso de que penetre demasiado aire frío de golpe, y veo; seis triceratops, tres mayores, uno intermedio y dos más pequeños; los primeros en alertarse fueron los grandes, pegaron una especie de bufido como si fueran ellos los interrumpidos y pararon sus orejuelas, pequeñas como las de hipopótamo; el intermedio, algo así como un ternero pero de triceratops, se revolvió inquieto y los dos pequeños ni pestañearon, yo si. Ingerí maquinalmente el capuchino mientras sentía que en vez de quemarme las tripas éste se congelaba en su tránsito por el esófago. La triceratops de dos mordiscos cercenó los cuatro helechos que cultivé con tanto cariño cada cual en su maceta, mientras que de los potos se hicieron cargo los pequeños; el intermedio y el mayor (nono-triceratops) husmean el desagüe; deposito la taza en la bacha y abro el grifo, levanto la vista y veo seis pares de ojos desorbitados ¿ por la sed tal vez? En tanto escucho un trotecito in crescendo que preanuncia una estampida! Huyo por el pasillo escaleras abajo y en el trayecto me choco con el sodero; - déjame diez o doce bidones de agua que mis mascotas están sedientas.! ; le grito en tanto que mi departamento se convierte en un sucedáneo de Jumanji pero en Gutierrez.
Y pensar que me reía de aquel que criaba 600 codornices en el patio de la casa!