Esto ocurrió en un bosque poblado de árboles madereros. Frondosos árboles que iban a ser derribados por el hacha implacable del sudoroso leñador. Cada golpe asestado a aquel tronco producía un inaudible gemido que proyectaba su eco entre interminables hileras de árboles. Ya el árbol estaba a punto de ser derribado, entonces con un gesto de tristeza y tal vez de lástima dirigió esta conversación al mango del hacha: “insensato – decía - Tú que sufriste los fuertes impactos de un hacha asesina, tú que al igual que yo sucumbimos sin remedio ante las callosas manos del leñador que te guía... Tú insensato que provocas en tus hermanos árboles el mismo sufrimiento del que fuiste objeto, precisamente tú, pedazo de leño sin corazón ni vida, me darás el golpe que me convertirá en madera.”. Luego calló, esperando la respuesta del mango del hacha; pero la espera se hizo larga, y sólo recibió un profundo silencio como respuesta.
El leñador, ya decidido a finalizar su misión, asestó el último hachazo mortal y decisivo que produjo el conocido estruendo que produce en el suelo otro árbol que se muere. El mango del hacha aprovechó este golpe, para sacar el último resquicio de honorabilidad que aún le quedaba y decidió soltarse de las manos del leñador por el fuerte impacto, para luego sumergirse en un cercano riachuelo. El leñador se dirigió rápidamente al sitio exacto donde cayó el hacha, y entre cristalinas aguas y piedras de múltiples tamaños pudo ver el resplandeciente brillo de la hoja de metal que yacía inmóvil en el fondo, sin el mango de madera, el cual se desprendió sin dejar huellas, y el leñador en su afanosa búsqueda ya nunca pudo encontrarlo.
Un excelente recurso para alumnos y alumnas en programas de educacion bilingue.