Si te esperara en este sitio frío y silencioso,
me crecerían raíces en los pies.
Mis piernas se cubrirían de corteza, resina y muzgo, quizás.
En mis tobillos se enredarían tallos jóvenes de hiedra.
De mis brazos nacerían ramas delgadas y rectas que se torcerían con el viento y el agua.
En mis dedos crecerían hojas que empezarían a absorver la salvia de mis venas,
y poco a poco las flores atraerían a abejas y colibrís.
Se secarían luego y caerían al suelo en silencio.
En mi cuello, un pájaro anidaría y mi cabeza sería la copa del árbol,
tratando de llegar al cielo en busca de luz y espacio.
Si te esperara así convertida en árbol, marchitarían mis hojas cada otoño dejándome seca.
Envejecería y mi corteza se haría cada vez más gruesa.
Rompería el silencio dejándome caer y arrancando las raíces del suelo.
Y, si te esperara así caída, aún tendría tiempo de podrirme en la tierra y dejarme absorver por ella para alimentar tus raíces.