El Narrador de Leyendas e Historias dejó caer como al descuido, su pluma y tomó un largo y pausado sorbo de su ya casi frío té de anís, alzó la mano izquierda hacia su rostro y presionó con los dedos su puente nasal, tratando de buscar alivio al cansancio y a los años, emitió un largo y acompasado suspiro y siguió escribiendo:
…El mar se encontraba calmo y sereno, de un color intenso, casi metálico.
Solo perturbaba esta inmensa planicie verde azulada la estela de espuma blanca que iba dejando tras de sí la pequeña barca levantando, a babor y a estribor perladas gotas de espuma que un obeso e imaginativo sol aburrido de estar colgando sobre el cielo, trataba infructuosamente de colorearlas en extraños, delirantes e inexistentes matices.
El añoso casco de madera avanzaba acompasadamente como en un hipnótico rito milenario de interminables subires y bajares. Una frágil cáscara de tablas, sogas, clavos y pintura que es, el límite tangible que lo separa del inmenso y frío mar, un lugar este, lleno de secretos y misterios, un territorio henchido de tesoros por descubrir y de extrañas historias que es mejor no despertar, de un mar que puede mecer como una amorosa madre o puede explotar con la fuerza y el poder necesario para desgarrar y engullir a todos lo que osen cruzarlo sin su permiso. Un piélago en donde, sirenas y tritones, han hecho sucumbir a cientos de incautos marinos de corazón atribulado que siguiendo sus vacíos cantos de falsas esperanzas y deseos prohibidos terminaron engullidos por un fantasmagórico kraken.
Sentado en la popa de la barcaza, un solitario marino sostiene con brazo fuerte la caña del timón. La vista fija al frente, deja ver a los lados de los ojos las marcas que el tiempo, el viento y la sal le han regalado.
Adelante, un nudoso mástil de madera de boj, sostiene una única vela triangular que trata de abrazar la brisa que se arremolina juguetona en los perfiles de la canoa. Es una tela ajada, vasta, con remiendos aquí y allá de distintas formas y colores, algunos mas viejos otros más nuevos, curtida por los soles de cientos de mares, que guarda entre sus hilos los secretos murmurados por el viejo lobo de mar.
A los pies del navegante, una botella de agua fresca recorre el fondo del bote de aquí hasta allá, regresa y vuelve a empezar, de aquí hasta allá, mezclando sus cristalinos tintineos con los quejidos y lamentos de la madera henchida de sal y mar.
Lleva una mano sobre sus ojos y otea el horizonte, no hay nada a la vista que le indique su pronto arribo, pero los años lo han hecho ser paciente y sabe que el rumbo que esta llevando es el correcto, sin referencias, sin mapas, sin estrellas en el cielo que le orienten su ruta, solo siguiendo a su estrella interior.
Entonces desde el fondo de su cansado espíritu brota una pequeña flama que poco a poco crece hasta que se hace incontenible, que pugna por salir y manifestarse casi en forma corpórea, sonríe y comienza a tararear una vieja canción aprendida en un lugar que hoy ya no existe y que creyó olvidada para siempre.
Toda la escena parece detenida en el tiempo, el observador inexperto o apurado en sus míseros problemas cotidianos no llegará ni siquiera a imaginar la alianza que existe entre todos los elementos que conforman este extraño cuadro, de como se han fundido en algo más sutil, más místico:
Cuando el viento roza el agua donde termina uno y donde comienza el otro ?,
Quién entona esos sones?,
La barca o el marino ?,
Es el viento el que hace hinchar las velas ?
O son los propios deseos de llegar a buen puerto?
Son tantas las preguntas y quizás a nadie le interese las respuestas.
Continúa la canoa con su perseverante avance acariciando sutilmente la superficie del agua, de un mar que no será el mismo luego de su paso, porque la cicatriz que deja la barca quedará imborrable en el ser interior del océano, y aunque este igual quite todo rastro de su superficie siempre los recordará, y será su secreto mejor guardado.
Toma de su bolso de lona embreada un trozo de pan y otro de queso y lentamente como si siguiera un extraño ritual come en forma lenta y pausada, saboreando el momento, solo él, la barca, el mar y el cielo, dejando su mente libre en quien sabe que recuerdos, baja su vista al fondo de la canoa y observa su propio rostro reflejado en el espejo que agua salobre que se filtra por las rendijas que la madera del bote y que deberá volver a tapar cuando tenga tiempo.
Se queda como ensimismado, observándose en silencio hasta que la viajera botella de agua rompe el magnético encanto que se había formado con su interminable pasar y deforma el reflejo hasta hacerlo irreconocible, en castigo la descorcha y toma un largo y refrescante trago, la tapa y la deja seguir vagando en su incansable noria personal que ahora, al sentirse mas liviana renueva en bríos su incansable carrera.
Su vista recorre palmo a palmo el bote, se detiene en cada cabo, cada nudo, cada amura, luego cierra bien su bolsa y la vuelve a asegurar al costado de la barca, y reasume su casi pétrea posición de mando, parece detenido en el tiempo
Al poco tiempo una tenue sombra nubla su visión, alza los ojos y distingue recortado sobre el cielo la inconfundible figura de una gaviota y sonríe, baja su vista y cuando la nave llega a la próxima cresta y observa que lo que hasta hace unos instante era la línea plana del horizonte, sin formas, se comienzan a distinguir las inconfundibles siluetas del puerto de llegada.
Imperceptiblemente su puño se cierra con mas fuerza sobre el timón y la barca lo presiente como el pronto arribo, en su lenguaje perdido en los confines del tiempo le pide al mar que la deje pasar, llama al viento para que redoble sus esfuerzos, y le suplica a las olas que aplanen sus encorvados lomos, que dejen de jugar y que le permitan llevar prontamente al marino a su destino, todos responden y aceptan la súplica.
El tiempo parece acelerar el paso, lo que comenzó siendo una línea ondulada poco a poco fue creciendo en tamaño y definición hasta convertirse en las casas y galpones que bien conoce.
Un lugar donde se mezclan cientos de olores que parecen golpear las fosas nasales, el olor del mar mezclado con las sentinas vaciadas de los barcos, de restos de pescado, del sudor de los trabajadores, de los acre fuegos de las aún vacías posadas que esperan ávidas a los hambrientos marinos con sus grasosos y oscuros preparados que ellos llaman guisos y de sus toneles de mala cerveza agria.
Un lugar donde la humedad y la bruma marina ha opacado todos los colores hasta matizar todo en una tonalidad gris y anémica.
Entrecerrando un poco los ojos para agudizar más su mirada comenzó a escudriñar entre las personas que poblaban el atestado puerto buscando algún rostro conocido, y allí lo encontró, está parada inmóvil, solo el sutil movimiento de su pelo mecido por la brisa mañanera delata su presencia.
Nadie parece prestarle atención, ni los cientos de cargadores que en sus extrañas lenguas se mueven a su alrededor transportando objetos que quizás tengan valor para algún avaro comerciante desconocido, ni de las personas que cargando sus inútiles bártulos se pelean por subir a los barcos que los, vomitarán en otro puerto igual, ni de los vendedores de abalorios de dudosa procedencia, ni de las perezosas aves marinas que graznan aletargadas esperando el arribo de los pescadores que las alimentan, ni de los pordioseros que revuelven con sus bastones los restos de pescados rancios del día anterior buscando que comer.
Ella se mantiene alejada de todo esto, como en otro plano astral, con sus manos fuertemente atenazadas sobre el pecho como si sostuviera un invisible cordón de plata atado a la proa de la barca y que su corazón atrae hacia sí, acelerando la llegada de la nave con su marino, este levanta su mano y su saludo es correspondido con una sonrisa que ilumina todo su rostro.
Atraca por fin la barca en su dársena, y un pequeño mulato toma al vuelo el cabo de amarre que le lanza y prontamente retiene la canoa, arría la vela y la asegura, arroja la oxidada ancla, toma la cansada botella de agua, la guarda en la bolsa y baja del bote, este emite un último crujido de despedida, esperara allí hasta su regreso.
Avanza con paso sonoro el tramo que lo separa de ella, se miran a los ojos y ...
Vuelve a dejar su pluma el Narrador de Leyendas e Historias, necesita tomar un nuevo descanso, su mano esta nuevamente cansada y ya no puede seguir con la misma vitalidad los extraños relatos que brotan del Cronista.
Corre hacia atrás la silla y aleja un poco los papeles que desordenadamente cubren su mesa de trabajo, cuantas cosas que hay allí: proyectos a medio terminar, o ha medio hacer, o a medio dejar, bosquejos de artilugios inverosímiles, dibujos sin sentido, leyendas sin final, cuentos sin principio, frases que no se sabe de donde salieron o de quién son, pero que por alguna razón no pueden ir a alimentar el fuego de una chimenea que languidece en el sector mas oscuro de la sala.
Posa su mirada en la biblioteca y comienza a seguir el extraño dibujo que forman los lomos de los libros que tapizan los estantes, que mensajes ocultarán esas extrañas y escalonadas líneas de colores que forman, que cuchicheos se contaran los libros vecinos entré sí, y recuerda que allí también hay muchos libros que nunca terminó de leer.
Será que terminar un proyecto o leer completamente un libro hace que este pierda la fuerza con la cual fue creado, pierde la atracción que lo gestó, pierde la razón o la esencia de su ser interior….. quién lo sabe.
Otro sorbo del té de anís le confirman con una mueca de disgusto la total frialdad del agua, deberá calentarla de nuevo pero no ahora, su mano más descansada toma el lápiz vuelve a enfocar su apasionada mente, y se sumerge de lleno en la historia olvidándose del Mundo exterior.
Fin.
Tiene un excelente manejo del lenguaje,muy descriptivo, es un cuento lleno de poesia. Felicitaciones por este excelente trabajo literario