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Categoría: Misterios

POBRE MERI

*Son RELATOS:

"Durante el viaje se canta y charlotea;
los islotes están frente a la costa,
más allá de la Isla, y el viaje es largo".
Knut Hamsum.


POBRE MERI


Regresaba a casa desde el norte, apurando kilómetros y horas de carretera sin descanso, con el ánimo ansioso por abrazar a la Mami y que sus dos pequeños retoños le enredasen la barba con sus abrazos traviesos. No podía apartar de su mente las palabras de la Mami, especialmente ahora que con tanto esfuerzo había logrado ahorrar lo suficiente para adquirir el "Pobre Meri", su propio camión. Nuevo y flamante, había respondido a la perfección en su primera travesía larga. Ahora, con el vehículo de su propiedad se sentía más dueño de su trabajo y más motivado para realizar grandes sacrificios a sabiendas que revertirían en el colegio y los libros de los niños y en la casa de la Mami. Atrás dejó los grandes puertos mercantes donde entregó la mercancía y, raudo, descendía por las interminables autopistas que distaban aún a dos días del hogar.
La Mami, como buena mujer del interior, siempre le insistía en la necesidad de extremar las precauciones, no por desconfianza o falta de cortesía sino a fin de prevenir algún daño o pérdida de lo que con tantos sudores les había costado conseguir. Ahora por fin tenían la finca y, solo dios sabe, cuánto costó levantar la casa, piedra a piedra, cada viga y cada teja. Los pequeños podrían criarse con comodidad y sin estrecheces de espacio. Y el camión era su vida, así llegó hasta hoy, trabajando con denuedo cada palmo de asfalto. Por eso la Mami entendió lo que significaba el "Pobre Meri" para él, era su sueño.
Se acercaba a la gran cadena montañosa que sirve de frontera natural entre ambas regiones y se había propuesto amanecer al otro lado para ganarle un día al viaje de regreso. Al borde de los arcenes, mientras subía, ya aparecía la nieve con su huella ancha y plana, inmaculada, cada vez más ancha. En lo alto, la niebla obligaba a circular despacio para distinguir el carril entre la carretera blanca. Por eso le llamó la atención el verde color del vestido que lucía aquella autoestopista, mientras caminaba por la orilla con el brazo extendido. Vaya lugar para quedarse parado!, pensó. Los copos de nieve caían espaciados, pero densos y, al respirar, el aliento se transformaba en vaho. También pensó en las palabras de la Mami, todo cuidado era poco para proteger la fuente de manutención de la familia, pero no pudo menos que sentir lástima por la precaria situación de aquella muchacha, abriéndose camino en solitario en pleno temporal.
El "Pobre Meri" saludó con un resoplido de motor nuevo la entrada en la autovía llana y recta, aunque también nevada. Liberado de la carga y del freno que supone la lenta ascensión, se dejó rodar ahora más ligero con la intención de repostar antes que anocheciera. Allí, aprovechó a tomar algo caliente mientras llenaban sus depósitos de combustible. Desde el escaparate del establecimiento pudo contemplar cómo la muchacha del vestido verde descendía de un turismo recién llegado, semioculto de nieve.
Puso en marcha el "Pobre Meri" y, en la salida de la gasolinera, se detuvo frente a la muchacha autoestopista que desafiaba todas las compasiones. Pudo además comprobar que iba en manga corta y que la tela de su vestido resultaba escasa para abrigar a cualquiera de aquel gélido clima imperante. Así, desoyendo los ecos de los consejos de la Mami, hizo un ademán a la muchacha para que montara en el camión, dispuesto por su parte a poner fin a lo que podía deparar en desgracia de seguir haciendo oídos sordos.
La muchacha se sentó al lado y se quitó el gorro verde. Tenía la cara y el cabello mojados y, también, los brazos. Sostenía entre las manos una vara con una estrella verde en su extremo y, al verla tiritar, le ofreció su cazadora de cuero. Agradeció el gesto con una mirada lánguida y le respondió que se dirigía al Hospital universitario de la Gran Villa, en la siguiente población. Eran fechas de carnavales escolares y no pudo dejar de pensar en sus pequeños y en las ganas locas de estrecharles en sus brazos. La muchacha no habló más en todo el proyecto. Podía comprender su inseguridad, su miedo al desconocido que, al fin y al cabo, podía resultarle también su persona. Al llegar al cruce la joven le hizo la señal de alto y nuevamente le dio las gracias, acompañando cada giro de cabeza con su triste y lánguida mirada. Salió apresurada, recogiéndose los bajos del vestido mientras corría hacia los pórticos del edificio hospitalario.
Sonrió nervioso, al menos la Mami no tendría ningún motivo para preocuparse y él podía sentirse satisfecho de haber realizado una buena acción exenta de peligro. La noche se cernió sobre la carretera oscura y, acusando el cansancio, condujo hasta medianoche. Aquel hostal de carretera venía ni que pintado para descansar y emprender la última etapa de vuelta a casa, tan solo a una jornada de distancia.
…Despertó sudoroso y, sobresaltado, se asomó a la ventana. No estaba el "Pobre Meri", no podía dar crédito a lo que veían sus ojos. Los frotó, incapaz de creerlo: se lo habían llevado! Maldita pesadilla!… Le agarraron por detrás, se abalanzaron sobre él, sujetando su cabeza, restregándole la barba con sus brazos tiernos… Papá, ha vuelto, ha vuelto! La Mami sonreía con los brazos a horcajarras y los pequeños encaramados a su espalda le daban la bienvenida entre gritos para terminar de despertarle. Volvió a asomarse, inquieto, pero el "Pobre Meri" seguía estando allí, donde antes parecía haber desaparecido.
Bajó al camión y abrió las puertas para inspeccionarlo, revisó cada rincón, cada detalle. En el asiento del copiloto descansaba una varita con una estrella verde… Los niños chillaban… ¡"Pobre Meri" ha vuelto! ¡Ha vuelto "Pobre Meri"!



F I N


*”Es una Colección de Cuadernos con Corazón”, de Luis Tamargo.-
Datos del Cuento
  • Categoría: Misterios
  • Media: 5.38
  • Votos: 50
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2199
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