Hacia días que Mi madre insistía en que fuera a visitarla. No quería, me daba nauseas pensar en sus arrugas, su aliento, su aroma, sus pies con juanetes, en fin, era ya desagradable, pero la insistencia de Mi madre, la cual era la única que la visitaba diario, me obligo a prometerle que pasaría a ver a la Abuela.
Mientras caminaba hacia su casa, pensaba en las palizas que me dio cuando era un niño y me toco vivir con Ella a causa del viaje de Mis padres a Europa. Fue la peor época de Mi infancia; este martirio solo duro dos meses. No sé que hubiera pasado si sigo viviendo allí.
Desde lejos, se veía que la casa era una ruina pero, bueno, que se podía esperar de una vieja cochina como lo era y como lo será siempre.
Cuando entre al cuarto, estaba como lo recordaba desde Mi niñez: la cama vieja de madera, los tendidos sucios, el armario carcomido por el comejen, los cuadros de épocas pasadas, las fotos de parientes muertos, la alfombra que ya había perdido su elegancia de antes, la lámpara daba una luz débil. Olía ha orines de gato, a sudor. Ella estaba sentada en su eterna silla de ruedas, mirando por la ventana un paisaje que ya no podía distinguir hacia mucho. Su cabello, escaso ya, eran jirones de algo parecido a hilachas de una manta pasada por las manos de una parca.
Me percate que había un aroma nuevo, o mejor una pestilencia nueva: olía a mortecina, daba ganas de salir, pero bueno, debía cumplir con la promesa hecha a Mi Madre de visitar a La Abuela, ya que Ella no había podido venir en dos días. Así que le dejo la medicina suficiente para que pudiera pasarlos sin problema.
Así que aquí estaba. Cuando me acerque a saludarla con la mano, - Ya había perdido la costumbre de besarla en las mejillas ajadas y su maloliente y desdentada boca - , pude ver una mancha de vomito mezclado con sangre. Se notaba que llevaba horas con esa mezcla sobre el pecho. Me tape la nariz y boca; la toque, se veía dormida. Así que la toque mas fuerte. Cayo, cayo, cayo como una pluma, lenta, despacio, casi flotando, fue hasta agradable oír el golpe.
Llevaba ya un día mas o menos muerta. Ya que de la familia, solo quedábamos Mi Madre y Yo, nos toco realizar los tramites funerarios. Estábamos felices de que se hubiera muerto; no había que soportarla mas, ya nos tenia fastidiados, que llevarle las medicinas, que Mi Mama pasara todos los días, ya que la muy tacaña no pagaba una enfermera ni por que se le obligara, en fin, descansamos.
A los pocas semanas de haberle enterrado, recibimos una llamada, era del notario. Por ser la única familia directa, nos tocaba su herencia; pensamos que podía haber dejado una mujer que en su vida nunca sintió compasión por la gente de su misma familia y menos por extraños.
Cual fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que consistía en varios millones, buenas propiedades y hasta algunas joyas que nunca uso.
Cuanto Te queríamos, no sabes lo mucho que Te amábamos en silencio, las oraciones por Tu buena recuperación, Te visitábamos con la mayor bondad posible, en fin, en especial Yo, abuela, hija de puta.
Dubanok