En medio de un cielo limpio de nubes, Tonatiuh proyectaba sus dorados rayos contra Tenochtitlan.
A esa hora del mediodía, la mayoría de los habitantes de la ciudad estaban congregados en una céntrica plaza con motivo de la festividad de la Primavera. Allí, junto a una cancha de tlatli a rebosar, un hombre amarrado a un poste estaba siendo despellejado vivo en honor de Xipe Totec, mientras los hombres-águila volaban en torno a un gran mástil rojo.
En una calle de las afueras, desierta como casi todas las demás, un hombre y una mujer caminaban presurosamente en dirección a aquella plaza. Ella llevaba en brazos lo que parecía ser un bebé, envuelto en un pedazo de tela blanca. Ambos eran jóvenes y tenían un aspecto muy saludable y atractivo.
- No veo el momento de deshacernos de este monstruo-comentó de pronto ella.
Según ambos, el niño, que apenas contaba con un día de vida, les había traído la desgracia sólo porque nació feo. Y como era impensable quedarse con él, qué mejor forma de quitárselo de encima que ofreciéndolo en sacrificio.
De pronto, una luz azulada y tenue apareció ante ellos. Tenía forma de persona diminuta y su contorno temblaba ligeramente como el de una llama. La pareja se quedó petrificada, era un espíritu.
* * *
Cuando la pequeña Xochitl murió, su cuerpo y su alma fueron a uno de los paraísos de Tlaloc, donde el primero quedó renovado. Pero habiendo visto que la niña había intentado no ser inmolada, el dios consideró esto como una ofensa y condenándola a morar por siempre en el Mictlan, la despojó de su cuerpo y la desterró del paraíso. Además, para que el castigo fuera más duro, agregó al espíritu las heridas que tenía cuando murió. Así sería el alma más horrenda y despreciable de todo el mundo subterráneo.
Sumida en su tormento, Xochitl quiso hablar a Mictlantecuhtli, Señor de los descarnados.
- Bien sabes que nunca faltará gente para poblar tu reino. Así que déjame salvar a esos pequeños inocentes que en el futuro morirán en contra de su voluntad. Compréndelo, por una decisión que no es suya, se les privará de toda una vida y se les empujará a un sufrimiento eterno, como han hecho conmigo.
Además, quién sabe, esos que ahora no mueran quizás de mayores quieran ser sacrificados, o morir por Huitzilopochtli en el campo de batalla.
Puedes explicar esto último a Huitzi y a Tlaloc para que no se opongan a mi plan.
Tras pensarlo detenidamente, Mictlantecuhtli aceptó la proposición de la niña, y además, prometió defenderla ante los dos dioses.
* * *
Xochitl continuaba mirando a la cruel pareja, que a cada momento sentía más y más pánico. De pronto, lanzó un gemido amenazador. Lo único que pensaba hacer, nada más.
Pero fue suficiente para desbaratar su intención de matar al niño. Corriendo calle abajo todo lo rápido que podían, pronto desaparecieron de la vista.
El niño, que había sido lanzado por los aires, fue recogido a tiempo por Xochitl antes de que cayera al suelo. No tuvo tanta suerte la tela que lo cubría. La niña lo miró con ternura, era feo sí, pero eso no era motivo para querer asesinarlo.
Un llanto amargo turbó la tranquilidad de la calle. Venía de una casa situada unos pocos metros mas allá. Después sonó una voz de mujer:
- ¡Mi hijo, mi hijo, por qué!. ¡Qué hemos hecho para que nos lo quitéis!.
Xochitl no esperó ni un segundo. Voló hasta la puerta de aquel desgarrado matrimonio, y dejando al bebé en el suelo sopló contra la cortina de colores que tapaba la puerta. Después se alejó.
- ¡Mira esposo, un bebé en la puerta, ven corre!
Oculta tras una esquina, Xochitl sonrió. Ése iba a ser el comienzo de una gran misión, la de salvar a los que no quieren un destino impuesto, una condena inevitable.
Definitiva mente muy bueno,pero cámbialo de categoría.