Llámame tonta si quieres, o romántica empedernida. Llámame cómo quieras, porque me da exactamente igual. Sé lo qué sentí hace una semana al verte, sin apenas conocerte. Pero antes de hablar de ti, tengo que poner en antecedentes al personal.

Desde pequeña siempre me iba con mi mejor amiga y mi hermana al final del dique a merendar. Nos parecía que llegar al faro era un viaje larguíiisimo y agotador, pero cuando nos sentábamos entre las rocas, con el viento soplando en nuestras caras y sacábamos la merienda y nos poniamos a comer como locas las patatas fritas o el bocadillo de chorizo, pensábamos que la excursión había merecido la pena. Con ocho años ya te esperaba allí sin saberlo. Hoy, 23 años más tarde sigo haciéndolo. Pero el libro y la música de chill out han desplazado al bocata que tan rico me sabía en aquellos maravillosos años ochenta. Ahora voy a hacer footing y cuando llego a la meta...al final del faro, me siento en las rocas mirando al mar, y observando cómo el profesor de vela va aleccionando a los alevines, cómo las parejas vienen paseando y la novia no para de hablar sobre la cena de ayer con su novio, criticando a alguna amiga que antes lo era más, y mientras me alejo, con la vista al horizonte, y Café del Mar me transporta como la gaviota que está encima del dique . Alguna vez hasta he visto delfines surcar la entrada a la ría. Entonces, absorta en mis pensamientos, pienso en ti. Que te acercas a mi sin yo saberlo, y me tiendes la mano, que veo al girar la cabeza...por fin has llegado...Tantos años esperando por ti allí sentada. Volvamos juntos de la mano el camino de vuelta...
Esa sensación. Esa imagen. Llámalo como quieras. Me ha acompañado desde siempre. Y, tonta de mi, espero que por fin, metafóricamente hablando, por fin vengas a por mi...al final del faro.

Casualidades de la vida, últimamente voy más al dique a hacer footing que por el paseo marítimo. Como a veces parece que va a llover, mejor no intentar alejarme mucho. Por eso voy hasta allí y el primer dia no me fijé en ti, sino en tu perro pastor alemán. Me hacía gracia que estuviese con la pelota de caucho roja en la boca enfrente a ti sin moverse, pendiente de tus movimientos, pero relajado. Allí estabas sentado al final del faro leyendo un libro, que por cierto, estás a punto de terminar de leer. Como soy así de ñoña, empecé a recrear en ti la imagen de mi Principe Azul. Todos los días por la tarde, a eso de las cinco allí estamos los dos. Ahora entiendo porqué te sientas justo en ese banco de piedra. Es el único en el que el perro puede estar frente a ti. Los demás están justo al borde de las rocas que bajan al mar.
No significa que me gustes, o que esté enamorada de ti. Simplemente lo estoy de la figura que para mí representas.

El lunes pasado, antes de irme de viaje, fui por última vez. Empezaba a llover y hacia bastante viento. Vamos...que sólo dos locos podrían ir a sentarse al borde del mar. Iba con mi gorro de lluvia y miraba al suelo ya que el aire no me dejaba ni un momento tranquila. Entonces veía las parejas que venían de vuelta apurando el paso, para resguardarse en el puesto de Control marítimo. Y cuando una chica que venía de frente, ya justo cerca del final del dique, se desplazó hacia su derecha, me fijé a lo lejos en una figura oscura. Perdona. En dos figuras, y pensé..." no puede ser". A medida que iba andando, juro por Dios que pensé que me estabas esperando y empecé a ponerme nerviosa, mi corazón latía tan fuerte que de lo tonto que parecía el detalle, más nerviosa me ponía. Tanto que me saltaron las lágrimas por la sensación tan bonita que despertaste en mi. Sentí que me estaba esperando. Allí estaba sentado en su banco. Y el perro a sus pies, mirandome. Pasé a su lado y ni se fijó en mi otra tarde más. Supongo que me conoces de vista. Muchas veces nos hemos cruzado, pero seré una traunseúnte más para ti....pero para mi, siempre serás, mi Principe Azul, que me espera al final del faro...