Quería escribir una historia original pero al comentarlo con otro escritor me di con la sorpresa que mi idea había sido escrita hacía muchos años. Aún así, sentí que era importante escribirla, pues cada tiempo tiene su tiempo, y cada espacio su espacio. Cogí un lápiz y papel. Y escribí este cuento que brotó de un día de abstracción...
Trata de un hombre solitario, sin hijos ni familia, sin trabajo. Un tipo sin amigos, sin nada mas que él mismo pero con un detalle, con un don muy especial: el de olvidar cada día lo que hubo hecho el día anterior. Sus padres y él sufrieron demasiado cada día. Despertaba, y él no sabía quién era ni qué hacía en aquel lugar con gente tan extraña... Hasta que un día abandonó su hogar y viajó con una bolsa en los hombros por todos los rincones de la tierra. De tal manera que cada lugar sería nuevo para él, y él sería nuevo para cada lugar...
La experiencia le dijo que durante el día guardara unos papeles con su nombre, una foto y nada mas... Cuando llegaba a cada pueblo pedía un poco de agua y un trabajo de momento; y luego de alimentarse, partía como las aves del cielo que vuelan sin saber hacia adonde...
Un día, llegó a un pequeño pueblo y conoció a una joven muchacha de ojos tiernos. Desde que se vieron parecía ser como si siempre se hubieran esperado. Juntos los dos pasearon por todo el valle y después de una larga noche sin dormir, ambos conocieron el amor... hasta quedarse profundamente dormidos. Cuando despertó, encontró a una linda muchacha durmiendo a su lado y, sin saber cómo ni por qué, tuvo un sentimiento, un amor sin posesión, libre como el aire y los pájaros en los cielos... Se levantó sin despertar a la muchacha y continuó su eterno viaje que terminaría hasta cuando nunca más volviera a despertar... Mientras se alejaba sentía una punzada, un sentimiento, una semilla, algo que tenía en su interior.
Su viaje continuó de pueblo en pueblo y percibió que cada día, tarde, persona era buena para él, sintiéndose contento; pero hubo un dolor, una visión que parecía mirarlo en cada paso que daba... Cuando por las noches observaba las estrellas creía escuchar una voz llena de amor llamándolo, y cuando por el día observaba el rostro de un niño sentía un calor encendiendo su alma... Por ello, sin entender por qué, consiguió un cuaderno y un lápiz. Y diariamente escribía y escribía todo aquello que brotaba en su interior... Fue entonces que descubrió el lugar adonde ir... "El amor" - se dijo - "El amor es lo que busco y lo que me espera al final del camino"... Y eso escribió, y continuó escribiendo hasta que una tarde vislumbró una montaña. Y supo que tendría que subirla y que en ella meditaría por mucho tiempo... Escalando la montaña encontró una cueva... Entró en ella sin temor, sin saber lo que quería, con sus escritos, con aquellos sentimientos y, con aquel extraño suspiro en su corazón, se puso a meditar por mucho tiempo.
Una noche mientras dormitaba, soñó por la primera vez, y soñó que despertaba en un pueblo bordeado de árboles, con un suelo de arenilla rosada, con gente muy amigable y con una chica de ojos tiernos y cálida sonrisa acercándosele como si siempre le hubiera esperado... Soñó con un lago, con muchos niños, bañándose con gran inocencia, como ángeles alumbrados por los rayos dorados del Sol... Cuando despertó, supo que su largo caminar había terminado... Se paró, salió de la cueva y bajó de la montaña en busca de su sueño. Y con aquella estrella alumbrando la oscuridad de su pasado fue tras de él... Supo que aquello era el lugar y el amor que tanto buscaba sin saber... Y supo que no pararía hasta encontrarlo... Y desde aquel día no hubo una sola noche en donde aquel mismo sueño se repetía y repetía. Y ni un solo día en que escribía y escribía todo aquello que sentía...
Viajo por años y años, hasta que un día encontró un pueblo igual al de su sueño... Reconoció a las mismas personas, los mismos árboles, el mismo lago y la misma muchacha de ojos tiernos y cálida sonrisa, acercándosele... "Sí - se dijo -, es ella"... Se acercó tímidamente y la muchacha también... De pronto, una anciana rodeada de niños al ver al mendigo acercándose a la muchacha de ojos tiernos se puso lívida y rompió a llorar... Corrió hacia él y mirándolo a los ojos, le preguntó: "¿Dime... Me recuerdas?". Él calló, sin dejar de observarla... "¡Ella - dijo la anciana señalando a la bella muchacha -, es nuestra hija!"...
Desde aquel momento no hubo una sola noche en que dejó de soñar, y no hubo un momento en que dejó de escribir todo aquello que sentía...
Lima, 20/09/04