Capítulo V
Se hizo la Luz
O eso creía, que no la perseguía… pero estaba muy equivocada, en medio del patio de la casa, rodeado de oscuridad y entre la niebla, apareció de la nada el niño, sujetando en su mano por los pelos la cabeza de la anciana, todavía chorreaba sangre, todavía podía ver la confusión en sus ojos ancianos y cansados…. El niño estaba ahí parado mirándola, sonriendo satisfecho de sí mismo….
-María, no puedes abandonarme… solo me quedas tú- el niño seguía canturreando… se le veía alegre y confiado.
No podía articular palabra alguna, tenía la garganta atenazada de miedo y asco, mis ojos estaban fijos en la cabeza cortada de mi Señora… ¿Qué o quién era ese niño?... ¿Era la Señora Olmedo su madre?... y … ¿era acaso de éste mundo?... el niño parecía leerle el pensamiento, empezó a mover la cabeza de la señora en círculos, y cuando tomó fuerza la cabeza salió disparada, oyó a los lejos cristales rotos… no quiso mirar supo que la cabeza había entrado por la ventana del vestíbulo, el niño siguió plantado frente a ella, sonriendo, quieto inmóvil… ella tampoco cambió de postura, no tenía huida, la oscuridad y la niebla lo invadían todo… no tenía salida, estaba sola a kilómetros a la redonda… Se encomendó a todos los santos, pensó en su vida… pensó en su familia y una lágrima se resbaló por su mejilla, supo que iba a morir, dudó en implorarle por su vida… pero había que morir con dignidad pensó…
El niño avanzó dos pasos hacía ella, muy lentamente y canturreando, se dio cuenta que el niño poco a poco iba como disolviéndose en la noche, estaba volviéndose transparente, se restregó los ojos pensando que eran imaginaciones suyas… entonces se apercibió que los pies del niño no tocaban el suelo, que estaba levitando, poco a poco desaparecía en la noche, la figura del niño casi no se distinguía entre la nieblas…. Al fin desapareció… no quedó rastro del niño, como por arte de magia, la niebla también levantó… y un rayo de sol inundó todo el patio, el frío menguó… cesó el viento, era como si no hubiera ocurrido nada, hasta los primeros trinos de los pájaros en la mañana cantaron….
María no queriendo saber nada, se echó a correr apresuradamente hacía el portón de salida del patio….
Cuando estaba cruzando el umbral para irse, le llegó una voz, ésta vez la oyó lejana, vaga… perdida en el aire…
-María haz lo que debas….
Fue el niño, estaba segura, María miraba en todas las direcciones, pero nada, ya no estaba oscuro, la luz de la mañana iluminaba todos los rincones del patio y del camino de salida… todavía con miedo y desasosiego emprendió el camino hacía el pueblo, por fin dejaba atrás la peor noche de su vida…..
María estaba en su casa, apunto de acostarse, dormía con una vela encendida, porque todavía tenía temor a la noche, a la oscuridad y al frío… Antes de cerrar los ojos rememoró la historia que la habían contado en el pueblo…
La señora Olmedo, había tenido un hijo, se cuenta que la señora se volvió loca tras su muerte, y que desde ese día se negó a andar y a valerse por si misma, ya era viuda y había perdido a su único hijo…
Las circunstancias de la muerte de su hijo, Fernando que así se llamaba no estaban claras, nadie sabía en concreto que había pasado, sabían que al niño de aproximadamente 9 años de edad, le habían expulsado del internado donde su madre le había mandado para cursar estudios, el niño era por lo visto muy travieso y mal estudiante, harta ya la madre contrató a un tutor para que le educara en la casa solariega de la familia, el tutor era extranjero, alemán…. Cuentan las gentes que le conocieron que tenía una leve cojera e iba acompañado siempre de un bastón, no era muy admirado en el pueblo, decían que tenía mirada de demonio…
En un pueblo se sabe todo, si no se sabe se inventa, dicen que el niño empezó a comportarse de modo extraño, se encerraba en su habitación y cuando salía lo hacía con miedo… vagaba por los campos como alma en pena decían…
Todos los dias el niño aparecía ante su madre con algún morado, y el tutor la decía a su madre que el niño era torpe y se caía jugando en el patio, el niño no le desmentía, no tenía fuerzas ni valor porque sabía a qué se exponía….
Tenía miedo a aquel profesor, pánico… solo mirarle le helaba la sangre, no sabía hasta cuando iba a aguantar, pero su madre… no contaba con su apoyo.
Una noche harto de los abusos del profesor, fue corriendo a la habitación de su madre y entre lágrimas y lamentos se lo contó todo… de rodillas rogándola que despidiera a aquel profesor, le contó que con su bastón le atizaba en la espaldas, le narró cómo le obligaba a bajarse los pantalones para que él pudiera pegarle con mas ganas…. No tenía consuelo el niño.
La madre sin inmutarse, le contestó que un poco de dureza en sus clases no le vendría mal, que estaba mal acostumbrado, que él se lo merecía, que no era un buen niño, le dijo que tenía que aprender a obedecer a los mayores y que estaba muy avergonzada y decepcionada por su culpa, que no iba a tolerar otra salida de tono….
El niño no replicó a su madre, sonaban las doce en algún sitio de la casa y abandonó la habitación…. Subió lentamente los peldaños hasta su habitación, echó un último vistazo a la noche, era una noche fría de otoño… la luna estaba llena, abrió bien las ventanas para que entrara el frío… y limpiara el ambiente… cogió la cuerda que sujetaba las cortinas…. Hizo un nudo que le había enseñado el jardinero, después usando una silla y apilando varios libros para que cogiera mas altura ató a la viga del techo fuertemente la cuerda… comprobó que la cuerda estaba firme y que aguantaba, el niño lloraba, en silencio…. Se puso el nudo en el cuello alrededor, se subió a la pila de libros sobre la silla, sintió como la soga le rozaba su cuello… cerró los ojos, paró de llorar, y empezó a cantar una canción… dejó caer los libros, y todo el peso de su cuerpo quedó colgando de la cuerda… un temblor y la muerte le sobrevino…. Así le encontró su madre a la mañana siguiente, el tutor desapareció y la madre no volvió a salir de su habitación en años…. El tiempo se paró en aquella casa solariega…
Pensando todavía en el niño María por fin pudo conciliar el sueño, estaba tranquila… y el niño había encontrado por fin la paz.