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La Ultima Guerra. Cap. 1

1
Marcha Turca

Era la mañana del 26 de Agosto la que estaba nublada y amenazaba con lluvia a la ciudad británica de Londres; una chica de largos cabellos castaños trataba de despertarse en su nueva habitación del número 419 de la calle Dawlish para no llegar tarde a su primer día de clases en su nuevo hogar.
Jasna Doric tenía 16 años y hacía cuatro meses que acababa de llegar de Croacia junto con sus padres y su hermano mayor. Ella era una chica algo delgada y de piel morena clara que contrastaba singularmente con dos grandes ojos de color verde oscuro y los resaltaba aún más. La familia Doric había llegado a la ciudad debido a problemas de salud de Susannah, la madre de Jasna, quien dos semanas después de que arribaron murió en el East London Hospital, contando con un pésimo estado de salud.
Los tres integrantes de la familia que quedaban con vida regresaron por un par de semanas a Croacia; querían vender el auto que con tantos trabajos su padre había comprado; también vendieron la casa y algunos muebles, cualquier cosa que les pudiera dar algo de dinero para poder sobrevivir mientas que el padre de los muchachos conseguía un trabajo en Londres. Después de conseguir el dinero, los Doric regresaron a Inglaterra y se hicieron de una casa lo suficientemente grande como para albergar a las tres personas y, además, tenía lugar para un estudio.
Los últimos dos meses, Jasna había recibido clases particulares dentro de casa y no había tenido la oportunidad de visitar la ciudad o hacer nuevos amigos. Pasaba la mayor parte del tiempo sentada al frente de un piano, su pasión, o buscando cualquier cosa que hiciera que el tiempo encerrada en casa se pasara rápidamente. Afortunadamente, aquel día Jasna regresaría a la escuela.
La chica se alistó por la mañana y revisó varias veces sus cosas para asegurarse de que no le faltase nada. Bajó con entusiasmo las escaleras y entró en la cocina para prepararse algo de comer. Sabía que la escuela no quedaba lejos y que llegaría caminando en unos 15 minutos, pero aún así se levantó más temprano para poder desayudar sin prisa alguna ya que, al ser su primer día en una escuela desconocida, lo más probable era que pasaría toda la mañana sin probar nada de comida.
—Milagro que te despiertas temprano—dijo una voz en cuanto Jasna entró a la cocina
—No molestes Joshua... no quiero llegar tarde a clases—respondió Jasna mientras se sentaba a la mesa y se servía un pan con mucha mantequilla
Joshua era el hermano mayo de Jasna y, en ocasiones, un dolor de cabeza para la muchacha. Joshua tenía poco parecido con Jasna: sus ojos eran cafés, el cabello castaño y la piel blanca haciendo alusión a la de su madre; solía estudiar Veterinaria en Zagreb, pero cuando se mudaron también cambió su forma de pensar y decidió estudiar Pedagogía en una universidad cercana.
—Aún así es muy temprano ¿piensas ir a barrer la escuela?—se burló su hermano por la actitud de Jasna de “no llegar tarde a clases”
—No, me desperté temprano porque quiero desayunar antes de irme—contestó Jasna—Dime, Joshua, ¿cómo es la ciudad?—preguntó.
Su hermano no dio respuesta inmediata sino que se limitó a sonreír, le acercó a la chica un vaso con jugo de naranja y se sentó a la mesa, justo delante de Jasna.
—¿Por qué te interesas tanto en saberlo?—preguntó aun sabiendo lo que su hermana contestaría
—Josh... sabes que no he salido en los dos últimos meses y me aburro estando sola en casa...
—No has estado completamente sola—atajó Joshua a su hermana.
—¿Ah, no? ¿Quién ha estado conmigo? El profesor venía cuatro horas al día y no era la compañía más agradable del universo, papá se la pasaba encerrado en el estudio haciendo mil y una llamadas a no sé qué lugar remoto del mundo y tu te salías desde muy temprano a buscar trabajo... así que yo me quedaba completamente sola en casa sin ni un perro que me ladrara.
—Tenías el televisor—dijo Joshua.
—Claro, pero intenta conversar con ella...
Justo cuando Joshua había abierto la boca para contestarle a Jasna, el padre de los dos muchachos entró en la cocina con una enorme sonrisa en su rostro.
—Buenos días—Saludó a sus hijos
—Buenos días, papá—contestaron los dos muchachos a coro y Jasna fue a besar a su padre en los labios, como solía hacerlo desde hacía muchísimos años atrás.
Goran Doric era el padre de Jasna y Joshua y acababa de conseguir una bonita oficina en un edificio del centro de Londres, donde a partir de esa mañana comenzaría con algunas consultas psicológicas para pacientes que necesitaran una seria ayuda. Normalmente el padre de los chicos era una persona muy amena y, pese a ser estricta de vez en cuando, les daba la oportunidad a sus dos hijos de divertirse sanamente; además era muy flexible en cuanto a las tareas del hogar y muchísimas otras cosas se trataba.
—¿Lista para la escuela, Jasna?—peguntó su padre.
—Si—respondió Jasna—ya tengo todo listo
—Joshua te acompañará a la escuela dado que no has salido de casa últimamente—Joshua gruñó levemente pero no dijo nada ante las palabras de su padre. La universidad del muchacho quedaba hacia la misma dirección y forzosamente debía de pasar a solo una cuadra de la escuela a la que su hermana asistiría.
Jasna sintió con la cabeza y se concentró en su vaso lleno de jugo de naranja, después se volvió a su padre.
—Anoche soñé con mamá.
Su padre levantó la mirada y escudriñó delicadamente el rostro de su hija.
—Es normal... no tiene nada de malo
—Pero su muerte me está atormentando cada vez más.
—No veo la razón por la cual te atormente ya que no tuviste nada que ver en ella—respondió Joshua—quizás, si le hubieras disparado o algo así, podrías culparte todo lo que se te dé tu gana... pero fue un accidente que nada tiene que ver contigo.
Jasna se quedó con la boca abierta al escuchar a su hermano hablando de esa manera ya que normalmente Joshua solía darle la contra a Jasna en todo lo que decía.
—Ni un rabino lo hubiera dicho mejor—dijo el padre de los muchachos—ahora, si no te molesta, termina de desayunar que se te hace tarde para la escuela.
Jasna terminó su desayuno lo más rápido que pudo, después subió a cepillarse los dientes y, al terminar, tomó sus cosas, se despidió de su padre y salió de su casa junto con su hermano para comenzar el camino hacia la escuela.

La escuela era como muchas otras; de hecho, y eso no le agradó mucho a Jasna, era casi idéntica a su escuela en Zagreb. La reja negra de la entrada debía tener como mínimo unos cuatro metros de altura y enseguida había un jardín no muy grande; más allá estaba la puerta que daba directamente a un pasillo con oficinas a ambos lados y que terminaba en un gran patio rectangular en cuyo centro había un pequeño jardín de forma octagonal. El patio era flanqueado por tres altos edificios de unos cuatro pisos en los que se distinguían un sinnúmero de alumnos paseándose por los corredores que había fuera de las aulas.
Jasna pasó la reja de metal al lado de muchos estudiantes que obviamente no conocía y caminó por el pasillo flanqueado de oficinas, después entró por la segunda puerta de la derecha y se encontró con una mujer delgada y morena que estaba sentada tras un escritorio y hacía algunas llamadas telefónicas. A la izquierda de la mujer había otra puerta en la que se leía claramente “Jonathan Smith: Director General”.
—Buenos días—Dijo Jasna a la secretaria cuando ésta hubo terminado de hacer las llamadas—Vengo a ver al director
—¿Algún motivo en especial?—preguntó la mujer
—Soy alumna de nuevo ingreso.
—¡Ah!—exclamó la secretaria—Pasa entonces.
Jasna sonrió y entró a la oficina del director. Ésta era acogedora: un escritorio de roble estaba justo enfrente de la puerta y múltiples diplomas y fotografías colgaban de las paredes. Un señor de unos 43 años estaba de pie junto a una ventana y miraba el exterior con detenimiento y quizás no se habría dado cuenta de la presencia de Jasna si no fue porque la chica le saludó primero.
—Buenos días, profesor—saludó Jasna y el director la miró inmediatamente.
—Buenos días—contestó—tu debes ser la alumna nueva
—Si, profesor...
—Bien, siéntate por favor.
Jasna se acercó a una silla de color marrón y se sentó cómodamente, el director tomo asiento en su silla de ejecutivo, junto las yemas de sus dedos y miró a Jasna a través de sus lentes de montura dorada.
—Cada uno de los profesores ha obtenido una copia de tu expediente...—le explicó mientras le mostraba una carpeta color verde oscuro con varias hojas dentro—el cual contiene datos médicos, calificaciones y anotaciones que recibimos directamente de tu escuela en...
—Zagreb—contestó la muchacha con el ceño ligeramente fruncido.
—Exacto. Ahora bien, he discutido con algunos de los profesores acerca del aula en que estarás de hoy en adelante...mmm...—dijo mientras revolvía en uno de los cajones de su escritorio—¡Ah! Aquí está... tu aula será la número 22, que está en el tercer piso. El profesor que se encargará de ti es el señor Adams, que en unos momentos vendrá por ti para presentarte a la clase, y creo que eso es todo... solamente trata de informarte con tus compañeros acerca de las instalaciones de la escuela para que puedas ubicar la enfermería, cafetería y demás.
Jasna asintió con la cabeza y la puerta que estaba tras ella se abrió. Un hombre de unos 37 años entró por ella; era alto, de cabello negro peinado hacia atrás y una nariz en forma de gancho, sus ojos eran pequeños y negros. Llevaba un maletín en su mano derecha e intentaba meter en él unos cuantos libros que sujetaba con la otra mano.
—Buenos días—saludó al entrar ahí con unan voz muy potente y segura
—Profesor Adams—dijo el director—esta es su nueva estudiante.
—¡Perfecto!—Exclamó el señor Adams y dirigió una sonrisa a Jasna, tomó una carpeta de color verde oscuro que el director le alargó y se dio media vuelta—sígueme por favor.
Jasna se puso de pié, hizo un ademán con la cabeza hacia el director y salió detrás del señor Adams, el cual la llevaba casi corriendo debido a que llevaba un paso muy acelerado. Subieron una escalera hasta el tercer piso y se detuvieron frente al aula 22.
—Espera aquí afuera un momento.
El profesor entró al salón y Jasna esperó mientras veía por la ventana que daba al patio principal. Podía escuchar la voz del profesor que explicaba algo a la clase y, casi inmediatamente, salió de nuevo al pasillo para indicarle a Jasna que podía entrar en el aula para ser presentada a sus nuevos compañeros.
Jasna obedeció y entró al aula. Era un poco grande, unos 30 alumnos estaban sentados en unos pupitres de madera pintados de blanco. Jasna miró con detenimiento a cada uno de sus compañeros para comenzar a identifica sus rostros que posteriormente contarían con un nombre y reparó en la tercera fila, donde un chico de cabellos castaños que llegaban hasta la parte superior de las orejas y ojos grises le sonreía amablemente.
—Ella será su nueva compañera de hoy en delante, su nombre es...—El profesor abrió la carpeta y continuó hablando—...¿Puedes ayudarme a pronunciarlo?—Jasna vio que algunos de los alumnos se reían disimuladamente.
—Claro...—se animó a decir—Se pronuncia “Dasna Dorich”... más o menos—El profesor se ruborizó un poco
—Lo siento—se disculpó y las risas de los estudiantes se hicieron un poco más fuertes—como sea... Jasna acaba de llegar de Croacia y espero que la traten bien y la hagan sentir como en su casa—Los alumnos entonaron un “si, profesor” muy tímido—Ahora bien, por ahí vi un lugar vacío donde te puedes ubicar... si gustas pasar y sentarte para comenzar la clase.
Jasna recorrió con la mirada el aula en busca de un lugar vacío que encontró a su derecha, junto a la ventana y al lado de una muchacha de cabellos negros muy largos y ojos asombrosamente azules que le sonreía y hacía una seña con la mano hacia el lugar vacío para que Jasna pasara a sentarse. Jasna caminó entre las filas y se sentó al lado de la chica.
—Hola—saludó ella—Me llamo Mariane, Mariane Wood.
—Hola, soy Jasna—contestó la chica. Mariane sonrió
El profesor Adams se dio media vuelta y comenzó a escribir un problema en el pizarrón mientras que los alumnos comenzaron a hablar al tiempo que sacaban sus cuadernos y libros. Entre murmullos y miradas indiscretas dirigidas a Jasna, la muchacha escuchó una risa estridente que hizo que se volviera hacia atrás inmediatamente, donde una muchacha de cabello rojizo se reía de algo que su amiga rubia le contaba.
—Amanda Richardson, la pelirroja, y su amiga inseparable Nancy McNeil—explicó Mariane a Jasna al ver que miraba con desconcierto a las dos chicas—después están los hermanos Kashmira y Mihael Cossgrove. En seguida Christian Jones, Anabelle Davis, Ronald Pratt, Rose Lockhart y Caroline Wiczensky. El chico de sudadera negra se llama Ian Carter—continuó Mariane—el chico más perseguido del aula.... es guapo, inteligente, simpático y amistoso.
Jasna miró y se dio cuenta de que Mariane hablaba del muchacho de ojos grises que había visto unos segundos atrás. Después Mariane continuó diciéndole el nombre de sus nuevos compañeros hasta que el profesor Adams se dio media vuelta y comenzó a dar su clase.
Las primeras tres horas de clases pasaron en un santiamén y toda la escuela salió para el receso antes de las tres últimas clases que, según el horario que Mariane le había pasado a Jasna, eran dos horas de taller y una última de Inglés.
—Ahora te tienes que unir a un taller—le explicó Mariane—está Música, Danza, Pintura, Teatro y el coro.
Jasna no tardó mucho en decidirse y lo primero que hizo fue pedirle a Mariane que la llevara con el profesor encargado del taller de Música.
—El profesor Borissovic es una buena persona—le explicaba Mariane mientras subían al cuarto piso—generalmente puede dar clases particulares a todo aquel que las necesite. Casi todos los años el profesor del coro se pone de acuerdo con el señor Borissovic para presentar algunos números el día del festival de la primavera.
—¿En que taller estás tu?—preguntó Jasna
—Yo estoy en el coro... me encanta cantar.
Por fin llegaron al aula de música, que estaba en el cuarto piso, y Jasna entró en ella.
—¿Profesor?—Un maestro muy joven, de unos 30 años, salió detrás de una puerta que parecía un salón para guardar los instrumentos musicales.
El profesor era muy bien parecido: detrás de una cortina de rubio cabello se asomaban un par de ojos azules y una nariz muy angosta hacía juego con los pómulos resaltados... evidentemente el profesor era de ascendencia rusa.
—¿En qué puedo ayudarte?
—Este... me llamo Jasna Doric, acabo de entrar a esta escuela y me han informado que necesito entrar en algún taller.
—Y decidiste entrar en el antiguo arte de la música instrumental, envolverte en el profundo universo de las notas musicales y sumergirte en tus mas profundos sentimientos ¿verdad?
—Buenooooo...—dudó Jasna e intentó aguantar la risa ante aquellas “poéticas” palabras—si, de hecho si.
—¡Perfecto! Sólo escribe tu nombre en la pizarra y te veré esta tarde
Jasna escribió su nombre al final de la lista y le echó una rápida mirada a los nombres que ya estaban escritos hasta que reparó en Ian Carter; «Al menos alguien conocido» Pensó Jasna y después salió del salón para reunirse con Mariane.
—Me decías que el profesor Borissovic y el maestro del coro se unen en el festival de primavera... ¿Por qué no hacen una presentación por separado?
—Borissovic dice que hasta la fecha no ha logrado hacer una presentación limpia pues siempre hay algún alumno que se equivoca... creo que eso le frustra mucho. Lo único que nos ha dicho es que sólo hay un alumno capaz de tocar una canción sin equivocarse ni una sola vez
—¿Quién es?
—Jamás nos ha dicho el nombre... pero está muy contento por él y, ocasionalmente, se puede escuchar cuando toca pero siempre que nos acercamos para ver quién toca tan bonito están las cortinas corridas y la puerta cerrada con llave... es uno de los misterios más grandes de la escuela.
El resto del receso, Mariane y Jasna estuvieron hablando acerca de algunos chicos de la escuela... algunos eran muy guapos, otros “se caían de feos” y los que sobraban eran muy normales y, justo cuando Jasna le iba a decir a Mariane que estaba interesada en Ian, sonó la campana y las dos chicas se despidieron.
Jasna comenzó a subir las escaleras y, nuevamente, entró en el aula de música. Ya había algunos alumnos ahí y todos estaban sentados con sus partituras enfrente e instrumentos en las manos.
—¡Ah!—exclamó Borissovic cuando Jasna entró—aquí tenemos a nuestra nueva compañera... —miró la pizarra en la que la muchacha había escrito su nombre y luego se volvió a ella—¿Yasna?
—“Dasna”—corrigió la muchacha.
—Y dime, ¿qué cualidades tienes en la música? ¿Tocas algún instrumento?
—Si... el piano—contestó Jasna—pero veo que solamente hay uno y, a decir verdad, no toco ni flauta, ni violín ni nada aparte.
—Y así como sólo hay un piano, yo lo toco—le dijo una vocecilla que estaba a unos metros de Jasna. Una chica que tenía pinta de presumida se había puesto de pie y se acercaba a Jasna lentamente. Tenía el cabello lacio hasta media espalda y tan negro como sus ojos, que resplandecían de orgullo.
—Elizabeth, te he dicho un millón de veces que cualquier persona que lo desee puede tocar el piano también—le recordó el profesor con enojo.
—Pero estoy segura que ella no sabe tocar ni la canción de niños más simple del mundo. Yo, en cambio, puedo tocar una canción completa con un máximo de tres errores.
Jasna se molestó un poco ante el comentario tan desacertado por parte de Elizabeth, pero al mismo tiempo sintió lástima por la mente tan cerrada de la pelirroja.
—¡Ya está!—dijo Borissovic—lo que haremos será lo siguiente: uno de nuestros compañeros elegirá al azar las partituras de una canción para cada una de ustedes. Quien logre tocarla con menos errores se queda con el piano... si bien solamente tenemos uno, debe ser el mejor aprovechado.
—Pero es injusto ya que bien puede tocarme una canción muy sencilla a mi mientas que Elizabeth tenga “Presto Agitato” o algo parecido—intervino Jasna
El profesor se quedó muy pensativo y después se dirigió a las dos muchachas con un tono un poco más calmado.
—Entonces, elijamos solamente una canción que tocarán las dos ¿están de acuerdo?
Ambas chicas asintieron con la cabeza pues les parecía muy justo el método que decía el profesor.
—Excelente... veamos, Charlie—un muchacho negro se puso de pie—ten la bondad de ser la mano del destino.
El muchacho fue hasta las partituras y sacó una al azar, después se la entregó al profesor Borissovic y, acto seguido, regresó a su asiento. El profesor abrió la carpeta color paja que contenía las partituras y leyó el título.
—Marcha turca—dijo el profesor frunciendo ligeramente el entrecejo ... ¿nos haces el honor, Elizabeth?
La muchacha se dirigió al piano con un andar resuelto, se sentó y comenzó a tocar. Todo iba bien hasta que dio la nota que no debía de ser; después presionó dos teclas erróneas al mismo tiempo y, en su tercer error, presionó mas fuerte la siguiente nota... no había sido tan bueno.
—Bien... Jasna, tu turno.
Jasna se sentó frente al piano y miró unos segundos las partituras, después comenzó a tocar con fluidez aquella canción tan simple para ella. Los alumnos presentes y el profesor estuvieron atentos a cada nota que Jasna daba como esperando un error, pero se sorprendieron cuando la muchacha dio la última nota y se giró sobre el banquillo en el que estaba sentada.
Todos aplaudieron a Jasna, quien se limitó a sonreír levemente y sintió que se ruborizaba ante los elogios de sus compañeros.
—Excelente... impecable—el profesor se acercó a Jasna, le estrechó la mano y le dio unas palmaditas en la espalda—¿Desde hace cuanto tiempo tocas, Elizabeth?
—Cuatro años, señor
—Jasna, ¿desde hace cuanto tiempo tocas?
—Desde que tenía 7 años, profesor.
—Creo que no hay dudas... Elizabeth tu eliges si salir o seguir con otro instrumento.
Elizabeth se dirigió hacia el cuarto donde solían guardar los instrumentos y después salió con una flauta en la mano. Jasna se sentía algo culpable por haber despojado a la muchacha de su puesto como pianista dado que ella era nueva en la escuela, pero el sentimiento de culpa se esfumó por completo cuando comenzaron con la práctica de una canción que a Jasna le gustaba mucho no solamente tocar, sino también escuchar cuando estaba estresada.
Así se pasó otra clase, pero antes de que Jasna pudiera salir del aula y dirigirse a la clase de inglés, el profesor Borissovic la detuvo:
—Doric... me gustaría hablar contigo un momento—le dijo—y contigo también Carter—Ian se separó de los demás alumnos y se acercó al profesor y Jasna, que estaban cerca del piano.
—Disculpe... pero tenemos clase de inglés y no creo que al profesor le agrade mucho saber que llego tarde a mi primera clase con él—le explicó Jasna
—No te preocupes, mandaré una nota excusando el motivo de su llegada tarde—tranquilizó a ambos chicos—ahora, lo que quiero decirles es que ustedes dos son los mejores que tengo en esta clase y quiero que practiquen para navidad... ya saben, por el festival que normalmente se organiza.
—No veo el problema a eso—dijo Jasna.
—Igual yo, sería bueno tocar en Navidad.
—Perfecto.... ¡Es un hecho! Al fin podré tener mi propio acto.
La propuesta era genial. Ambos chicos aceptaron tocar juntos en navidad y, después de recoger la nota que les había dado para justificar la llegada tarde a clase, salieron juntos al aula 22 del tercer piso.
Ambos chicos entraron juntos al salón y se acercaron al profesor Law para darle la nota que mandaban del taller de música y que excusaba la llegada tarde de los chicos a clase. Ian se encaminó a su asiento y sonrió a Jasna levemente, la muchacha le devolvió la sonrisa y continuó a su propio lugar.
—¿Dónde estabas?—preguntó Mariane con una gran sonrisa en su rostro que demostraba que la chica tenía mucho interés en saber por qué se había tardado y, sobre todo, de qué hablaba con Ian
—En el taller de música, el profesor nos entretuvo un poco—Jasna miró de soslayo a Ian y Mariane sonrió con malicia.
—¿Buen chico, verdad?—le preguntó
—Si.
Justo entonces, un chico que Jasna no había visto antes la miró repentinamente: tenía los ojos asombrosamente azules y Jasna sintió que le dejaban caer un cubo de hielo por la espina dorsal. Se estremeció
—¿Quién es ese chico de ojos azules?—le preguntó a Mariane
—Se llama Daniel Oldman, es nuevo también... llegó hace unos 8 meses de Oxford. Es muy extraño, dicen que a veces vaga por las noches y que tiene cosas extrañas en su habitación.
Entonces, un maestro alto y negro interrumpió la clase de inglés para darle un aviso un poco extraño a sus alumnos, pidiéndoles que al siguiente día llevaran el objeto más preciado para ellos o aquel al que le hayan atribuido un mayor valor sentimental.
—¿Y ese quien era?—preguntó Jasna a Mariane.
—El señor Osment, profesor de sociales—respondió Mariane.
Datos del Cuento
  • Categoría: Aventuras
  • Media: 5.28
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