(Continuación desde Mi Historia..Mi Diario 2)
Londres, Lunes, 17 de diciembre de 2000
Mi más querido y confiado diario:
Tú eres ahora mi único apoyo y desahogo. Han pasado varias cosas desde la última vez que te escribí, especialmente hoy.
Verás, hace unos días en la clase de Arte Samson me dijo de nuevo que necesitaba hablar conmigo, pero que esta vez en el patio ya que él no tenía acceso para ir a la biblioteca porque era martes (nuestro grupo, el Año 10 (o décimo), tiene acceso a la biblioteca a la hora del receso sólo los miércoles, a no ser que seas una asistente bibliotecaria como lo era yo). Acepté, nerviosa por lo que me pudiera decir, aunque ya me imaginaba lo que era, pero no quería que me volviera a decir lo bonita y especial que era, nada de halagos y lisonjas que siempre me desconcertaban, aun más sabiendo que eso no podría hacer otra cosa que herirme con un arma que más tarde habría de tornarse en su contra, resultando lastimado él también.
Se acabó la clase de Ciencias y no podía escaparme, allí estaba él, esperándome con una débil y muy dulce sonrisa dibujada en sus labios. Dudé por unos instantes y consideré la opción de realizar un escape y pretender no haberlo visto, tenía una puerta a solo dos pasos a mi izquierda y más tarde podría fingir haberme olvidado de la cita. Recorrí en mi cabeza el trayecto que habría de hacer si quería llegar hasta a la biblioteca y el tiempo que me tomaría hacerlo. Una vez adentro el no podría seguirme y calculé que podría llegar antes de que le diera tiempo a reaccionar. Todo esto hasta a mí misma me parecía una tontada llevada a extremo pero reflejaba lo nerviosa que me ponían los encuentros con él y cuan poco deseaba los enfrentamientos cara a cara. Verlo era exponerme al peligro, a que mis emociones internas, aunque bien disfrazadas la mayor parte del tiempo, llegaran alguna vez a traicionarme y delatar mis más recónditos sentimientos, a los cuales muchas veces, por la de numerosas adopciones camaleónicas que mi persona se veía obligada a exponer, ni yo tenía acceso.
Pero mi conciencia pudo más que yo, no hubiera estado bien que lo hubiera dejado allí plantado, ignorándolo cuando ya sabía que él me había visto........Después de todo lo que el había hecho por mí. Tenía que arriesgarme. Así que, con las piernas ligeramente temblando y el corazón retumbando en mis oídos a la vez que emitía marcados latidos creando un ruido interno ensordecedor, fui hasta allí.
Caminamos un poco, deteniéndonos en un lugar del patio protegido por la sombra del puente que se alzaba por encima de nosotros, y allí empezó a decirme que me tenía que llevar a algún lado a salir, que ya sabía que mis padres eran muy protectores, que su mamá también era así y que él ya le había explicado que yo era una muchacha realmente bonita y especial. Añadió: “Los padres de uno siempre nos ven como niños, no importa cuanto crezcas, siempre te verán como sus pequeños de siempre. Pero yo…yo creo, que soy lo suficientemente maduro y que estoy preparado para eso… - titubeó y se apresuró a rectificar –“No, no, no vayas a pensar mal, no para eso, ja ja ja” Y su voz se disolvió en risitas nerviosas. “Quise decir preparado para tener una novia”-culminó. En esos momentos pasaban gente de todos tipos gritando y diciendo a toda voz: “Vaya Samson” o cantando al unísono “Samson & Susana, Samson & Susana” Parecían espectadores de un circo y hoy abiertamente disfrutaban del espectáculo como nunca. Nos tuvimos que trasladar varias veces de lugar, moviéndonos a lo largo y ancho del amplio patio a causa de las llamadas de la gente, metiéndose con nosotros desde el piso de arriba, desde aquí, de allá, voceando a coro, mareándome y haciéndome pasar los momentos más embarazosos de mi vida. Aunque sé que él lo pasaba peor, si a mí se limitaban a hacerme alguna que otra pregunta acerca del tema, a él, cuando estaba sin mi compañía lo bombardeaban y mortificaban a más no poder. Por una razón u otra a mí siempre me tuvieron más respeto.
Ya casi en los últimos instantes del recreo, como si hubiese estado esperando todo esos 20 largos minutos para formular la pregunta y mientras tanto evaluando y considerando la posibilidad de hacérmela o no, me dijo: “Me gustaría saber si, padres aparte, te gustaría salir conmigo, necesito saber tus verdaderos sentimientos por mí.” Ahora las cosas se estaban complicando más, la pregunta de todo o nada, la que nunca quise que me hiciera, la que llegaba a mi corazón y más allá, la que no podía responder. Así que para salir del aprieto le dije sin más: “Nunca lo había pensado así, de esa manera, antes, quizás si me pudieras dar algo de tiempo, yo…” pero él me interrumpió hablando con ímpetu y decisión “Por supuesto, claro, no quiero presionarte, tengo tiempo, puedo esperar por tu respuesta” Pero no creo que él mismo estuviera muy seguro de eso. Una vez más había sido tan estúpida de decirle que me diera más tiempo en vez de aclarar las cosas de una vez por todas. Tratar de huir de tus problemas en vez de enfrentarlos, quizá te de un poco más de tiempo, pero empeoran las cosas, eso significaba estar manteniendo vivas las esperanzas en el corazón del pobre Samson.
Ahí acabó la conversación. Día tras día, me esperaba afuera del aula al terminar las clases, me buscaba para saludarme con un “Hola señolita” que siempre me hacía sonreír por su peculiar y gracioso acento chino, y que él decía, le gustaba decirme para disfrutar de mi sonrisa, la cuál, según él me hacía aún mas bonita. De tantos halagos y cosas que me decía, de tanto buscarme y perseguirme, poco a poco me hizo sentir que perdía mi libertad, lo cuál no me gustaba nada, y me empecé a sentir incómoda y presa. Muchas veces sentía que invadía mi derecho a la soledad, y a tal punto esto me exasperaba que creo hasta haber llegado al extremo de odiarlo…Pero dicen que del odio al amor tan solo hay un paso, aunque en esos momentos yo no pensara así. Y si habré dado ese paso o no en algún momento de mi vida, o si quizá este a punto de hacerlo o lo haga en el futuro, es para mí todavía un misterio incierto, que probablemente nunca haya estado destinado a ser resuelto
El pasado viernes vino a comunicarme, muy excitado con la idea, de que iba a haber una fiesta en su casa con todos sus amigos y que era muy importante para él que yo fuera, que no importaba lo de mis padres, que él el sábado pasaría a recogerme y de paso hablaría con ellos. Inmediatamente sentí que me invadía una inevitable sensación de impotencia. Me sentí perdida, ya había llegado al límite, ya no habría razón para decirle que no cuando me pidiera para salir, porque ya me iba a quedar en Londres (a mis padres accedieron darle 4 meses más para que yo y mi hermana pudiéramos acabar el curso) y ya conocería a mis padres. Su valentía y osadía había llegado a dónde la de ningún otro muchacho llegó antes. ¡Dios santo! ¿Tanto me quería? ¿En realidad, estaba tan seguro y me tomaba tan en serio? ¡Qué persistente!
Le dije que este fin de semana estaba ocupada, que saldría con mis padres. Mentí. Por mucho que lo odiara, lo hice sin pensarlo dos veces, era mi única salida, pues era yo quién no quería salir con él (y menos con sus amigos, que no conocía…para que se burlasen continuamente….? ¡Qué va, de ninguna manera!) Enseguida pude ver como la alegría que momentos antes brillaba cristalina en sus ojos desaparecía de su cara transformándose en gestos de congoja y abatimiento. Dijo, bajando la voz y arrastrando las palabras, como si le pesaran en la boca:
-“Entonces, ¿estás ocupada este fin de semana? ¿Estás segura de eso? -asentí lenta y tristemente con la cabeza, a la vez que me mordía los labios, como para impedir que la verdad saliera. Él emitió un largo suspiro, apenas imperceptible, ya que parecía más como una bocanada desesperada en un intento vano por tragar aire:
- “Oh…bueno, al menos llámame esta noche.”
- “¿Por qué? – inquirí yo un tanto exasperada
- “Sólo llámame, poor favooooor” – dijo en tono suplicante, juntando las manos debajo de la barbilla en forma de ruego
- “Llámame tú”- Repliqué, ¿por qué habría de llamarlo yo a él cuando era él quien quería hablar conmigo?
-“No tengo tu número.” Esta respuesta no dejó de sorprenderme ya que yo recordaba perfectamente habérselo dado como antes expliqué en previas páginas del diario. Aún así existía la posibilidad de que lo hubiese extraviado, así que entonces, no tardé en dárselo sin más preludios. Me preguntó si no me importaba que me llamara. Le dije que no.
Esa noche me llamó y la conversación fue más o menos así:
- Hola? – Saludé en tono interrogatorio
- Hola, es muy dulce volver a oír tu voz.
- (risitas ahogadas y mejillas tornándose carmín)
- ¿Qué estabas hacienda justo en estos momentos?
- Acabando mi redacción de inglés en la computadora.
- ¿Ah sí? Yo aún tengo por hacer la mía sobre “Las Llamadas de un Inspector” (me he limitado ha traducir el nombre del libro en inglés, originalmente llamado “An Inspector Calls” ya que no sé la traducción equivalente publicada en versiones españolas) y es bastante difícil. (Esto viniendo de él había de asumirse como modestia extrema, ya que no creo que hubiese algo que él encontrase verdaderamente difícil, era muy inteligente e iba muy avanzado en los estudios, a tal punto que había tomado los exámenes de décimo cuando estaba en noveno. Creo que con solo decir esto basta para que puedan darse cuenta de su elevado nivel intelectual, otra de las muchas cualidades que en él admiraba y aún admiro) Mi maestra es muy mala y quiere que escriba, nada y nada menos que diez parágrafos! ¡Diez parágrafos! ¡Será posible! Ni que hubiese tanto de que hablar o comentar. ¿Tu, ya acabaste la tuya?
- Aún no.
- Oye, escucha…Sabes lo que te dije acerca de mis sentimientos y todo…
- Son verdaderos, hablé en serio.
- (Absoluto silencio)
- Sólo que es difícil para mí de explicar. Lo tengo trabado en la garganta, las palabras no quieren salir...Entiendes lo que digo, estás ahi?
- Sí
- Oh, estabas tan callada
- Simplemente, no sé que decir
- Tengo algo para tí
- ¿Por qué? –pregunté sorprendida, casi desafiante
- Porque quería darte un regalo
- No tenías por qué- dije con tono suplicante y algo de enfado
- Pero, simplemente quise hacerlo
- Samson, ¡No lo puedo aceptar! –grité con firmeza, más de ira e impaciencia, como un reproche, pero no con enfado
- ¿Por qué? – me preguntó alarmado
- Porque…porque no puedo y no debo, no está bien
- Oh, por favor aceptálo…ya lo compré
Enmudecí por unos segundos y luego empecé a decir débilmente, sintiéndome totalmente impotente e incapaz de rechazar el regalo, pues ya lo habría comprado y en ese caso no quería ser descortés, no después de que se hubiera gastado el dinero:
- No tenías que haberlo hecho, no tenías por qué…
- No es nada, solo una pequeña bobería de mí para tí
- Aún así no había ninguna necesidad para ello, y te lo advierto, no lo vuelvas a hacer nunca más, nunca jamás, me entiendes? Porque la próxima vez te garantizo que no lo aceptaré, digas lo que digas. ¿De acuerdo?
- Esta bien, pero esto viene de mi corazón y no pude evitarlo, espero que te guste
Poco sabía yo, que pese a mi firme negación y advertencia, a lo largo del tiempo luego me hubiese visto obligada a aceptar muchos más regalos, haciendo él caso omiso a mis sermones y amenazas, viniendo siempre con una excusa diferente, pero igualmente persuasiva. Y es que yo tampoco tendría corazón para desechar algo que viniese de sus manos…él lo sabe, ¿no les dije que era inteligente?
(Lo que viene a continuación fue añadido el 20 de mayo del 2002 en Cuba)
No recuerdo muy bien como acabó la conversación pero lo esencial está ahí.
El lunes después de la sesión matinal de “Registration” ( o Registración, ya que tomaban el registro de alumnos presentes, si sería adecuado llamarle así en español, pues no logro encontrar un equivalente que encaje con el significado de la palabra…probablemente debido a la pobreza de mi vocabulario, así que por esto pido me dispensen) sacó una cajita blanca de su bolsillo y me la dio con discreción, tratando de que nadie la viera. No quise aceptarla en ese momento pero no me daba tiempo a replicar o llegaría tarde a Tecnología. Me temblaban las manos y la curiosidad me mataba por saber el contenido de la cajita. Así que de manera cuidadosa con las manos dentro de la mochila abrí la tapa de la caja y no pude contener mi sorpresa al punto de que los ojos se me humedecieron y me dieron ganas de llorar. ¡Que muchacho tan dulce y bueno! ¡Cómo me quería! ¡Y como me dolía no poder corresponderle de la misma manera!
Dentro de la caja, encajado en una mullida y aterciopelada base verde que recordaba el color de la hierba cuando es humedecida por el rocío matinal, se encontraba un magnífico y singular broche en forma de rosa con el tallo y las hojas dorados y el capullo formado por un radiante cristal transparente, fragmentado en pequeñísimos detalles que daban textura y forma a la rosa. ¡Que pieza tan delicada! De una belleza única, para mí inigualable y especial.
No sabía como agradecerle, me daba mucha pena (vergüenza) con él y me abatía el hecho de saber que no podría darle lo que el quería, que todo esfuerzo que hiciera por extraordinario que fuese sería inútil. Desperdiciaba su tiempo conmigo, pues yo sabía que nunca llegaríamos a ser más que amigos y que por mucho que lo intentase él no podría dejar de verme como algo más. Muchas veces me preguntaba si yo no habría sido más que un estorbo en su vida, una piedra en su camino muy difícil de eliminar, un obstáculo entorpecedor e imposible de derribar, un problema, una lucha constante contra sí mismo por tratar de olvidarme y eliminar por completo sus sentimientos hacia mí, cosa que según él aún no ha logrado. Sentía que quizá hubiera sido mejor que nunca me hubiera conocido, pues lo último que se merecía alguien como él era sufrir o luchar por tratar de llegar a un ideal inalcanzable. Nunca fue mi intención hacerle daño, muy al contrario, siempre traté de complacerlo. Se conformaba con muy poco, era feliz sosteniendo mis manos entre las suyas de vez en cuando y solo me pidió un beso en la mejilla el día en que nos vimos por última vez.
Recuerdo los últimos días que estuvimos juntos, inolvidables. Por mucho tiempo que pase esas vivencias siempre estarán en mí, las llevo escritas en mi alma, mi cuerpo y mi mente, sencillamente imborrables.
Recuerdo como solíamos pasear por los patios de la escuela, ya no nos molestaban las miradas obsesivas de la gente, probablemente no podían entender la belleza de la relación y compenetración que existía entre ambos.
Creo que realmente nunca supe si lo amé o no, pero sé con absoluta certeza que fue algo especial y único en mi vida, él me llenaba de un sentimiento hermoso e inexplicable, incomparable con ningún otro que hubiese sentido antes y que estoy segura que no experimentaré con nadie más, viví el amor y el cariño en su nivel más puro y espiritual, lejos de ser un deseo carnal era algo puro y limpio, como un estado de ensoñación elevado, el me hacía feliz con su compañía y completaba un espacio vacío en mi corazón.
Aquellos paseos bajo el cielo gris londinense, bajo sus típicas lluvias frías que sutilmente besaban el rostro, humedeciéndolo con sus frágiles gotitas celestiales y purificando el aire al compás de su desenfrenada danza.
Siempre hubo sinceridad en nuestros gestos, en nuestras palabras, en la manera de actuar el uno con el otro.
Y aquel 14 de febrero... El primero en mi vida en el que alguien se preocupó de mi existencia de una manera sentimental y afectuosa. Cuántas veces no había soñado yo con el 14 de febrero en el que alguien me diera algo en demostración de su amor, no importaba lo que fuese, una simple carta o nota me convertiría por un día en la muchacha más feliz del mundo. Un simple gesto como ese me haría levantar las alas y dar rienda suelta a mi imaginación, impulsando a mi corazón a mostrar, hasta entonces, la escondida capacidad de amar sin límites.
Por eso me dolió mucho que mi novio actual, Carlos, no se acordara de mí ese día, no me felicitara, ni me fuera visitar. No obstante lo perdono porque sé que no lo hizo intencionalmente y que se arrepintió más tarde dándose cuenta de su error por él mismo. Hasta me tenía un regalo comprado. Era su inexperiencia y forma de ser, tímida y cohibida, la que le impedía comportarse como debía. Pero ya trataremos de él más adelante, todo a su debido tiempo.
Aunque a veces creí odiarlo debido a su constancia e insistencia que trataban de robarme toda libertad, nunca llegué a ese extremo, Samson era demasiado bueno y mi corazón demasiado puro para guardarle sentimientos de rencor a nadie, menos a él.
(Continuará)
ME GUSTO EST CUENTO A NIVEL QUE LE SAQUE PRINTING PERO QUE PASA QUE AQUI NUNCA TERMINAN LOS CUENTOS QUISIERA SABER QUE PASO CON EL FINAL DE ESTE CUENTO OJALA Y LO PUBLIQUEN