La luna sigue llena y no tengo nada que decir. Ella lo cuenta todo con gran fulgor y encanto que hechiza a quien la aprecia en esta noche de nubes escarlatas y cohibidas estrellas oscilantes...

Mi alma descansa un instante, remojándose en la lumbre de la vida. No veo estrellas ni una Luna que me ofrezca una sombra pues en mi oscuridad interna yace aquel que observa todo cuanto hago. Cuando respiro, duermo, escribo... Le quiero como a una madre y aunque nunca le he visto, le recuerdo como si fuera la pierna de un tullido…

Dicen por las calles que estoy loco, que soy un poeta que rasguea tonterías... Es verdad. Escribo desde el cuartillo de la locura, del eco del poeta enjaulado en las mazmorras del universo pintado en mí. Por ello, no miro al gentío que se cruza en mi destino. Tan solo observo el cielo, las aves, los campos y el brillo de los ojos de un ente enamorado.

Y así continúo mi camino que sé muy bien cómo acabo. ¿Cómo? En un punto final... Para luego salir a la calle y continuar con la luna hechicera, esperando sus mudas palabras, sus brillos escarlatas y esa endiosada loca mirada…




San isidro, enero del 2006