Hace ya muchísimo tiempo, en la antigüedad, cuando faltaban algo así como 350 años para el nacimiento de Jesucristo, los hombres mejor dotados del ejército más poderoso del mundo, el de Filipo II, rey de Macedonia y Grecia, se esforzaban afanosamente por domar a un rebelde y hermoso caballo, sin éxito. Uno a uno lo iban montando y todos terminaban apaleados en el suelo.
Sentado en una piedra, el joven Alejandro, de apenas 16 años de edad, miraba impresionado la escena, pensando que el caballo estaba dando demasiadas vueltas y se asustaba con su propia sombra, respondiendo con esa agresividad que a Alejandro tanto le maravillaba.
En ese momento, Filipo ofreció un premio enorme para aquel jinete que lograra domar al brioso potro.
Y así, ante la sorpresa de todo el ejército, Alejandro dió un salto y gritó que él domaría al caballo. Los soldados se miraron unos a otros y se burlaron de la propuesta del enfermizo y debilucho hijo de Filipo. Entonces el rey, considerando que la solicitud de su hijo era más una ofensa que una gloria, montó en cólera y le advirtió : "Si no logras hacerlo tu esclavo, nunca más volverás a ser mi hijo".
Alejandro miró la orientación en la que se encontraba, colocó al caballo en dirección al sol y después pidió que lo soltaran. En cada poderosa acometida, el futuro conquistador trataba de que el caballo no viera su sombra, sino que siguiera su aire siempre de frente al sol. Alejandro creyó que moriría por la tremenda fuerza del animal, pero eso hacía que le hirviera más la sangre para terminar su obra. La bestia parecía hechar fuego por los ojos y por el hocico, para luego cansarse de tantos intentos inútiles por tumbar de su lomo al hijo del rey y ceder. ¡Alejandro lo había vencido con inteligencia y carácter!
La muchedumbre entera corrió a felicitar al nuevo campeón, subiéndolo en hombros. Con lágrimas en los ojos, Filipo se acercó a su hijo y le dijo enfrente de todos : "Busca, hijo mío, un reino igual a ti, porque en Macedonia no cabes".
Después de eso, Filipo no tuvo más remedio que nombrar general de sus ejércitos a su hijo Alejandro, de tan solo 16 años.