Cuando le dijeron a David que Goliat le estaba esperando en la pradera, supo que todo para el todo estaba perdido, pero, aún así, algo no humano flameaba en sus pupilas... como un espejismo en medio de aquel desierto. Ante sí, vio a un hombre ataviado de espumosos trajes que, sin dudar se le acercaba lentamente. Cuando estuvo a su frente le dijo:
- No temas, vengo en paz, y a entregarte algo del Señor.
- No temo, buen ángel. Continúa tu mensaje – respondió David.
El ser luminoso sonrió ante aquel guerrero gigante en el cuerpo de un niño, y le dijo:
- Cierra los ojos David, que lo que tengo para darte no es para tus ojos.
David los cerró, y sintió que un tibio dedo le cruzaba su frente como si le untasen de una grasa luminosa... Poco a poco, aquello, comenzó a encenderse hasta iluminar su gran oscuridad y, pudo ver en su interior un gran castillo con paredes doradas, y puertas de cristal... Las paredes eran tan altas que llegaban hasta los cielos y se reflejaban en ellos. De pronto escuchó miles de voces, risas alegres y grandes trompetas que anunciaban su entrada al reino del Señor...
- ¡¡Entra David!! - escuchó a la multitud.
No hubo bien en dar un paso, cuando sintió en su corazón que aún no terminaba su tarea en el mundo...
- No. Aún no... - dijo David.
E inmediatamente dio media vuelta y descendió de aquel paraíso para cumplir con su destino... Casi en todo su descenso escuchaba los lamentos de cientos de ángeles dorados que le clamaban que volviese, pero él, continuaba su marcha, su camino, su destino... Y cuando llegó al mundo, una brisa gris como un remolino comenzó a nublarle toda la conciencia, hasta quedarse perdidamente dormido…
Cuando despertó, se encontró echado al borde de un árbol de manzano... Miró a su alrededor y no vio a nadie, se paró y fue caminando en busca de Goliat... De pronto escuchó una voz de los cielos que decía:
- David, hijo mío, no olvides que tienes tu honda y en cada piedra que tomes, hijo amado, estaré yo... silbando y cortando los aires, directo a derribar los pasos de aquel que se cruce en tu destino... Hijo mío. Yo, estoy contigo....
David, respiró profundo, apretó contra su pecho su honda y, caminó hacia la pradera... Una luz aureolaba su cabeza, era la luz de la esperanza...
Joe 18/01/04