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El Economista

EL ECONOMISTA

Si los gobernantes promovieran al honesto en desmedro del corrupto los pueblos obedecerán. Si hacen lo contrario, se opondrán.
Los gobernantes deben ser diligentes y no deben permanecer inactivos ante la amenaza de ruina de un pueblo. (Confucio)

Siempre le habìa gustado la economìa. Habìa estudiado ciencias econòmicas en la Universidad y sin ser un alumno calificado habìa cursado la carrera sin mayores dificultades. Su tesis final consistiò en comparar la economìa de los paìses capitalistas con la de los socialistas, que si bien, no tenìa nada de revolucionaria, su marcada preferencia hacia el capitalismo le valiò la complacencia de la mesa examinadora.
Una empresa internacional le brindò empleo y esa experiencia trajo numerosos descubrimientos sobre el comportamiento de los entes y personas en lo relacionado a redituar ganancias. Se convirtiò en un hombre duro sin medir las consecuencias sociales de sus decisiones. Como premio recibiò una beca para realizar un postgrado de economìa polìtica en el Paìs del norte
A su regreso intentò innovar sobre la base de las enseñanzas recibidas, pero le valiò el odio y antipatìa de compañeros y jefes, aunque ello no le afectaba demasiado.
Su frase preferida era:
-¡Estos no saben nada! Se han quedado dormidos en el tiempo.
Sorpresivo fue entonces el memorándum que recibiò cuando prescindieron de sus servicios, ¡No lo esperaba!
Era tenaz asi que inmediatamente montò una pequeña empresa de asesoramiento econòmico en el ámbito internacional, orientada a las empresas que deseaban exportar y se contactò con numerosos bancos extranjeros.
En algunos años habìa logrado una holgada posiciòn econòmica personal y gozaba de prestigio en los cìrculos econòmico-financieros.
Solo le restaba una cosa en la vida, El Poder.
La oportunidad llegò cuando, tras un golpe militar recibiò el ofrecimiento de ser el Primer Ministro, no lo pensò, aceptò inmediatamente.
Fiel a sus ideas basò su polìtica en tres bases fundamentales, las empresas internacionales, el poder financiero de los bancos y un ahogo de impuestos a la poblaciòn.
El descontento social fue en aumento, huelgas, manifestaciones y enfrentamientos se producìan diariamente. Aparte las empresas y los bancos solo tenìan un interès, el de obtener grandes ganancias a costa del sacrificio del pueblo.
No era ya el hombre seguro, arrollador de convicciones sòlidas. Se lo veìa tembloroso, apagado y en algunas veces al borde del llanto.
Renunciò.
Nunca se supo que fue de èl.
Solo a una persona le pareciò verlo alojado en una clìnica para enfermos mentales.
Tortuga
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